Grupo Fiat: ¿se impone el management profesional?

Otro cargo clave, la gerencia general –dejada por Giuseppe Morchio-, fue a manos ajenas a la familia. Mientras Luca Cordero Montezemolo acelera el relanzamiento planeado por Umberto A., Giovanni Agnelli e Cia pasa a Gianluigi Gabetti.

2 junio, 2004

Dentro y fuera de Italia, el nombramiento de Sergio Marchionne (formado en Toronto, Canadá) fue interpretado como un repliegue –se ignora si táctico o estratégico- de la familia. Las decisiones tomadas luego en cuanto a la comandita apuntan en igual sentido.

El conservador “Corriere della sera”, fue más lejos. Una viñeta de tapa, martes 1°, bajo “economía nacional”, mostraba tres efigies de Montezemolo: Ferrari, Cofindustria (la UIA italiana) y Fiat. Abajo, un juego de palabras: “tre monti zemoli”. En otras palabras, hoy el CEO del “lingotto” acumula mayor poder formal, especialmennte hacia fuera, que sus antecesores.

En verdad, Morchio tuvo que irse porque aspiraba a ser pequeño accionista de la empresa, algo que –más cauto- Montezemolo no busca. Por el contrario, su proyecto parece ser profesionalizar el management, punto generalmente débil en conglomerados de origen familiar o dinástico. Esta reorganización coincide con una fase difícil para el grupo.

Los costos altos y la pérdida de mercados pusieron en crisis Fiat Auto en 2000. Esta filial todavía aporta 42% de los ingresos anuales. Su peso se refleja en los sucesivos rojos contables. Pero la gestión de Umberto y Morchio logró reducir 33% el déficit entre 2002 (€ 762 millones) y 2003 (510 millones).

No obstante, Fiat SpA mantiene una deuda con seis bancos, por poco más de € 3.000 millones. Ésta es la clave del futuro institucional, pues –dentro de un año- esas entidades podrán capitalizar acreencias y, por ende, transformarse en accionistas dominantes. Esto explica –aun descontando un arreglo con General Motors, 10% de Fiat Auto-, a criterio de analistas suizos, británicos y norteamericanos, el repliegue de la familia, la etapa Montezemolo y el arribo de Marchionne, hasta ahora director ejecutivo de la consultora tecnológica hélveta SGS.

Sin duda, un eventual ingreso de los bancos acreedores al paquete Fiat reducirá notablemente el peso de la familia (30,06% en este momento) y, por ende, de la “caja fuerte”, Giovanni Agnelli e Cía. En ese caso, también los dos holdings vía los cuales la familia está en Fiat SpA (IFI, IFIL) perderán relevancia en cuanto al manejo real del grupo.

Tal vez por ello, la comandita ha quedado en manos de un cuarteto: Gabetti como presidente, John Elkann como vice, Tiberto Brandolini Adda y Alesandro Nasi, como directores. Surge aquí otra señal: la máxima autoridad no es de la familia.

Los 103 años de Fabbrica Italiana d’Automobili Torino (F.I.A.T.) fueron una sucesión ordenada. El cofundador, Giovanni Agnelli, asume la dirección general en 1902 hasta su muerte, en 1945. Esto coincide con el fina de la II guerra mundial e inicia una serie de intervenciones gubernamentales al denso sistema industrial elaborado bajo el fascismo (1924 a 1943). Giovanni hijo, empero, nunca está lejos de la firma y, en 1962, asume formalmente las funciones de su padre.

En 1996, Giovanni II queda como presidente honorario –su enfermedad estaba avanzada-, con Cesare Romiti como poder real y Umberto buscando su propio espacio. Al mismo tiempo, comienza una interna familiar. En 2003 fallece Giovanni, desplazan al ambicioso Romiti y asume Umberto.

Dentro y fuera de Italia, el nombramiento de Sergio Marchionne (formado en Toronto, Canadá) fue interpretado como un repliegue –se ignora si táctico o estratégico- de la familia. Las decisiones tomadas luego en cuanto a la comandita apuntan en igual sentido.

El conservador “Corriere della sera”, fue más lejos. Una viñeta de tapa, martes 1°, bajo “economía nacional”, mostraba tres efigies de Montezemolo: Ferrari, Cofindustria (la UIA italiana) y Fiat. Abajo, un juego de palabras: “tre monti zemoli”. En otras palabras, hoy el CEO del “lingotto” acumula mayor poder formal, especialmennte hacia fuera, que sus antecesores.

En verdad, Morchio tuvo que irse porque aspiraba a ser pequeño accionista de la empresa, algo que –más cauto- Montezemolo no busca. Por el contrario, su proyecto parece ser profesionalizar el management, punto generalmente débil en conglomerados de origen familiar o dinástico. Esta reorganización coincide con una fase difícil para el grupo.

Los costos altos y la pérdida de mercados pusieron en crisis Fiat Auto en 2000. Esta filial todavía aporta 42% de los ingresos anuales. Su peso se refleja en los sucesivos rojos contables. Pero la gestión de Umberto y Morchio logró reducir 33% el déficit entre 2002 (€ 762 millones) y 2003 (510 millones).

No obstante, Fiat SpA mantiene una deuda con seis bancos, por poco más de € 3.000 millones. Ésta es la clave del futuro institucional, pues –dentro de un año- esas entidades podrán capitalizar acreencias y, por ende, transformarse en accionistas dominantes. Esto explica –aun descontando un arreglo con General Motors, 10% de Fiat Auto-, a criterio de analistas suizos, británicos y norteamericanos, el repliegue de la familia, la etapa Montezemolo y el arribo de Marchionne, hasta ahora director ejecutivo de la consultora tecnológica hélveta SGS.

Sin duda, un eventual ingreso de los bancos acreedores al paquete Fiat reducirá notablemente el peso de la familia (30,06% en este momento) y, por ende, de la “caja fuerte”, Giovanni Agnelli e Cía. En ese caso, también los dos holdings vía los cuales la familia está en Fiat SpA (IFI, IFIL) perderán relevancia en cuanto al manejo real del grupo.

Tal vez por ello, la comandita ha quedado en manos de un cuarteto: Gabetti como presidente, John Elkann como vice, Tiberto Brandolini Adda y Alesandro Nasi, como directores. Surge aquí otra señal: la máxima autoridad no es de la familia.

Los 103 años de Fabbrica Italiana d’Automobili Torino (F.I.A.T.) fueron una sucesión ordenada. El cofundador, Giovanni Agnelli, asume la dirección general en 1902 hasta su muerte, en 1945. Esto coincide con el fina de la II guerra mundial e inicia una serie de intervenciones gubernamentales al denso sistema industrial elaborado bajo el fascismo (1924 a 1943). Giovanni hijo, empero, nunca está lejos de la firma y, en 1962, asume formalmente las funciones de su padre.

En 1996, Giovanni II queda como presidente honorario –su enfermedad estaba avanzada-, con Cesare Romiti como poder real y Umberto buscando su propio espacio. Al mismo tiempo, comienza una interna familiar. En 2003 fallece Giovanni, desplazan al ambicioso Romiti y asume Umberto.

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