Paul Samuelson propone un estado proactivo, pero con límites

La fórmula del Nobel económico 1970 es por demás ecléctica, como el primer equipo económico de Barack Obama. Pero la mezcla de Harvard, Columbia, Yale, Princeton y Stanford añade un toque de escuela económica de Londres.

24 noviembre, 2008

El último ingrediente, de corte decimonónico, lo aporta un joven tecnócrata, Peter Orszag, que supervisará la ejecución presupuestaria. Como George Soros –adalid de esa escuela-, es de origen húngaro, pero parece bastante más conservador que el magnate, ideológicamente próximo a Paul Samuelson.

Hasta las declaraciones del Nobel formuladas durante este fin de semana. “Temo que no existan por ahora alternativas satisfactorias a la economía de mercado, sea para economías centrales, sea para periféricas”. El autor de una célebre biblia económica (desde la edición XVI, 1998, actualizada por William Nordhaus) abre empero el paraguas: “apelar al mercado no excluye norma caras a los estructuralistas, hoy llamados liberales”. En la acepción anglosajona, no en la argentina.

Junto con otros economistas o analistas sistémicos (Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Nouriel Roubini, antiguamente Raúl J.Prébisch), Samuelson sostiene que “los sistemas apoyados en mercados de riesgo no son capaces de autorregularse. Ni en lo macro ni en lo macroeconómico. Donde fueron aplicadas, sus recetas han generado desigualdades intolerables”.

Estas desigualdades “no alentaban el progreso dinámico vía innovación tecnológica y una gestión apropiada. Por el contrario, han generado defectos funcionales asociados a factores de productividad total”. Así surgieron en Estados Unidos las distorsiones verificadas entre 2001 y la actualidad. “Mientras los ejecutivos superiores cobraban estipendios hasta 500% sobre salarios medios, la industria y los servicios se degradaban”.

Por ende, Samuelson “recomienda esquemas centristas: ni totalmente estructuralistas ni estilo Milton Friedman o Friedrich Hayek. Ello debe extenderse fuera de EE.UU., a Europa occidental, Gran Bretaña, Japón o, con matices, China, India, Brasil, etc.”

Volviendo a costos políticos, el economista afirma que “George W.Bush pasará a la historia como el peor presidente en nuestros 234 años de existencia. Una de sus legados puede ser una mayoría de norteamericanos sesgada a la izquierda y una economía orientada al proteccionismo, como reacción a las extremas derregulaciones del lapso 2001/8. Si eso sucede, será culpa de los republicanos”. El contexto, pues, exige que “la política regule todo racionalmente, a fin de estabilizar la macroeconomía e ir neutralizando los daños colaterales de tipo fiscal y social. A esta fórmula centrista la defino como estado proactivo con límites”.

El &uacute;ltimo ingrediente, de corte decimon&oacute;nico, lo aporta un joven tecn&oacute;crata, Peter Orszag, que supervisar&aacute; la ejecuci&oacute;n presupuestaria. Como George Soros &ndash;adalid de esa escuela-, es de origen h&uacute;ngaro, pero parece bastante m&aacute;s conservador que el magnate, ideol&oacute;gicamente pr&oacute;ximo a Paul Samuelson. <br />
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<p> Hasta las declaraciones del Nobel formuladas durante este fin de semana. &ldquo;Temo que no existan por ahora alternativas satisfactorias a la econom&iacute;a de mercado, sea para econom&iacute;as centrales, sea para perif&eacute;ricas&rdquo;. El autor de una c&eacute;lebre biblia econ&oacute;mica (desde la edici&oacute;n XVI, 1998, actualizada por William Nordhaus) abre empero el paraguas: &ldquo;apelar al mercado no excluye norma caras a los estructuralistas, hoy llamados liberales&rdquo;. En la acepci&oacute;n anglosajona, no en la argentina.</p>
<p> Junto con otros economistas o analistas sist&eacute;micos (Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Nouriel Roubini, antiguamente Ra&uacute;l J.Pr&eacute;bisch), Samuelson sostiene que &ldquo;los sistemas apoyados en mercados de riesgo no son capaces de autorregularse. Ni en lo macro ni en lo macroecon&oacute;mico. Donde fueron aplicadas, sus recetas han generado desigualdades intolerables&rdquo;.</p>
<p> Estas desigualdades &ldquo;no alentaban el progreso din&aacute;mico v&iacute;a innovaci&oacute;n tecnol&oacute;gica y una gesti&oacute;n apropiada. Por el contrario, han generado defectos funcionales asociados a factores de productividad total&rdquo;. As&iacute; surgieron en Estados Unidos las distorsiones verificadas entre 2001 y la actualidad. &ldquo;Mientras los ejecutivos superiores cobraban estipendios hasta 500% sobre salarios medios, la industria y los servicios se degradaban&rdquo;.</p>
<p> Por ende, Samuelson &ldquo;recomienda esquemas centristas: ni totalmente estructuralistas ni estilo Milton Friedman o Friedrich Hayek. Ello debe extenderse fuera de EE.UU., a Europa occidental, Gran Breta&ntilde;a, Jap&oacute;n o, con matices, China, India, Brasil, etc.&rdquo;</p>
<p> Volviendo a costos pol&iacute;ticos, el economista afirma que &ldquo;George W.Bush pasar&aacute; a la historia como el peor presidente en nuestros 234 a&ntilde;os de existencia. Una de sus legados puede ser una mayor&iacute;a de norteamericanos sesgada a la izquierda y una econom&iacute;a orientada al proteccionismo, como reacci&oacute;n a las extremas derregulaciones del lapso 2001/8. Si eso sucede, ser&aacute; culpa de los republicanos&rdquo;. El contexto, pues, exige que &ldquo;la pol&iacute;tica regule todo racionalmente, a fin de estabilizar la macroeconom&iacute;a e ir neutralizando los da&ntilde;os colaterales de tipo fiscal y social. A esta f&oacute;rmula centrista la defino como estado proactivo con l&iacute;mites&rdquo;.</p>
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