Mercados turbulentos y un modelo bancario en peligro

Las mayores entidades financieras de Estados Unidos y sus voceros en medios especializados solían afirmar que sus utilidades eran a prueba de balas. Diversificación y volumen las blindaban contra corridas. Ya no tanto.

13 septiembre, 2007

Citigroup, JP Morgan Chase y Bank of America –líderes en activos y capitalización bursátil- no están completamente a salvo de las turbulencias globales iniciadas a fines de julio. En particular los dos primeros, cuyos ingresos y ganancias siguen atados a negocios tradicionales de Wall Street. Para el caso, banca de inversión y colocación de deuda.

Sin embargo, este tipo de “bancos universales” parece todavía en mejor situación para capear malos momentos como los actuales, si no se prolongan demasiado. Así, con US$ 2 billones en activos, Citigroup facturó por cerca de 89.600 millones en 2006. Ambas cifras superan en más del doble las de Goldman Sachs (US$ 943.000 y 37.700 millones), una de las firma de valores castigadas por malas hipotecas e iliquidez financiera.

La clave reside en que los bancos universales cubren segmentos todavía libres de esas dos crisis. Especialmente, banca minorista, tarjetas (un negocio leonino) y crédito a medianas empresas. Pero, ahora, estas instituciones deben aprestarse a afrontar un problema derivado de la crisis financiera: compras apalancadas congeladas, suspendidas o al borde del colapso.

Aparte de asesorar a fondos de capital extrabursátil en esas operaciones, los grandes bancos también empaquetan y recolocan las deudas que financian esos negocios. Como los fondos especulativos casi no ponen un dólar, si los inversores –individuales, institucionales- no compran esos paquetes, los bancos se quedan con pasivos sin colocar. Por supuesto, tienen más opciones que sus competidores más especializados en Wall Street o Londres.

Citigroup, JP Morgan Chase y Bank of America evolucionaron desigualmente en agosto. Los papeles de BofA avanzaron 5,3%, pero los de JPM apenas lo hicieron en 0,4% y los de Citi cedieron 1,2%. Mientras, el índice DJ Wilshire (servicios de inversión, o sea firma de valores neoyorquinas) bajaba 3,5%. Desde hace cinco semanas, por cierto, varios analistas financieros recomiendan vender acciones de Bear Stearns, Morgan Stanley, Goldman Sachs, Lehman Brothers y Merrill Lynch. No queda nada sagrado.

Parte del fenómeno se debe a que los bancos universales han evolucionado y las firmas de valores se quedaron atrás. Desde la fusión Citibank-Travelers’ group (1998), el modelo ha idos ajustándose. Verbigracia, Citigroup y JP Morgan vendieron sus aseguradoras, tras descubrir que los clientes bancarios ya no quieren pólizas, un negocio en decadencia.

Hoy, Citi vuelve a eliminar segmentos riesgosos: cerró la división fondos de cobertura -creada hace pocos años vía Old Partners y Tribeca- y devolvió US$ 500 millones al público. Cabe una observación: el otro gran casamiento de 1998, DaimlerChrysler, fue un rotundo fracaso porque no hizo los cambios necesarios para prosperar. Como resultado, los activos de Chrysler se derrumbaron de US$ 34.000 a 7.400 millones y la compra apalancada (Cerberus Capital) corre peligro.

Citigroup, JP Morgan Chase y Bank of America –líderes en activos y capitalización bursátil- no están completamente a salvo de las turbulencias globales iniciadas a fines de julio. En particular los dos primeros, cuyos ingresos y ganancias siguen atados a negocios tradicionales de Wall Street. Para el caso, banca de inversión y colocación de deuda.

Sin embargo, este tipo de “bancos universales” parece todavía en mejor situación para capear malos momentos como los actuales, si no se prolongan demasiado. Así, con US$ 2 billones en activos, Citigroup facturó por cerca de 89.600 millones en 2006. Ambas cifras superan en más del doble las de Goldman Sachs (US$ 943.000 y 37.700 millones), una de las firma de valores castigadas por malas hipotecas e iliquidez financiera.

La clave reside en que los bancos universales cubren segmentos todavía libres de esas dos crisis. Especialmente, banca minorista, tarjetas (un negocio leonino) y crédito a medianas empresas. Pero, ahora, estas instituciones deben aprestarse a afrontar un problema derivado de la crisis financiera: compras apalancadas congeladas, suspendidas o al borde del colapso.

Aparte de asesorar a fondos de capital extrabursátil en esas operaciones, los grandes bancos también empaquetan y recolocan las deudas que financian esos negocios. Como los fondos especulativos casi no ponen un dólar, si los inversores –individuales, institucionales- no compran esos paquetes, los bancos se quedan con pasivos sin colocar. Por supuesto, tienen más opciones que sus competidores más especializados en Wall Street o Londres.

Citigroup, JP Morgan Chase y Bank of America evolucionaron desigualmente en agosto. Los papeles de BofA avanzaron 5,3%, pero los de JPM apenas lo hicieron en 0,4% y los de Citi cedieron 1,2%. Mientras, el índice DJ Wilshire (servicios de inversión, o sea firma de valores neoyorquinas) bajaba 3,5%. Desde hace cinco semanas, por cierto, varios analistas financieros recomiendan vender acciones de Bear Stearns, Morgan Stanley, Goldman Sachs, Lehman Brothers y Merrill Lynch. No queda nada sagrado.

Parte del fenómeno se debe a que los bancos universales han evolucionado y las firmas de valores se quedaron atrás. Desde la fusión Citibank-Travelers’ group (1998), el modelo ha idos ajustándose. Verbigracia, Citigroup y JP Morgan vendieron sus aseguradoras, tras descubrir que los clientes bancarios ya no quieren pólizas, un negocio en decadencia.

Hoy, Citi vuelve a eliminar segmentos riesgosos: cerró la división fondos de cobertura -creada hace pocos años vía Old Partners y Tribeca- y devolvió US$ 500 millones al público. Cabe una observación: el otro gran casamiento de 1998, DaimlerChrysler, fue un rotundo fracaso porque no hizo los cambios necesarios para prosperar. Como resultado, los activos de Chrysler se derrumbaron de US$ 34.000 a 7.400 millones y la compra apalancada (Cerberus Capital) corre peligro.

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