Interbrew, una cervecera en pos de sede off shore

Mientras se fusiona con la brasileña AmBev –controlante de Quilmes en Argentina-, la belga Interbrew quiere mudarse a alguna plaza extraterritorial, libre de impuestos. Esto parece una tradición cervecera...

13 abril, 2004

Según confirman fuentes allegadas al negocio en Londres y Bruselas, la fabricante de Stella Artois sólo espera completar la fusión por € 9.200 millones con AmBev para abandonar Bélgica e instalar la sede social del futuro grupo en un “puerto franco”. Curiosamente, los propietarios originales de la argentina Quilmes atendían en Luxemburgo y los de Bieckert en Suiza.

Esto no es nuevo en la actividad. Ya en el siglo XIX, la Budweiser original abandonó oficinas en Pilsen (Bohemia, por entonces Austria-Hungría, cuyo fisco era voraz) en favor de Estados Unidos, donde –por esos tiempos- los negocios privados casi no tributaban. Resultado: hoy la marca la comparten entre una compañía norteamericana y una checa. Pero los respectivos productos son muy diferentes. Es más: la versión argentina de “Bud” sabe más a Pilsen que a Milwaukee.

Volviendo a Interbrew, es decir Stella Artois, la mudanza –Merrill Lynch presume que a Luxemburgo, tan luego- es vista con malos ojos en Bélgica. Ocurre que la firma originaria fue fundada en… 1366. Con 638 años a cuestas, es más antigua que la inmensa mayoría de cerveceras holandesas, alemanas, francesas y escandinavas. El inminente retoque de nombre –en un rapto de imaginación, la rebautizarán “InterbrewAmBev”- trata de salvar la cara, pero la prensa local no cesa de criticar a la compañía.

También hay complicaciones políticas: Jean-Luc Dehaene, político valón y ex primer ministro, es director de número en Interbrew. Naturalmente, sus rivales de habla flamenca no dejan de menear esa conexión y esto preocupa a la coalición en el poder, encabezada por Guy Verhostad, que afronta elecciones en junio. Todo eso explica que, días atrás, la firma asegurase que la “sede física” seguiría en Leuven, un suburbio de Bruselas.

No terminan ahí los problemas. Documentos publicados tras el acuerdo de fusión revelan que los accionistas controlantes de ambas empresas exigen “revisar, dentro del primer año, la conveniencia y la factibilidad del cambio de domicilio legal”. En cuanto a la fusión en sí, se supone que cristalizará en el próximo trimestre, aunque siga pendiente una demanda para bloquearla, interpuesta por la mexicana Femsa.

Según confirman fuentes allegadas al negocio en Londres y Bruselas, la fabricante de Stella Artois sólo espera completar la fusión por € 9.200 millones con AmBev para abandonar Bélgica e instalar la sede social del futuro grupo en un “puerto franco”. Curiosamente, los propietarios originales de la argentina Quilmes atendían en Luxemburgo y los de Bieckert en Suiza.

Esto no es nuevo en la actividad. Ya en el siglo XIX, la Budweiser original abandonó oficinas en Pilsen (Bohemia, por entonces Austria-Hungría, cuyo fisco era voraz) en favor de Estados Unidos, donde –por esos tiempos- los negocios privados casi no tributaban. Resultado: hoy la marca la comparten entre una compañía norteamericana y una checa. Pero los respectivos productos son muy diferentes. Es más: la versión argentina de “Bud” sabe más a Pilsen que a Milwaukee.

Volviendo a Interbrew, es decir Stella Artois, la mudanza –Merrill Lynch presume que a Luxemburgo, tan luego- es vista con malos ojos en Bélgica. Ocurre que la firma originaria fue fundada en… 1366. Con 638 años a cuestas, es más antigua que la inmensa mayoría de cerveceras holandesas, alemanas, francesas y escandinavas. El inminente retoque de nombre –en un rapto de imaginación, la rebautizarán “InterbrewAmBev”- trata de salvar la cara, pero la prensa local no cesa de criticar a la compañía.

También hay complicaciones políticas: Jean-Luc Dehaene, político valón y ex primer ministro, es director de número en Interbrew. Naturalmente, sus rivales de habla flamenca no dejan de menear esa conexión y esto preocupa a la coalición en el poder, encabezada por Guy Verhostad, que afronta elecciones en junio. Todo eso explica que, días atrás, la firma asegurase que la “sede física” seguiría en Leuven, un suburbio de Bruselas.

No terminan ahí los problemas. Documentos publicados tras el acuerdo de fusión revelan que los accionistas controlantes de ambas empresas exigen “revisar, dentro del primer año, la conveniencia y la factibilidad del cambio de domicilio legal”. En cuanto a la fusión en sí, se supone que cristalizará en el próximo trimestre, aunque siga pendiente una demanda para bloquearla, interpuesta por la mexicana Femsa.

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