Grubman y SSB, recidivas de los locos años 90

Durante el último decenio del siglo XX, las telcos y sus acciones rozaban la estratósfera. Todo terminó en una deflagración. Todavía hay escombros, entre los cuales se pasean dos villanos emblemáticos: Jack Grubman y Bernard Ebbers.

4 marzo, 2005

Hacia 1999, penúltimo año de la décima década, WorldCom aún era un ejemplo mundial, manejado por Bernard Ebbers. El antiguo entrenador de básquet en Misisipi se había convertido en un devorador de empresas y sus activos en telecomunicaciones se estimaban en alrededor de US$ 180.000 millones. Hoy, la ex WorldCom, rebautizada Mobile Communications Imternational (MCI) está por venderse a entre US$ 6.750 y 8.000 millones.

Claro, tras pasar por el purgatorio de una convocatoria y obtener una quita de hasta 83% en sus deudas iniciales. Por lo visto, sus acreedores eran más flexibles que los de Argentina.

Verizon, que hizo la menor oferta, le ha dado hasta mediados de marzo a Qwest –origen de la mayor- para llegar a un acuerdo con MCI. Pero su junta directiva (encabezada por Michael Capellas, el que le vendió Compaq Computer a Hewlett-Packard) sostiene que la propuesta de Verizon es mejor, porque las finanzas de Qwest, otra que atravesó una bancarrota, son endebles. A su vez, los accionistas quieren darle una oportunidad a Qwest.

Entretanto, Ebbers sigue procesado por orquestar un fraude contable al por mayor, en más grande en la historia empresaria estadounidense. Estos días, comparece ante un gran jurado que, para empezar, podría ponerlo entre rejas por el resto de su vida.

En cuanto a Qwest, también es una sombra del pasado. Sus acciones se cotizaban en US$ 60 durante el cenit (2000) y hoy no pasan de cuatro dólares. La firma sigue agobiada de deudas y muchos no la creen capaz de juntar los US$ 8.000 millones ofrecidos por MCI. Salvo mediante una compra apalancada, o sea solventada con nuevo endeudamiento de MCI.

Unos de los impulsores de Qwest en la época de oro –también asesor de la empresa- era Jack Grubman. El mismo gurú que, desde Salomon Smith Barney (Citigroup), cumplió el mismo doble papel con WorldCom y otras telcos amigas. El mismo que fuera endiosado por Wall Street y su periodismo especializado.

Pero su trabajo de peor fama fue para Global Crossing, que prometía alfombrar océanos con cables de fibra óptica. Grubman ayudó al lanzamiento accionario de la compañía, en 1998, y la llevó al pico en capitalización bursátil dos años después: US$ 50.000 millones.

Como había hecho y volvería hacer en otros casos, Grubman continuaba recomendado sus papeles cuando ya no valían casi nada. Recién dejó de sostenerlos cuando Global Crossing pidió la quiebra en 2002.

Hoy en día, sin admitir haber cometido infracciones o delitos, Citigroup (controlante de SSB) acaba de arregla un litigio colectivo y deberá pagarles a accionistas estafados por Grubman alrededor de US$ 75 millones. A diferencia de su amigo Ebbers, el ex gurú estelar goza de una jubilación estimada en unos US$ 600.000 anuales, mientras el mercado espera que Citi cumpla con una promesa hecha en 2002: disolver Salomon Smith Barney.

Hacia 1999, penúltimo año de la décima década, WorldCom aún era un ejemplo mundial, manejado por Bernard Ebbers. El antiguo entrenador de básquet en Misisipi se había convertido en un devorador de empresas y sus activos en telecomunicaciones se estimaban en alrededor de US$ 180.000 millones. Hoy, la ex WorldCom, rebautizada Mobile Communications Imternational (MCI) está por venderse a entre US$ 6.750 y 8.000 millones.

Claro, tras pasar por el purgatorio de una convocatoria y obtener una quita de hasta 83% en sus deudas iniciales. Por lo visto, sus acreedores eran más flexibles que los de Argentina.

Verizon, que hizo la menor oferta, le ha dado hasta mediados de marzo a Qwest –origen de la mayor- para llegar a un acuerdo con MCI. Pero su junta directiva (encabezada por Michael Capellas, el que le vendió Compaq Computer a Hewlett-Packard) sostiene que la propuesta de Verizon es mejor, porque las finanzas de Qwest, otra que atravesó una bancarrota, son endebles. A su vez, los accionistas quieren darle una oportunidad a Qwest.

Entretanto, Ebbers sigue procesado por orquestar un fraude contable al por mayor, en más grande en la historia empresaria estadounidense. Estos días, comparece ante un gran jurado que, para empezar, podría ponerlo entre rejas por el resto de su vida.

En cuanto a Qwest, también es una sombra del pasado. Sus acciones se cotizaban en US$ 60 durante el cenit (2000) y hoy no pasan de cuatro dólares. La firma sigue agobiada de deudas y muchos no la creen capaz de juntar los US$ 8.000 millones ofrecidos por MCI. Salvo mediante una compra apalancada, o sea solventada con nuevo endeudamiento de MCI.

Unos de los impulsores de Qwest en la época de oro –también asesor de la empresa- era Jack Grubman. El mismo gurú que, desde Salomon Smith Barney (Citigroup), cumplió el mismo doble papel con WorldCom y otras telcos amigas. El mismo que fuera endiosado por Wall Street y su periodismo especializado.

Pero su trabajo de peor fama fue para Global Crossing, que prometía alfombrar océanos con cables de fibra óptica. Grubman ayudó al lanzamiento accionario de la compañía, en 1998, y la llevó al pico en capitalización bursátil dos años después: US$ 50.000 millones.

Como había hecho y volvería hacer en otros casos, Grubman continuaba recomendado sus papeles cuando ya no valían casi nada. Recién dejó de sostenerlos cuando Global Crossing pidió la quiebra en 2002.

Hoy en día, sin admitir haber cometido infracciones o delitos, Citigroup (controlante de SSB) acaba de arregla un litigio colectivo y deberá pagarles a accionistas estafados por Grubman alrededor de US$ 75 millones. A diferencia de su amigo Ebbers, el ex gurú estelar goza de una jubilación estimada en unos US$ 600.000 anuales, mientras el mercado espera que Citi cumpla con una promesa hecha en 2002: disolver Salomon Smith Barney.

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