La AFA y el Hockey con nuevos sponsors

Repsol YPF pagará US$ 3,5 millones para que su nombre aparezca en la publicidad estática de los estadios en los que juegue la Selección Argentina de Fútbol. Visa será la marca oficial de las Leonas de Sidney.

18 abril, 2001

El equipo nacional de hockey femenino, reconocido en el mundo por haber ganado la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Sydney, cerró un contrato con la tarjeta de crédito internacional Visa para portar la marca en sus camisetas, durante tres años y por un monto que oscilaría -aunque no fue confirmado por la empresa-, entre US$ 400.000 y US$ 450.000, según fuentes cercanas.

La Asociación Argentina de Fútbol (AFA) anunció por su parte que la petrolera española Repsol YPF aportará US$ 3,5 millones hasta fines de 2002 para colocar su nombre en la publicidad estática de los estadios en los que la Selección Nacional dispute sus cotejos.

Después de que lo hicieran la propia Visa, la cervecería Quilmes, la multinacional Coca Cola y la compañía de indumentaria deportiva Reebok, ahora será la petrolera ibérica la que apostará a la pasión futbolera y al magnetismo de la casaca nacional.

Los millonarios números que se manejan en el fútbol tuvieron probablemente su punto máximo cuando la firma norteamericana Nike anunció que pagaría la friolera de US$ 400 millones para que la selección brasileña vistiera casacas de su marca durante diez años.

Esa operación generó una innumerable cantidad de sospechas y trascendidos, que cuestionaron tácitamente los manejos comerciales del equipo brasileño y hasta comprometieron la imagen del hoy aún lesionado Ronaldo, máxima figura de ese deporte para la fecha del contrato.

Si bien en otros países el fenómeno de la sponsorización millonaria va de la mano de los nombres propios y de personajes como Tiger Woods, Anna Kournikova o Michael Schumacher, en la Argentina esa tendencia se ha traducido en un interés creciente sobre los equipos nacionales más representativos y carismáticos.

Las grandes figuras argentinas no han podido asomarse aún a los umbrales de lo que ganan por publicidad otras del resto del mundo, pero deportistas como Gabriel Batistuta, Hernán Crespo, Sebastián Verón o Javier Saviola, están cerca de superar ese límite histórico gracias, en muchos casos, a la camiseta de la selección que hoy dirige Marcelo Bielsa.

Quizás la mejor excepción a está regla sean los US$ 630.000 que ganó el golfista chaqueño José Cóceres en el Worldcom Classic de Hilton Head, porque nunca ningún deportista argentino -ni siquiera Gabriela Sabatini en sus mejores épocas- obtuvó tanto dinero por una actuación individual.

El deporte espectáculo se ha convertido en el objetivo número uno de la publicidad mundial y las empresas lo han entendido a la perfección; tanto, que no dudan en ofrecer cifras millonarias por está codiciada vidriera.

En el caso del fútbol argentino, el negocio adquiere ribetes de telenovela cuando los millones que manejan los grandes equipos y la misma AFA gracias a los ingresos por publicidad y gerenciamiento de imagen, chocan con la realidad de la mayoría de los clubes, afectados por agujeros financieros casi irreparables.

Fuentes de Futbolistas Argentinos Agremiados le agregaron un nuevo matiz a la cuestión cuando sugirieron la posibilidad, que se haría pública en las próximas horas, de declarar una huelga general si los clubes no saldan la deuda total que mantienen con los jugadores y que sería superior a los $ 50 millones por todo concepto (sueldos, primas, y premios).

La pregunta entonces obvia es: ¿cuál será el destino de esos ingresos teniendo en cuenta que federaciones como la AFA constituyen, en última instancia, el reaseguro institucional de un deporte que lejos estuvo en sus comienzos de guiarse por los lineamientos comerciales que hoy lo atraviesan?

Después del brillante desempeño de la selección nacional de Rugby durante el último mundial de esa disciplina, el dinero por publicidad –obtenido de marcas como Heineken, Peugeot, Visa (que pagó US$ 450.000 por año para estar presente en la camiseta de los Pumas) o British Airways, superó cualquier antecedente histórico para ese deporte y abrió la puerta a una fuente de dinero que parece no tener límites.

Pero que con todo terminó destinándose a fomentar la práctica seria y organizada de una actividad que en la Argentina no pasó jamás del simple amateurismo.

En este contexto, las feroces disputas entre los fabricantes de automóviles y los organizadores y propietarios de los derechos televisivos de la Fórmula 1 por los millonarios números que se juegan en esa competencia, reducen los acuerdos locales a niveles irrisorios, aunque son el mejor ejemplo de la tendencia que impera a nivel mundial.

Mientras tanto, el escenario que se vislumbra es demasiado heterogéneo como para hacer pronósticos aventurados, pero lo indiscutible es que la aparición de figuras convocantes, del tipo Diego Maradona, es en la actualidad menor. Y que el fenómeno contrasta con la capacidad de negociación, casi corporativa, que presentan las grandes federaciones y clubes, contra la debacle penosa y al parecer irreversible de las antiguas y conmovedoras instituciones deportivas de barrio.

El equipo nacional de hockey femenino, reconocido en el mundo por haber ganado la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Sydney, cerró un contrato con la tarjeta de crédito internacional Visa para portar la marca en sus camisetas, durante tres años y por un monto que oscilaría -aunque no fue confirmado por la empresa-, entre US$ 400.000 y US$ 450.000, según fuentes cercanas.

La Asociación Argentina de Fútbol (AFA) anunció por su parte que la petrolera española Repsol YPF aportará US$ 3,5 millones hasta fines de 2002 para colocar su nombre en la publicidad estática de los estadios en los que la Selección Nacional dispute sus cotejos.

Después de que lo hicieran la propia Visa, la cervecería Quilmes, la multinacional Coca Cola y la compañía de indumentaria deportiva Reebok, ahora será la petrolera ibérica la que apostará a la pasión futbolera y al magnetismo de la casaca nacional.

Los millonarios números que se manejan en el fútbol tuvieron probablemente su punto máximo cuando la firma norteamericana Nike anunció que pagaría la friolera de US$ 400 millones para que la selección brasileña vistiera casacas de su marca durante diez años.

Esa operación generó una innumerable cantidad de sospechas y trascendidos, que cuestionaron tácitamente los manejos comerciales del equipo brasileño y hasta comprometieron la imagen del hoy aún lesionado Ronaldo, máxima figura de ese deporte para la fecha del contrato.

Si bien en otros países el fenómeno de la sponsorización millonaria va de la mano de los nombres propios y de personajes como Tiger Woods, Anna Kournikova o Michael Schumacher, en la Argentina esa tendencia se ha traducido en un interés creciente sobre los equipos nacionales más representativos y carismáticos.

Las grandes figuras argentinas no han podido asomarse aún a los umbrales de lo que ganan por publicidad otras del resto del mundo, pero deportistas como Gabriel Batistuta, Hernán Crespo, Sebastián Verón o Javier Saviola, están cerca de superar ese límite histórico gracias, en muchos casos, a la camiseta de la selección que hoy dirige Marcelo Bielsa.

Quizás la mejor excepción a está regla sean los US$ 630.000 que ganó el golfista chaqueño José Cóceres en el Worldcom Classic de Hilton Head, porque nunca ningún deportista argentino -ni siquiera Gabriela Sabatini en sus mejores épocas- obtuvó tanto dinero por una actuación individual.

El deporte espectáculo se ha convertido en el objetivo número uno de la publicidad mundial y las empresas lo han entendido a la perfección; tanto, que no dudan en ofrecer cifras millonarias por está codiciada vidriera.

En el caso del fútbol argentino, el negocio adquiere ribetes de telenovela cuando los millones que manejan los grandes equipos y la misma AFA gracias a los ingresos por publicidad y gerenciamiento de imagen, chocan con la realidad de la mayoría de los clubes, afectados por agujeros financieros casi irreparables.

Fuentes de Futbolistas Argentinos Agremiados le agregaron un nuevo matiz a la cuestión cuando sugirieron la posibilidad, que se haría pública en las próximas horas, de declarar una huelga general si los clubes no saldan la deuda total que mantienen con los jugadores y que sería superior a los $ 50 millones por todo concepto (sueldos, primas, y premios).

La pregunta entonces obvia es: ¿cuál será el destino de esos ingresos teniendo en cuenta que federaciones como la AFA constituyen, en última instancia, el reaseguro institucional de un deporte que lejos estuvo en sus comienzos de guiarse por los lineamientos comerciales que hoy lo atraviesan?

Después del brillante desempeño de la selección nacional de Rugby durante el último mundial de esa disciplina, el dinero por publicidad –obtenido de marcas como Heineken, Peugeot, Visa (que pagó US$ 450.000 por año para estar presente en la camiseta de los Pumas) o British Airways, superó cualquier antecedente histórico para ese deporte y abrió la puerta a una fuente de dinero que parece no tener límites.

Pero que con todo terminó destinándose a fomentar la práctica seria y organizada de una actividad que en la Argentina no pasó jamás del simple amateurismo.

En este contexto, las feroces disputas entre los fabricantes de automóviles y los organizadores y propietarios de los derechos televisivos de la Fórmula 1 por los millonarios números que se juegan en esa competencia, reducen los acuerdos locales a niveles irrisorios, aunque son el mejor ejemplo de la tendencia que impera a nivel mundial.

Mientras tanto, el escenario que se vislumbra es demasiado heterogéneo como para hacer pronósticos aventurados, pero lo indiscutible es que la aparición de figuras convocantes, del tipo Diego Maradona, es en la actualidad menor. Y que el fenómeno contrasta con la capacidad de negociación, casi corporativa, que presentan las grandes federaciones y clubes, contra la debacle penosa y al parecer irreversible de las antiguas y conmovedoras instituciones deportivas de barrio.

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