Enron desoyó advertencia

Kenneth Lay fue advertido en agosto pasado que era inminente un colapso financiero, pero él contestó que nunca antes se había sentido más optimista sobre las perspectivas de la compañía.

15 enero, 2002

Ya en agosto, una funcionaria había advertido al actual presidente ejecutivo de Enron sobre el inminente colapso financiero, pero Kenneth Lay –entonces vice- no le prestó atención. “Estamos a punto de implosionar y generar una ola de escándalos”, sostuvo la experta contable en un memorando de siete páginas, descubierto el lunes por investigadores del Congreso. A poco de recibir ese mensaje, Lay declaraba: “Nunca me he sentido más optimista sobre las perspectivas de Enron”.

Tampoco la auditoría externa, el estudio Arthur Andersen, escuchó esa advertencia. Poco después se desencadenaron los acontecimientos que culminarían con la declaración de quiebra, el 2 de diciembre. Entonces, se supo que Enron había estado tres años sobrepreciando utilidades y había ocultado deudas por millones de dólares vía una serie de emprendimientos “independientes” controlados por gente de la compañía.

Precisamente, el memo expresaba temores respecto de esas firmas fantasmas y el llamativo secreto interno que las rodeaba desde 1999. “Varios jerárquicos de Enron –recuerda la denunciante, cuyo nombre se mantiene en reserva- han cuestionado reiteradamente los métodos contables ante directivos de la empresa, entre ellos el anterior CEO, Jeffrey Skilling. Cualquiera podría sospechar que se encubren pérdidas vía sociedades controladas, con la idea de cubrirlas luego con acciones de la propia Enron”. Resulta curioso, por lo menos, que Skilling haya renunciado a pocos días de esa denuncia.

Ya en agosto, una funcionaria había advertido al actual presidente ejecutivo de Enron sobre el inminente colapso financiero, pero Kenneth Lay –entonces vice- no le prestó atención. “Estamos a punto de implosionar y generar una ola de escándalos”, sostuvo la experta contable en un memorando de siete páginas, descubierto el lunes por investigadores del Congreso. A poco de recibir ese mensaje, Lay declaraba: “Nunca me he sentido más optimista sobre las perspectivas de Enron”.

Tampoco la auditoría externa, el estudio Arthur Andersen, escuchó esa advertencia. Poco después se desencadenaron los acontecimientos que culminarían con la declaración de quiebra, el 2 de diciembre. Entonces, se supo que Enron había estado tres años sobrepreciando utilidades y había ocultado deudas por millones de dólares vía una serie de emprendimientos “independientes” controlados por gente de la compañía.

Precisamente, el memo expresaba temores respecto de esas firmas fantasmas y el llamativo secreto interno que las rodeaba desde 1999. “Varios jerárquicos de Enron –recuerda la denunciante, cuyo nombre se mantiene en reserva- han cuestionado reiteradamente los métodos contables ante directivos de la empresa, entre ellos el anterior CEO, Jeffrey Skilling. Cualquiera podría sospechar que se encubren pérdidas vía sociedades controladas, con la idea de cubrirlas luego con acciones de la propia Enron”. Resulta curioso, por lo menos, que Skilling haya renunciado a pocos días de esa denuncia.

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