Exportadores petroleros siguen de compras por el mundo

Atiborrados de petrodólares y pese a algunos reveses, han convertido las economías centrales en un “shopping”. Semanas atrás, Abu Dhabi –dominio personal de su emir- tomó 4,9% de Citigroup por US$ 7.500 millones. Ahora, Saudiarabia se coloca en Merril

28 diciembre, 2007

Citi acababa de sentir el poder de los petrodólares, cuando el emir saudí Walid bin Talal (5% del paquete) facilitó el despido de Charles Prince como presidente ejecutivo. Pero le permitió marcharse con una “indemnización” de US$ 105 millones. Entretanto, la bolsa de Dubái negociaba tomar 20% en una fusión que abarca Nasdaq group y OMX, operadora de siete bolsas nórdicas con sede en Estocolmo. Otro emirato, Qatar, aspira a compartir el mismo paquete.

Hay una diferencia en el frente sudoccidental del golfo Pérsico. Al igual que Kuweit y Bahréin, Qatar no pertenece a la Unión de Emiratos Árabes (UEA). Pero todos esos pequeños países, junto con el sultanato de Omán –la monarquía más antigua de la península-, se hallan en la esfera saudita.

A fines de octubre, Dubái (tiene pocos hidrocarburos, pero es parte del continuo geoeconómicao regional) adquirió parte de Och-Ziff Capital, un fondo de cobertura que especula con derivados desde Nueva York. Ya este mes, el ubicuo Abú Dhabí tomó una participación en Advanced Micro Devices, rival de Intel en microprocesadores.

Semanas antes, el mismo emirato ingresaba al paquete de Carlyle Group, un superfondo extrabursátil experto en compras apalancadas y, a la vez, parte de un ”lobby” de armas muy influyente en el Pentágono. Se cree en Washington que, cuando Richard Cheney abandone la vicepresidencia, Carlyle desplazará a Halliburton como mayor gestor de negocios militares.

Algunos especialistas estiman que los exportadores petroleros disponen de US$ 4 billones (casi un tercio del producto bruto norteamericano) para colocar alrededor del planeta. Con precios firmes, ese monto podría seguir subiendo sin prisa ni pausa. En 2000, la Organización de Países Exportadores Petrolero (OPEP) obtuvo US$ 243.000 millones de sus ventas al resto del mundo. Para 2007, esa cifra habrá llegado a más de US$ 690.000 millones.

“Si se observan los emiratos del golfo, el conjunto de sus economías equivale apenas a la de Holanda”, subraya Edward Morse, analista sectorial jefe en Lehman Brothers. “Son países minúsculos, pero pueden colocar en el exterior un total de US$ 5.000 por semana. No es cosa nada fácil de hacer”.

Esta explosión financiera crea sus propios anticuerpos. En tanto el persistente deterioro del dólar abarata las colocaciones en Estados Unidos, muchos inversores se mantienen en compás de espera. Unos, porque creen que la divisa seguirá depreciándose; otros, porque no descartan que el próximo gobierno estadounidense acelere el retroceso de su moneda para “punir” a China.

Muchos financistas árabes, por otro lado, temen reacciones similares al furor contra Dubái, desencadenado en 2006 cuando emirato intentó comprar la compañía británica que opera seis estratégicos puertos norteamericanos. Al mismo tiempo, la dirigencia de a Unión Europea ve con inquietud que Rusia emplea sus petrorrublos para controlar ductos e infraestructura desde Ucrania o Byelorrusia a Alemania e Italia.

“Esta ola de inversiones se diversifica fuera de EE.UU., aunque paulatinamente”, señala el McKinsey Global Institute, división de la consultoría homónima. Con cierto retraso, calcula que la masa de petrodólares colocada a fin de 2006 representaba de US$ 3,4 a 3,8 billones. “Ahora la meta preferente es Europa occidental, si bien 25% de inversiones originada en los emiratos del golfo va a Levante, África del norte, Asia oriental y meridional”.

Citi acababa de sentir el poder de los petrodólares, cuando el emir saudí Walid bin Talal (5% del paquete) facilitó el despido de Charles Prince como presidente ejecutivo. Pero le permitió marcharse con una “indemnización” de US$ 105 millones. Entretanto, la bolsa de Dubái negociaba tomar 20% en una fusión que abarca Nasdaq group y OMX, operadora de siete bolsas nórdicas con sede en Estocolmo. Otro emirato, Qatar, aspira a compartir el mismo paquete.

Hay una diferencia en el frente sudoccidental del golfo Pérsico. Al igual que Kuweit y Bahréin, Qatar no pertenece a la Unión de Emiratos Árabes (UEA). Pero todos esos pequeños países, junto con el sultanato de Omán –la monarquía más antigua de la península-, se hallan en la esfera saudita.

A fines de octubre, Dubái (tiene pocos hidrocarburos, pero es parte del continuo geoeconómicao regional) adquirió parte de Och-Ziff Capital, un fondo de cobertura que especula con derivados desde Nueva York. Ya este mes, el ubicuo Abú Dhabí tomó una participación en Advanced Micro Devices, rival de Intel en microprocesadores.

Semanas antes, el mismo emirato ingresaba al paquete de Carlyle Group, un superfondo extrabursátil experto en compras apalancadas y, a la vez, parte de un ”lobby” de armas muy influyente en el Pentágono. Se cree en Washington que, cuando Richard Cheney abandone la vicepresidencia, Carlyle desplazará a Halliburton como mayor gestor de negocios militares.

Algunos especialistas estiman que los exportadores petroleros disponen de US$ 4 billones (casi un tercio del producto bruto norteamericano) para colocar alrededor del planeta. Con precios firmes, ese monto podría seguir subiendo sin prisa ni pausa. En 2000, la Organización de Países Exportadores Petrolero (OPEP) obtuvo US$ 243.000 millones de sus ventas al resto del mundo. Para 2007, esa cifra habrá llegado a más de US$ 690.000 millones.

“Si se observan los emiratos del golfo, el conjunto de sus economías equivale apenas a la de Holanda”, subraya Edward Morse, analista sectorial jefe en Lehman Brothers. “Son países minúsculos, pero pueden colocar en el exterior un total de US$ 5.000 por semana. No es cosa nada fácil de hacer”.

Esta explosión financiera crea sus propios anticuerpos. En tanto el persistente deterioro del dólar abarata las colocaciones en Estados Unidos, muchos inversores se mantienen en compás de espera. Unos, porque creen que la divisa seguirá depreciándose; otros, porque no descartan que el próximo gobierno estadounidense acelere el retroceso de su moneda para “punir” a China.

Muchos financistas árabes, por otro lado, temen reacciones similares al furor contra Dubái, desencadenado en 2006 cuando emirato intentó comprar la compañía británica que opera seis estratégicos puertos norteamericanos. Al mismo tiempo, la dirigencia de a Unión Europea ve con inquietud que Rusia emplea sus petrorrublos para controlar ductos e infraestructura desde Ucrania o Byelorrusia a Alemania e Italia.

“Esta ola de inversiones se diversifica fuera de EE.UU., aunque paulatinamente”, señala el McKinsey Global Institute, división de la consultoría homónima. Con cierto retraso, calcula que la masa de petrodólares colocada a fin de 2006 representaba de US$ 3,4 a 3,8 billones. “Ahora la meta preferente es Europa occidental, si bien 25% de inversiones originada en los emiratos del golfo va a Levante, África del norte, Asia oriental y meridional”.

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