Mediobanca: fin de todo un estilo financiero en Italia

Los principales accionistas de Mediobanca (Milán) aprobaron drásticos cambios en estructura y prácticas del banco más influyente en Italia. Observadores europeos comparan esto con lo ocurrido en Fiat tras la muerte de Giovanni Agnelli.

15 abril, 2003

Incidentalmente, el sucesor de Giovanni, Umberto Agnelli, retiene 1,92% en el paquete Mediobanca, donde lo acompañan como accionistas individuales otros personajes decisivos. Entre ellos, Marco Tronchetta Provera (Pirelli-Telecom, 1,92%), Vincent Belloré (5%) o Giampiero Pesenti (Italmobiliari, 2,76%). Por supuesto, hay participaciones de mayor envergadura pero, en realidad, les caben a sociedades: las de Cesare Geronzi (Capitalia, 9,49%) y Carlo Salvatori (Unicredito, 8,75%).

Pero la reforma de fondo implica el pacto de sindicatura y control, junto con una nueva cúpula. Así, los cargos de presidente y administrador delegado (juntos equivalen a la figura del CEO) se reúnen en Gabriele Galateri. A su vez, Alberto Nagel y Renato Pagliaro ascienden a director y secretario general, respectivamente. Otro factor decisivo es el ingreso de franceses al paquete. Además de Belloré, la firma Groupama y Takar ben Ammar (ex Oltralpe), con 3% cada uno.

No obstante, el cambio más espectacular, que sintetiza en un plumazo algo que a Fiat le llevó cuatro años, es la renuncia de Vincenzo Maranghi. Como delfín del difunto Enrico Cuccia (1907/2000), Maranghi encarnaba una tradición de secretos, intrigas e intercambio de influencia. A punto tal que un hombre de Cuccia, Cesare Romiti, desempeñó funciones claves en Fiat. Enemigo interno de Umberto, Romiti saneó las finanzas de ambos holdings (Ifi, Ifil), tras lo cual se lo desplazó en la cadena de mandos.

Tal era el poder del siciliano Cuccia –confundador de Mediobanca en 1946- que pudo “castigar” a los Agnelli quitándoles el control de Telecom Italia, bloqueando una fusión con Deutsche Telekom –hubiese prevenido los ulteriores quebrantos financieros de la alemana- y entregando TI a Roberto Colannino, de Olivetti (compañía donde Mediobanca siempre tuvo influencia decisoria). En realidad, aunque Cuccia murió hace tres años, muchos sospechan que la propuesta de Colannino (diciembre último) para desplazar a General Motors y timonear Fiat Auto, provenía de ideas formuladas en privado por Cuccia al saber, en 1999, que GM ingresaría al paquete Fiat. El “factótum” de Mediobanca detestaba al capital norteamericano.

Ahora toda esa historia, iniciada con Mediobanca misma, hace 57 años, da un vuelco. “La entidad se europeiza, se hace más transparente y abandona ese clima florentino que lo caracterizaba”, comentaban dos medios peninsulares. “La matriz está en Milán, pero su estilo no es Sforza, sino Medici”, solía decir Carlo de Benedetti, hombre del propio Cuccia.

Incidentalmente, el sucesor de Giovanni, Umberto Agnelli, retiene 1,92% en el paquete Mediobanca, donde lo acompañan como accionistas individuales otros personajes decisivos. Entre ellos, Marco Tronchetta Provera (Pirelli-Telecom, 1,92%), Vincent Belloré (5%) o Giampiero Pesenti (Italmobiliari, 2,76%). Por supuesto, hay participaciones de mayor envergadura pero, en realidad, les caben a sociedades: las de Cesare Geronzi (Capitalia, 9,49%) y Carlo Salvatori (Unicredito, 8,75%).

Pero la reforma de fondo implica el pacto de sindicatura y control, junto con una nueva cúpula. Así, los cargos de presidente y administrador delegado (juntos equivalen a la figura del CEO) se reúnen en Gabriele Galateri. A su vez, Alberto Nagel y Renato Pagliaro ascienden a director y secretario general, respectivamente. Otro factor decisivo es el ingreso de franceses al paquete. Además de Belloré, la firma Groupama y Takar ben Ammar (ex Oltralpe), con 3% cada uno.

No obstante, el cambio más espectacular, que sintetiza en un plumazo algo que a Fiat le llevó cuatro años, es la renuncia de Vincenzo Maranghi. Como delfín del difunto Enrico Cuccia (1907/2000), Maranghi encarnaba una tradición de secretos, intrigas e intercambio de influencia. A punto tal que un hombre de Cuccia, Cesare Romiti, desempeñó funciones claves en Fiat. Enemigo interno de Umberto, Romiti saneó las finanzas de ambos holdings (Ifi, Ifil), tras lo cual se lo desplazó en la cadena de mandos.

Tal era el poder del siciliano Cuccia –confundador de Mediobanca en 1946- que pudo “castigar” a los Agnelli quitándoles el control de Telecom Italia, bloqueando una fusión con Deutsche Telekom –hubiese prevenido los ulteriores quebrantos financieros de la alemana- y entregando TI a Roberto Colannino, de Olivetti (compañía donde Mediobanca siempre tuvo influencia decisoria). En realidad, aunque Cuccia murió hace tres años, muchos sospechan que la propuesta de Colannino (diciembre último) para desplazar a General Motors y timonear Fiat Auto, provenía de ideas formuladas en privado por Cuccia al saber, en 1999, que GM ingresaría al paquete Fiat. El “factótum” de Mediobanca detestaba al capital norteamericano.

Ahora toda esa historia, iniciada con Mediobanca misma, hace 57 años, da un vuelco. “La entidad se europeiza, se hace más transparente y abandona ese clima florentino que lo caracterizaba”, comentaban dos medios peninsulares. “La matriz está en Milán, pero su estilo no es Sforza, sino Medici”, solía decir Carlo de Benedetti, hombre del propio Cuccia.

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