Nuevas rutas de la cocaína entre Sudamérica y la Eurozona

Sin desdeñar ya el río de la Plata o Brasil, las mafias andinas aprovechan países de África occidental. Mientras el “valor agregado” eleva de € 1,000 a 42.000 el kilo de blanca, los traficantes hasta compran islas para usarlas de bases.

11 septiembre, 2007

Aliados a socios de Europa occidental, los carteles del circuito andino han encontrado nuevos caminos que pasan por Nigeria, Benín, Togo, Guinea-Bisáu o Senegal. El gigante petrolero africano provee las mejores “mulas” minoristas disponibles en el mercado, en tanto la mezcla de miseria y corrupción endémicas en toda el área permite registrar veloces naves y eficaces “Beechcraft” (avioneta preferida en el negocio) para cubrir el cabotaje rumbo a España, Portugal, Italia y Francia.

En realidad, nada de eso es novedad. Sí lo es que el tráfico incluya ahora islotes de un archipiélago estratégicamente ubicado, Cabo Verde, adquiridos por testaferros europeos para emplearlos como bases. Esto tiene un lado irónico: era la geografía, en los siglos XVI a XIX, común al comercio de esclavos africanos para América y Europa.

El mapa es fácil de seguir. Las rutas parten de Colombia, Bolivia, Ecuador, Panamá o algunas Antillas menores y cruzan el Atlántico –a veces con escalas en el río de la Plata- hacia las costas de Sudán y Guinea, es decir el arco que desde el golfo de Biafra (Camarones, Nigeria) hasta la boca del río Senegal. Las islas “privatizadas” abarcan el grupo Cabo Verde y alcanzan las Príncipe, frente a Gabón.

Las “mulas” mayoristas pueden transportar hasta veinte kilos en cada viaje por tierra o mar. Las “minoristas” llevan hasta diez kilos en los equipajes, el estómago y otras partes de cuerpo. Corren riesgos mortales, en particular las mujeres, y los afrontan para ganar un promedio de US$ 5.000 por viaje. En sus países de origen es una fortuna: la gente sobrevive con menos de dos dólares diarios (Nigeria, Angola, Gabón).

La parte área del tráfico es más compleja. Los “Beechcraft” cubren Venezuela, Panamá, Centroamérica, las tres Guayanas, Haití y hasta México (en este caso, la ruta a Estados Unidos-Canadá, en sociedad con bandas aztecas). Estas máquinas forman parte del negocio mayorista de la cocaína, pues las “mulas” son en realidad minoristas –viajan en aviones o barcos de línea- y de cabotaje.

Con la dosis de cocaína promediando cien euros en Italia, Francia y países limítrofes, las utilidades superan varias veces los costos y fletes. Por otra parte, el negocio europeo (€ 42.000/US$ 55.000 el kilo) deja muy atrás al norteamericano, donde el kilo cuesta menos de € 20.000, es decir US$ 26.000).

Aliados a socios de Europa occidental, los carteles del circuito andino han encontrado nuevos caminos que pasan por Nigeria, Benín, Togo, Guinea-Bisáu o Senegal. El gigante petrolero africano provee las mejores “mulas” minoristas disponibles en el mercado, en tanto la mezcla de miseria y corrupción endémicas en toda el área permite registrar veloces naves y eficaces “Beechcraft” (avioneta preferida en el negocio) para cubrir el cabotaje rumbo a España, Portugal, Italia y Francia.

En realidad, nada de eso es novedad. Sí lo es que el tráfico incluya ahora islotes de un archipiélago estratégicamente ubicado, Cabo Verde, adquiridos por testaferros europeos para emplearlos como bases. Esto tiene un lado irónico: era la geografía, en los siglos XVI a XIX, común al comercio de esclavos africanos para América y Europa.

El mapa es fácil de seguir. Las rutas parten de Colombia, Bolivia, Ecuador, Panamá o algunas Antillas menores y cruzan el Atlántico –a veces con escalas en el río de la Plata- hacia las costas de Sudán y Guinea, es decir el arco que desde el golfo de Biafra (Camarones, Nigeria) hasta la boca del río Senegal. Las islas “privatizadas” abarcan el grupo Cabo Verde y alcanzan las Príncipe, frente a Gabón.

Las “mulas” mayoristas pueden transportar hasta veinte kilos en cada viaje por tierra o mar. Las “minoristas” llevan hasta diez kilos en los equipajes, el estómago y otras partes de cuerpo. Corren riesgos mortales, en particular las mujeres, y los afrontan para ganar un promedio de US$ 5.000 por viaje. En sus países de origen es una fortuna: la gente sobrevive con menos de dos dólares diarios (Nigeria, Angola, Gabón).

La parte área del tráfico es más compleja. Los “Beechcraft” cubren Venezuela, Panamá, Centroamérica, las tres Guayanas, Haití y hasta México (en este caso, la ruta a Estados Unidos-Canadá, en sociedad con bandas aztecas). Estas máquinas forman parte del negocio mayorista de la cocaína, pues las “mulas” son en realidad minoristas –viajan en aviones o barcos de línea- y de cabotaje.

Con la dosis de cocaína promediando cien euros en Italia, Francia y países limítrofes, las utilidades superan varias veces los costos y fletes. Por otra parte, el negocio europeo (€ 42.000/US$ 55.000 el kilo) deja muy atrás al norteamericano, donde el kilo cuesta menos de € 20.000, es decir US$ 26.000).

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