Ex hombre de Halliburton acusado de defraudar al fisco

Jeffrey Alexander Mazon ha sido formalmente acusado de fraude por más de US$ 3.500.000 al estado norteamericano. La causa involucra combustibles para tanques en Irak y al grupo Halliburton, informó el departamento federal de Justicia.

18 marzo, 2005

El reo trabajaba para una subsidiaria de Halliburton, Kellog Brown & Root –sigue investigada por bancarrota fraudulenta- y su cómplice era un empresario kuweití, Ali Hidyazí, socio gerente de LaNouvelle General Trading and Contracting Co. (en Levante, cuanto más largo un nombre, más sospechoso). Ambos están implicados en un subcontrato de abastecimiento a operaciones militares estadounidenses en Irak.

El veredicto judicial alega que Mazon, ex gerente de procuración en KB&R, cobró un millón en sobornos por haber “ayudado” a la firma kuweití a cobrar US$ 5.500.000 por servicios que debieron costar dos millones. No obstante, los fiscales sospechan que hubo otros enjuagues, pues carece de sentido pagar una coima de un millón para cobrar un sobreprecio de “apenas” 1.500.000.

En apariencia, la causa implica un caso aislado. Pero el esquema de fraudes puesto en evidencia ante el jurado da la impresión de un trasfondo más amplio. Por ejemplo, llama la atención la falta de contralores financieros en la compañía, su matriz y el Pentágono durante los primeros meses de la guerra.

A Mazon lo detuvieron esta misma semana en Georgia. Hidyazí sigue prófugo, quizás oculto en el ostentoso nuevo hotel de Abú Dhabí, donde pasar la noche cuesta US$ 9.000 y, por la fruslería de dos mil, uno puede hacer llenar de champagne el jacuzzi.

El subcontrato era parte de un paquete de US$ 6.000 millones (Logcap III) gestionado para Halliburton por su ex presidente ejecutivo y cabildero en Washington, Richard Cheney. Amén de combustible, KB&R debía proveer raciones y otros servicios logísticos al ejército. Sin competir en licitación abierta alguna, el grupo se aseguró un negocio proclive a sobreprecios.

Al respecto, auditores federales llegaron a detectar sobrefacturaciones por más de US$ 2.500 millones en 2003. Pero la influencia de la empresa en la Casa Blanca y alrededores ha cajoneado expediente tras expediente. Tal vez duerman el sueño de los injustos hasta 2009, a menos que Halliburton misma corra la suerte de KB&R.

El reo trabajaba para una subsidiaria de Halliburton, Kellog Brown & Root –sigue investigada por bancarrota fraudulenta- y su cómplice era un empresario kuweití, Ali Hidyazí, socio gerente de LaNouvelle General Trading and Contracting Co. (en Levante, cuanto más largo un nombre, más sospechoso). Ambos están implicados en un subcontrato de abastecimiento a operaciones militares estadounidenses en Irak.

El veredicto judicial alega que Mazon, ex gerente de procuración en KB&R, cobró un millón en sobornos por haber “ayudado” a la firma kuweití a cobrar US$ 5.500.000 por servicios que debieron costar dos millones. No obstante, los fiscales sospechan que hubo otros enjuagues, pues carece de sentido pagar una coima de un millón para cobrar un sobreprecio de “apenas” 1.500.000.

En apariencia, la causa implica un caso aislado. Pero el esquema de fraudes puesto en evidencia ante el jurado da la impresión de un trasfondo más amplio. Por ejemplo, llama la atención la falta de contralores financieros en la compañía, su matriz y el Pentágono durante los primeros meses de la guerra.

A Mazon lo detuvieron esta misma semana en Georgia. Hidyazí sigue prófugo, quizás oculto en el ostentoso nuevo hotel de Abú Dhabí, donde pasar la noche cuesta US$ 9.000 y, por la fruslería de dos mil, uno puede hacer llenar de champagne el jacuzzi.

El subcontrato era parte de un paquete de US$ 6.000 millones (Logcap III) gestionado para Halliburton por su ex presidente ejecutivo y cabildero en Washington, Richard Cheney. Amén de combustible, KB&R debía proveer raciones y otros servicios logísticos al ejército. Sin competir en licitación abierta alguna, el grupo se aseguró un negocio proclive a sobreprecios.

Al respecto, auditores federales llegaron a detectar sobrefacturaciones por más de US$ 2.500 millones en 2003. Pero la influencia de la empresa en la Casa Blanca y alrededores ha cajoneado expediente tras expediente. Tal vez duerman el sueño de los injustos hasta 2009, a menos que Halliburton misma corra la suerte de KB&R.

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