Hyundai: sentencia a su poderoso presidente ejecutivo

Los vientos están cambiando para la oligarquía surcoreana. Chung Mong-ku fue condenado por malversar fondos de Hyundai Motor. Esto permite esperar una mejora de calidad empresaria compatible con la prosperidad económica.

6 febrero, 2007

Un tribunal de Seúl le dio tres años de cárcel a uno de los hombres más influyentes en los negocios locales y regionales. Esto es otro golpe a una institución, el “chaebol”, especie de conglomerado financiero, industrial y “lobby” de base familiar. Su inspiración era el “zaibatsu”, grupo de corte vertical desarrollado en Japón tras la reforma Meiji (1873 en adelante). Los coreanos lo copiaron y deformaron bajo la ocupación nipona (1895-1945).

Luego de años de tolerancia a fraudes y sobornos, la justicia se ha unido en esfuerzos para poner en caja a los “chaebol” y sus jerarcas hereditarios. No obstante, la idea no es eliminarlos sino limpiarlos y modernizarlos, pues son (como los ”keiretsu” japoneses”) claves para la economía. Debe señalar se que, así como el concepto occidental de democracia es exótico en casi toda Asia –desde el Mediterráneo hasta el Pacífico-, ciertas prácticas empresarias hacen al funcionamiento de esos países.

Sin embargo, el actual proceso surcoreano tiende a mayor transparencia en el manejo de las sociedades y la aplicación de principios contables más estrictos. Por supuesto, el fallo crea -como ocurrió en Samsung- incertidumbres en la cúpula. El sexto fabricante mundial de automotores en volumen afronta dificultades para seguir creciendo y afrontar la competencia de coches chinos más baratos ( y de Daewoo en su propio mercado).

Chung apelará el veredicto, pero las cosas en Hyundai ya no serán como antes. Desde la crisis financiera regional de 1997/8, en efecto, Seúl viene presionado a sus oligarcas para que adopten pautas internacionales, sean más cristalinos y responsables. Existía un móvil básico: los bancos redujeron créditos y obligaron a las compañías a depender más de inversores privados locales y extranjeros.

La transformación ha sido y es dificultosa para gigantes tipo Hyundai, Samsung o LG Electronics. Gran parte de la culpa es de ellos mismos, porque siguen siendo dirigidos por hijos o nietos de fundadores. A su vez, estos creen que sus empresas son familiares y olvidas que cotizan en la bolsa o que deben recurrir a bancas internacionales. Ya en 2003, Chey Tae-won (entonces presidente de SK Corporation) fue condenado por un fraude contable de US$ 2.000 millones. Recién en 2006 un tribunal de apelación le conmutó la sentencia a tres años, aunque le mantuvo un embargo personal por US$ 50 millones.

En este punto surge otro factor distorsionante: el poder político suele gestionar perdones o conmutaciones para oligarcas. Como sucede en Japón, Taiwán, India o Malasia, los nexos entre el gobierno y los clanes económicos son antiguos y fuertes.

Un tribunal de Seúl le dio tres años de cárcel a uno de los hombres más influyentes en los negocios locales y regionales. Esto es otro golpe a una institución, el “chaebol”, especie de conglomerado financiero, industrial y “lobby” de base familiar. Su inspiración era el “zaibatsu”, grupo de corte vertical desarrollado en Japón tras la reforma Meiji (1873 en adelante). Los coreanos lo copiaron y deformaron bajo la ocupación nipona (1895-1945).

Luego de años de tolerancia a fraudes y sobornos, la justicia se ha unido en esfuerzos para poner en caja a los “chaebol” y sus jerarcas hereditarios. No obstante, la idea no es eliminarlos sino limpiarlos y modernizarlos, pues son (como los ”keiretsu” japoneses”) claves para la economía. Debe señalar se que, así como el concepto occidental de democracia es exótico en casi toda Asia –desde el Mediterráneo hasta el Pacífico-, ciertas prácticas empresarias hacen al funcionamiento de esos países.

Sin embargo, el actual proceso surcoreano tiende a mayor transparencia en el manejo de las sociedades y la aplicación de principios contables más estrictos. Por supuesto, el fallo crea -como ocurrió en Samsung- incertidumbres en la cúpula. El sexto fabricante mundial de automotores en volumen afronta dificultades para seguir creciendo y afrontar la competencia de coches chinos más baratos ( y de Daewoo en su propio mercado).

Chung apelará el veredicto, pero las cosas en Hyundai ya no serán como antes. Desde la crisis financiera regional de 1997/8, en efecto, Seúl viene presionado a sus oligarcas para que adopten pautas internacionales, sean más cristalinos y responsables. Existía un móvil básico: los bancos redujeron créditos y obligaron a las compañías a depender más de inversores privados locales y extranjeros.

La transformación ha sido y es dificultosa para gigantes tipo Hyundai, Samsung o LG Electronics. Gran parte de la culpa es de ellos mismos, porque siguen siendo dirigidos por hijos o nietos de fundadores. A su vez, estos creen que sus empresas son familiares y olvidas que cotizan en la bolsa o que deben recurrir a bancas internacionales. Ya en 2003, Chey Tae-won (entonces presidente de SK Corporation) fue condenado por un fraude contable de US$ 2.000 millones. Recién en 2006 un tribunal de apelación le conmutó la sentencia a tres años, aunque le mantuvo un embargo personal por US$ 50 millones.

En este punto surge otro factor distorsionante: el poder político suele gestionar perdones o conmutaciones para oligarcas. Como sucede en Japón, Taiwán, India o Malasia, los nexos entre el gobierno y los clanes económicos son antiguos y fuertes.

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