Glencore, una “historia oficial donde no figura Dyeripaska

Una aventurero que decía llamarse Mark Rich y ser suizo vendió en 1994 una intermediaria de negocios con países. Catorce años después, Glencore International incorpora a Olyeg Dyeripaska, un operador de Vladyímir Putin.

3 septiembre, 2007

La historia oficial de Glencore incluye a Rich, pero no dice palabra de Dyeripaska. Igual, el perfil del grupo (no cotiza en bolsa alguna) es inquietante. Se ha convertido en un gigante multinacional, cuyas operaciones latinoamericanas abarcan Colombia –un país balcanizado y violento-, Perú, Argentina (donde Rich tenía vínculos con el régimen menemista) y otros países.

La sociedad está entre los mayores proveedores mundiales de aluminio –su nexo con Dyeripaska proviene de Russian Aluminum-, níquel, cinc, plomo e hidrocarburos. Una de sus subsidiarias es Xstrata, una minera también suiza. Por diversos canales, el grupo ha desempeñado un papel relevante en la reciente onda de fusiones y adquisiciones relativas a materias primas. Su mayor emprendimiento actual es RusAl: rivaliza con la canadiense Alcan y ha dejado atrás a la norteamericama Alcoa.

En la batalla del níquel, Glencore le ganó a otra canadiense, Falconbridge. Estos avances reflejan una política de la firma: trabajar con cualquier insumo básico, sin importar dónde, cómo ni en qué contexto sociopolítico. Así explota cobalto en Congo –donde prima la mano de obra infantil- y llegó a hacer grandes negocios con Saddam Huséin en Irak. Justamente, el escándalo del plan alimentos por crudos (1991/9) acabó con Rich, pero implicaba 2.300 empresas firmas (entre ellas, petroleras que siguen activas).

En 2006, el grupo facturó por US$ 116.500 millones y obtuvo ganancias netas por 5.300 millones. Las participaciones individuales de los doce directivos superiores aumentaron en promedio a US$ 87 millones y triplicaban las remuneraciones habituales en cualquier firma de valores neoyorquina. A su vez, los 67 ejecutivos medios cobraron ocho millones por cabeza.

No sorprende que a Glencore le cueste hacer creer que ya no es la máquina de negocios turbios creada por Rich en los años setenta. Tampoco ayuda que, en 2005, el comité de Naciones Unidas que investiga el escándalo mencionado declarase que la empresa había abonado en 2003/4 nuevos sobornos, más allá de los registrados diez años ante. Pero Rich ya no estaba al frente. En su lugar, hay otro operador poco escrupuloso, el sudafricano Ivan Glasenberg. Gracias a sus tácticas, Glencore mueve tales volúmenes de insumos que, en ciertos casos –níquel, aluminio- , han representado 50 a 80% de la oferta mundial. Por lo común este tipo de negocios no es abiertamente ilegal, pero tampoco es transparente.

Tampoco lo es el papel de Wall Street en las prosperidad de la empresa: en 2003/6, el gigante ha colocado más de US$ 5.000 millones en bonos vía grandes bancas de inversión como Merrill Lynch, Goldman Sachs, Bear Stearns, etc. Según Mark Pieth, ex miembro de aquel comité, “Glencore debe demostrar que se ha vuelto respetable, de lo contrario tendrá problemas con los bancos y las firmas de valores”. No obstante, su última colocación de deuda en Londres fue un éxito: el mercado ofreció ocho veces el monto original.

No obstante, el perfil societario del grupo es extraño: sus 420 empleados (casi no hay suizos nativos) tienen acciones, pero no pueden venderlas a menos que renuncien. En cuanto a la geografía del grupo, abarca desde cinc en Chile o Perú, estaño en Bolivia o carbón en Colombia hasta las siniestras minas de cobre en África central o níquel y cobalto en Australia.

La historia oficial de Glencore incluye a Rich, pero no dice palabra de Dyeripaska. Igual, el perfil del grupo (no cotiza en bolsa alguna) es inquietante. Se ha convertido en un gigante multinacional, cuyas operaciones latinoamericanas abarcan Colombia –un país balcanizado y violento-, Perú, Argentina (donde Rich tenía vínculos con el régimen menemista) y otros países.

La sociedad está entre los mayores proveedores mundiales de aluminio –su nexo con Dyeripaska proviene de Russian Aluminum-, níquel, cinc, plomo e hidrocarburos. Una de sus subsidiarias es Xstrata, una minera también suiza. Por diversos canales, el grupo ha desempeñado un papel relevante en la reciente onda de fusiones y adquisiciones relativas a materias primas. Su mayor emprendimiento actual es RusAl: rivaliza con la canadiense Alcan y ha dejado atrás a la norteamericama Alcoa.

En la batalla del níquel, Glencore le ganó a otra canadiense, Falconbridge. Estos avances reflejan una política de la firma: trabajar con cualquier insumo básico, sin importar dónde, cómo ni en qué contexto sociopolítico. Así explota cobalto en Congo –donde prima la mano de obra infantil- y llegó a hacer grandes negocios con Saddam Huséin en Irak. Justamente, el escándalo del plan alimentos por crudos (1991/9) acabó con Rich, pero implicaba 2.300 empresas firmas (entre ellas, petroleras que siguen activas).

En 2006, el grupo facturó por US$ 116.500 millones y obtuvo ganancias netas por 5.300 millones. Las participaciones individuales de los doce directivos superiores aumentaron en promedio a US$ 87 millones y triplicaban las remuneraciones habituales en cualquier firma de valores neoyorquina. A su vez, los 67 ejecutivos medios cobraron ocho millones por cabeza.

No sorprende que a Glencore le cueste hacer creer que ya no es la máquina de negocios turbios creada por Rich en los años setenta. Tampoco ayuda que, en 2005, el comité de Naciones Unidas que investiga el escándalo mencionado declarase que la empresa había abonado en 2003/4 nuevos sobornos, más allá de los registrados diez años ante. Pero Rich ya no estaba al frente. En su lugar, hay otro operador poco escrupuloso, el sudafricano Ivan Glasenberg. Gracias a sus tácticas, Glencore mueve tales volúmenes de insumos que, en ciertos casos –níquel, aluminio- , han representado 50 a 80% de la oferta mundial. Por lo común este tipo de negocios no es abiertamente ilegal, pero tampoco es transparente.

Tampoco lo es el papel de Wall Street en las prosperidad de la empresa: en 2003/6, el gigante ha colocado más de US$ 5.000 millones en bonos vía grandes bancas de inversión como Merrill Lynch, Goldman Sachs, Bear Stearns, etc. Según Mark Pieth, ex miembro de aquel comité, “Glencore debe demostrar que se ha vuelto respetable, de lo contrario tendrá problemas con los bancos y las firmas de valores”. No obstante, su última colocación de deuda en Londres fue un éxito: el mercado ofreció ocho veces el monto original.

No obstante, el perfil societario del grupo es extraño: sus 420 empleados (casi no hay suizos nativos) tienen acciones, pero no pueden venderlas a menos que renuncien. En cuanto a la geografía del grupo, abarca desde cinc en Chile o Perú, estaño en Bolivia o carbón en Colombia hasta las siniestras minas de cobre en África central o níquel y cobalto en Australia.

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