Finalmente, MG Rover cayó y deja a miles en la calle

Inventora del Mini, la última automotriz importante en manos británicas cerró el sábado. El gobierno no atinó a hacer nada y afronta un costo político en las inminentes elecciones, que puede ser fatal para el tambaleante gabinete laborista.

16 abril, 2005

Después de Rover, no queda una sola marca local relevante en poder de los ingleses. La cortina se bajó sobre la fábrica de Longbridge, debido a la insolvencia que padece la empresa. Poco antes, su supuesta salvadora, la china Shanghai Automotive Industry Corporation (SAIC), se había retirado de tratativas con el propio Tony Blair. Su imagen por TV reflejaba la patética impotencia que el primer ministro viene mostrando desde la invasión unilateral de Iraq, donde ni lo dejaron opinar.

Es una dura emergencia para los 6.100 trabajadores de Longbridge y los 16.000 de otras unidades ubicadas en los Midlands. Tampoco la pasa bien Blair, ex laborista de izquierda –hoy incondicional de George W.Bush- que había llegado al cargo prometiendo defender fuentes de trabajo.

Para colmo, este derrumbe fue sorpresivo. Hace dos semana días, por cierto, se discutía un préstamo puente para financiar la venta a SAIC. Luego los chinos detectaron un “agujero negro” en el fondo de pensiones y jubilaciones (un sistema importado de Estados Unidos y ajeno a la cultura laboral británica). En ese punto, se cerró un ciclo que había durado casi cien años.

En realidad, Rover databa de fines del siglo XIX, pero recién en 1906 pasó de bicicletas a automóviles. Prosperó sola hasta los años 50, cuando hubo fusiones con Austin, Morris Garage y Jaguar. El conglomerado se llamó al principio British Motor Company (BMC), pero otra fusión lo rebautizó British Leyland. Para entonces, producía coches de todo tipo, utilitarios, camiones y ómnibus.

En tres décadas, una ola de nacionalizaciones y otra de privatizaciones puso a Leyland en manos de British Motor Works (1996). Como lo revelan sigla y logo comunes, BMW había sido hermana de la germánica Bayerische MotorWerke. Mas el verdadero desastre, que puede llevar ante la justicia a mucha gente (inclusive altos funcionarios), se llama Phoenix: un misterioso consorcio que tomó la empresa, la vació y la dejó caer. Parece Argentina o Bolivia, pero es Gran Bretaña.

Las glorias del pasado han sido vendidas o no valen casi nada. El Mini, diseñado por el anglogreco Alexander Issigonis y símbolo de los años 60 (la “mejor década del siglo XX”, confesó hace poco un Stone), acaba de ser relanzada con éxito por la BMW. El legendario Land Rover -creado en 1948 para rivalizar con el Jeep- superóeal original norteamericano y, vía Range Rover, origino los “utilitarios deportivos” aún en boga. Pero la marca pertenece a Ford, igual que Jaguar.

Restaría MG (Morris Garage), convertida en MG Rover, que los chinos hubieran pagado apenas £ 75 millones. Pero ni siquiera otra hora de conversación telefónica –el viernes 15- entre Blair y Wen Jiabao, su colega chino, pudo salvar el acuerdo con SAIC. Ahora, los desocupados de Rover ponen en peligro catorce circunscripciones electorales en poder del oficialismo y el cimbronazo quizá genere demandas contra Phoenix y otros involucrados en el escándalo.

Por de pronto, ya fueron despedido cinco mil de los 6.100 trabajadores y empleados en Longbridge. El remanente seguirá hasta terminar los coches en armado. Blair, sus ministros de Industria (Patricia Hewitt) y Hacienda (Gordon Brown) estuvieron en Birmingham analizando medidas para aliviar la situación de los flamantes desocupados. Al fin, asignaron unos US$ 280 millones para indemnizarlos y pagar proveedores. Pero quedan 16.000 en riesgo de perder el trabajo.

Después de Rover, no queda una sola marca local relevante en poder de los ingleses. La cortina se bajó sobre la fábrica de Longbridge, debido a la insolvencia que padece la empresa. Poco antes, su supuesta salvadora, la china Shanghai Automotive Industry Corporation (SAIC), se había retirado de tratativas con el propio Tony Blair. Su imagen por TV reflejaba la patética impotencia que el primer ministro viene mostrando desde la invasión unilateral de Iraq, donde ni lo dejaron opinar.

Es una dura emergencia para los 6.100 trabajadores de Longbridge y los 16.000 de otras unidades ubicadas en los Midlands. Tampoco la pasa bien Blair, ex laborista de izquierda –hoy incondicional de George W.Bush- que había llegado al cargo prometiendo defender fuentes de trabajo.

Para colmo, este derrumbe fue sorpresivo. Hace dos semana días, por cierto, se discutía un préstamo puente para financiar la venta a SAIC. Luego los chinos detectaron un “agujero negro” en el fondo de pensiones y jubilaciones (un sistema importado de Estados Unidos y ajeno a la cultura laboral británica). En ese punto, se cerró un ciclo que había durado casi cien años.

En realidad, Rover databa de fines del siglo XIX, pero recién en 1906 pasó de bicicletas a automóviles. Prosperó sola hasta los años 50, cuando hubo fusiones con Austin, Morris Garage y Jaguar. El conglomerado se llamó al principio British Motor Company (BMC), pero otra fusión lo rebautizó British Leyland. Para entonces, producía coches de todo tipo, utilitarios, camiones y ómnibus.

En tres décadas, una ola de nacionalizaciones y otra de privatizaciones puso a Leyland en manos de British Motor Works (1996). Como lo revelan sigla y logo comunes, BMW había sido hermana de la germánica Bayerische MotorWerke. Mas el verdadero desastre, que puede llevar ante la justicia a mucha gente (inclusive altos funcionarios), se llama Phoenix: un misterioso consorcio que tomó la empresa, la vació y la dejó caer. Parece Argentina o Bolivia, pero es Gran Bretaña.

Las glorias del pasado han sido vendidas o no valen casi nada. El Mini, diseñado por el anglogreco Alexander Issigonis y símbolo de los años 60 (la “mejor década del siglo XX”, confesó hace poco un Stone), acaba de ser relanzada con éxito por la BMW. El legendario Land Rover -creado en 1948 para rivalizar con el Jeep- superóeal original norteamericano y, vía Range Rover, origino los “utilitarios deportivos” aún en boga. Pero la marca pertenece a Ford, igual que Jaguar.

Restaría MG (Morris Garage), convertida en MG Rover, que los chinos hubieran pagado apenas £ 75 millones. Pero ni siquiera otra hora de conversación telefónica –el viernes 15- entre Blair y Wen Jiabao, su colega chino, pudo salvar el acuerdo con SAIC. Ahora, los desocupados de Rover ponen en peligro catorce circunscripciones electorales en poder del oficialismo y el cimbronazo quizá genere demandas contra Phoenix y otros involucrados en el escándalo.

Por de pronto, ya fueron despedido cinco mil de los 6.100 trabajadores y empleados en Longbridge. El remanente seguirá hasta terminar los coches en armado. Blair, sus ministros de Industria (Patricia Hewitt) y Hacienda (Gordon Brown) estuvieron en Birmingham analizando medidas para aliviar la situación de los flamantes desocupados. Al fin, asignaron unos US$ 280 millones para indemnizarlos y pagar proveedores. Pero quedan 16.000 en riesgo de perder el trabajo.

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