Petróleo: Libia parece en vías de reemplazar a Irak

¿Será Trípoli el próximo Bagdad?, preguntaba el influyente “Petroleum Intelligence Weekly”. La publicación comparaba oportunidades inversoras en cada país y los resultados favorecían claramente a Libia.

22 julio, 2004

En verdad, muchas multinacionales del sector están moviendo su foco a mediano plazo de la Mesopotamia a Cirenaica, Tripolitania y el Fezzán. Una “guerra de posguerra” interminable y el fracaso de la aventura iniciada por George W.Bush –nadie sabe quién, cuándo ni cómo la terminará- le han creado a la actividad petrolera demasiados problemas de seguridad y sobrevivencia.

Por otra parte, el reciente aflojamiento de restricciones norteamericanas para hacer negocios con Libia ha desatado una puja entre compañías, interesadas en volver a un país -otrora clave de negocios- de donde han estado excluidas durante dos décadas. Técnicos, abogados, banqueros y consultores (muchos de ellos con sede en Tejas) afluyen a Trípoli para evaluar oportunidades.

En general, su mayor interés reside en el plan libio de ofrecer a empresas extranjeras once áreas de exploración nuevas. Esto, que se prevé para julio o agosto, será la primera apertura a compañías estadounidenses desde principios de los años 80.

“Los riesgos de regresar son hoy relativamente bajos, en términos políticos y técnicos”, estima Vinson & Elkins, estudio especializado de Houston que abrió oficinas en Dubái para manejar negocios en Libia. “Las perspectivas son excepcionales, porque se trata de un terreno familiar a muchas firmas norteamericanas”.

Tanta atracción parte de un simple motivo: Trípoli produce unos 1.500.000 barriles diarios, pero podría doblar el volumen en menos de diez años. Por supuesto, necesitará alrededor de US$ 30.000 millones en inversiones, amén de renovar técnicas de perforación y cubicamiento. Por cierto, durante el auge inicial de los 70, antes de la lenta decadencia iniciada por una estatización poco sensata, Libía producía 3.300.000 b/d sin dificultades.

Exponiendo durante una conferencia petrolera en Houston, semanas atrás, Tarek Hasán-Beck -director de planeamiento en la Compañía Petrolera Nacional, CPN- destacó que su país contiene alrededor de 36.000 millones de barriles (casi 3% de las reservas mundiales), pero sólo ha explorado o explota 25% de esa masa. También existen muchos yacimientos gasíferos.

Por supuesto, obstáculos quedan. Por ejemplo, las aerolíneas norteamericanas no pueden aún volar a Trípoli, subsisten restricciones a acceso a fondos libios congelados en bancos de Estados Unidos y el gobierno no puede comprarles equipos militares a firmas norteamericanas.

Además, los inversores institucionales esperan que Libia atenúe normas que les vedan hacer negocios con Israel. Satisfacer esa exigencia sería ilegal en la Unión; especialmente mientras el gobierno Bush sea aliado incondicional de Ariel Sharón.

Entretanto, directivos de empresas que solían depender de Libia, como Occidental Petroleum, ConocoPhillips, Amerada Hess o Marathon Oil, han visitado Trípoli. Su meta es allanar el retorno a campos que estaban entre los más prolíficos del mundo, antes de su relativo descuido actual.

Operadores más grandes que ellos, inclusive ExxonMobil y ChrevronTexaco, también quieren entrar en el país norafricano. Así, la primera acaba de llegar a un acuerdo para vender su distribuidora de combustibles en Níger (uno de los vecinos saharianos) a Tam Oil. Esta firma es el brazo financiero internacionales de la CPN.

Los motivos de todo eso son claros. Con los precios de hidrocarburos proyectados en altos niveles por largo tiempo, el único país petrolero -salvo Libia- capaz de doblar extracción en ocho a diez años es Irak. Pero, si bien sus reservas (112.000 millones de barriles) triplican las de Trípoli, la situación en Bagdad compromete la propia continuidad de operaciones.

Existe otra razón: los crudos libios contienen menos azufre, por lo cual son más fáciles y baratos de refinar para consumo en EE.UU. y la Unión Europea. Aparte, están cerca de Mediterráneo y esto les brinda fácil acceso a sus principales mercados. De paso, les evita los riesgos asociados al transporte vía golfo Pérsico, Cáucaso o Afganistán.

Este año, Libia figura segunda del mundo en cuanto a perspectivas exploratorias, superada sólo por el Mar del Norte. Así lo indica un estudio de Fugro Robertson, una consultora británica a cuyo criterio Trípoli está antes que Irak, Trinidad-Tobago, Argelia y Egipto.

Por supuesto, compañías europeos, canadienses, indias, chinas y australianas no han dejado de invertir y operar en Libia durante los últimos veinte años. Particularmente desde 1997/8. Muchos de sus proyectos proveen o proveerán hidrocarburos al mercado europeo. Por ejemplo, Trípoli inicia pronto la exportación de gas natural a Italia, por un ducto submarino de 575 km. a Sicilia, en un emprendimiento conjunto por US$ 5.600 millones con Ente Nazionale Idrocarburi.

Una lista de emprendimientos involucra la española Repsol YPF, la francesa Total, la austríaca OMV y la india ONCG Videsh. En conjunto, esos factores han elevado los ingresos por exportaciones de US$ 5.900 millones en 1998 a 13.400 millones el año pasado. Lógicamente, Italia tiene papel dominante, debido a lazos generados durante un régimen colonial relativamente benigno (1912-49).

Algunos operadores norteamericanos han sido más astutos que otros. Así, Halliburton –el grupo allegado al vicepresidente Richard Cheney- mantuvo presencia en Libia a través de una oportuna subsidiaria alemana. Aunque, claro, no pudo expandirse ni importar tecnología desde EE.UU.

A partir de este año, sin duda, los negocios desbordarán el petróleo. A la sazón, Libia “es el único país no alineado grande con mucho efectivo al cual no se permite comprar en EE.UU.”. Eso señala Teal Group, una consultora en materia de defensa. “El caso de Lockheed Martin es típico: hoy espera que Washington le permita entregar aviones vendidos hace años”.

En medio de la espuma, surge ahora otro factor políticamente favorable a Trípoli. Se relaciona con la masacre sistemática de etnias negras no musulmanas, desatada hace dos años por el gobierno fundamentalista árabe de Jartum. Ignorada por los medios rioplatenses, acumula millares de muertos –muchos más que Irak-, especialmente niños, por hambre y sed en el Darfur, rincón noroeste de Sudán. Ahora, una operación internacional apela a Libia como camino más directo para evacuación y expediciones de auxilio.

En verdad, muchas multinacionales del sector están moviendo su foco a mediano plazo de la Mesopotamia a Cirenaica, Tripolitania y el Fezzán. Una “guerra de posguerra” interminable y el fracaso de la aventura iniciada por George W.Bush –nadie sabe quién, cuándo ni cómo la terminará- le han creado a la actividad petrolera demasiados problemas de seguridad y sobrevivencia.

Por otra parte, el reciente aflojamiento de restricciones norteamericanas para hacer negocios con Libia ha desatado una puja entre compañías, interesadas en volver a un país -otrora clave de negocios- de donde han estado excluidas durante dos décadas. Técnicos, abogados, banqueros y consultores (muchos de ellos con sede en Tejas) afluyen a Trípoli para evaluar oportunidades.

En general, su mayor interés reside en el plan libio de ofrecer a empresas extranjeras once áreas de exploración nuevas. Esto, que se prevé para julio o agosto, será la primera apertura a compañías estadounidenses desde principios de los años 80.

“Los riesgos de regresar son hoy relativamente bajos, en términos políticos y técnicos”, estima Vinson & Elkins, estudio especializado de Houston que abrió oficinas en Dubái para manejar negocios en Libia. “Las perspectivas son excepcionales, porque se trata de un terreno familiar a muchas firmas norteamericanas”.

Tanta atracción parte de un simple motivo: Trípoli produce unos 1.500.000 barriles diarios, pero podría doblar el volumen en menos de diez años. Por supuesto, necesitará alrededor de US$ 30.000 millones en inversiones, amén de renovar técnicas de perforación y cubicamiento. Por cierto, durante el auge inicial de los 70, antes de la lenta decadencia iniciada por una estatización poco sensata, Libía producía 3.300.000 b/d sin dificultades.

Exponiendo durante una conferencia petrolera en Houston, semanas atrás, Tarek Hasán-Beck -director de planeamiento en la Compañía Petrolera Nacional, CPN- destacó que su país contiene alrededor de 36.000 millones de barriles (casi 3% de las reservas mundiales), pero sólo ha explorado o explota 25% de esa masa. También existen muchos yacimientos gasíferos.

Por supuesto, obstáculos quedan. Por ejemplo, las aerolíneas norteamericanas no pueden aún volar a Trípoli, subsisten restricciones a acceso a fondos libios congelados en bancos de Estados Unidos y el gobierno no puede comprarles equipos militares a firmas norteamericanas.

Además, los inversores institucionales esperan que Libia atenúe normas que les vedan hacer negocios con Israel. Satisfacer esa exigencia sería ilegal en la Unión; especialmente mientras el gobierno Bush sea aliado incondicional de Ariel Sharón.

Entretanto, directivos de empresas que solían depender de Libia, como Occidental Petroleum, ConocoPhillips, Amerada Hess o Marathon Oil, han visitado Trípoli. Su meta es allanar el retorno a campos que estaban entre los más prolíficos del mundo, antes de su relativo descuido actual.

Operadores más grandes que ellos, inclusive ExxonMobil y ChrevronTexaco, también quieren entrar en el país norafricano. Así, la primera acaba de llegar a un acuerdo para vender su distribuidora de combustibles en Níger (uno de los vecinos saharianos) a Tam Oil. Esta firma es el brazo financiero internacionales de la CPN.

Los motivos de todo eso son claros. Con los precios de hidrocarburos proyectados en altos niveles por largo tiempo, el único país petrolero -salvo Libia- capaz de doblar extracción en ocho a diez años es Irak. Pero, si bien sus reservas (112.000 millones de barriles) triplican las de Trípoli, la situación en Bagdad compromete la propia continuidad de operaciones.

Existe otra razón: los crudos libios contienen menos azufre, por lo cual son más fáciles y baratos de refinar para consumo en EE.UU. y la Unión Europea. Aparte, están cerca de Mediterráneo y esto les brinda fácil acceso a sus principales mercados. De paso, les evita los riesgos asociados al transporte vía golfo Pérsico, Cáucaso o Afganistán.

Este año, Libia figura segunda del mundo en cuanto a perspectivas exploratorias, superada sólo por el Mar del Norte. Así lo indica un estudio de Fugro Robertson, una consultora británica a cuyo criterio Trípoli está antes que Irak, Trinidad-Tobago, Argelia y Egipto.

Por supuesto, compañías europeos, canadienses, indias, chinas y australianas no han dejado de invertir y operar en Libia durante los últimos veinte años. Particularmente desde 1997/8. Muchos de sus proyectos proveen o proveerán hidrocarburos al mercado europeo. Por ejemplo, Trípoli inicia pronto la exportación de gas natural a Italia, por un ducto submarino de 575 km. a Sicilia, en un emprendimiento conjunto por US$ 5.600 millones con Ente Nazionale Idrocarburi.

Una lista de emprendimientos involucra la española Repsol YPF, la francesa Total, la austríaca OMV y la india ONCG Videsh. En conjunto, esos factores han elevado los ingresos por exportaciones de US$ 5.900 millones en 1998 a 13.400 millones el año pasado. Lógicamente, Italia tiene papel dominante, debido a lazos generados durante un régimen colonial relativamente benigno (1912-49).

Algunos operadores norteamericanos han sido más astutos que otros. Así, Halliburton –el grupo allegado al vicepresidente Richard Cheney- mantuvo presencia en Libia a través de una oportuna subsidiaria alemana. Aunque, claro, no pudo expandirse ni importar tecnología desde EE.UU.

A partir de este año, sin duda, los negocios desbordarán el petróleo. A la sazón, Libia “es el único país no alineado grande con mucho efectivo al cual no se permite comprar en EE.UU.”. Eso señala Teal Group, una consultora en materia de defensa. “El caso de Lockheed Martin es típico: hoy espera que Washington le permita entregar aviones vendidos hace años”.

En medio de la espuma, surge ahora otro factor políticamente favorable a Trípoli. Se relaciona con la masacre sistemática de etnias negras no musulmanas, desatada hace dos años por el gobierno fundamentalista árabe de Jartum. Ignorada por los medios rioplatenses, acumula millares de muertos –muchos más que Irak-, especialmente niños, por hambre y sed en el Darfur, rincón noroeste de Sudán. Ahora, una operación internacional apela a Libia como camino más directo para evacuación y expediciones de auxilio.

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