Algunos sectores gastan más y apuntalan la economía en EE.UU.

El mercado lo llama “efecto Ricitos de Oro y algunos analistas creen que puede darse en 2005. Consiste en una expansión ni muy lenta ni acelerada, cinco años tras el colapso de la burbuja bursátil (marzo de 2000). Otros no lo ven tan claro.

8 marzo, 2005

Aquel derrumbe siguió a casi una década de fuerte crecimiento y baja inflación, frustrada por la “exuberancia irracional” en los mercados especulativos y la llegada al poder de George W.Bush, sin un proyecto económico consistente. Ahora, lo mejor que puede acaecer es Ricitos de Oro: ni poco ni mucho repunte, pero repunte al fin.

A criterio de analistas “positivos”, una gama de indicadores hace presumir que las inversiones privadas en diversos sectores –todos cotizantes en Wall Street- se reactiva, junto con el empleo. En este caso, porque el salario real no se mueve y abarata la mano de obra. Por ende, el mercado ha elevado de 3,5 a 4% los pronósticos de alza para el producto bruto interno este año.

En algunos aspectos, parece como si los estímulos económicos ya no provinieran del consumo sino del gasto empresario, algo que los técnicos del Sistema de Reserva Federal (SRF) vienen esperando desde 2001. En ese sentido, la tendencia más alentadora es el aumento de gastos en equipos y software. En 2004, subieron 13,5% (pero alcanzaron 18% de ritmo anual en el IV trimestre).

Por supuesto, mucha de esa inversión el año pasado fue para reemplazar, reparar o actualizar insumos. Este año, afirman los optimistas, mucho del gato se destinará a expandir capacidad productiva.

Pese a tan buenas noticias, expertos más cautos siguen preocupados por los amplios desequilibrios globales de la economía estadounidense. El enorme déficit comercial, que excedió los US$ 600.000 millones en 2004, va en vías de aumentar este año, lo cual a su vez engrosará el todavía mayor rojo de pagos externos y su correlato, el endeudamiento federal. No es factible que las exportaciones restablezcan el equilibrio en 2005, pues la Unión Europea y Japón muestran exiguas tasas de crecimiento.

Ello significa que las importaciones estadounidenses se expandirán mucho más rápido que las exportaciones al resto del mundo, en particular a las potencias económicas rivales. Con importaciones que casi doblan las exportaciones, EE.UU. debiera elevar éstas a ritmo febril para siquiera empezar a reducir el déficit comercial.

“El mundo todavía depende demasiado del gasto norteamericano, inclusive en de consumo”, recuerda Global Insight, firma experta en pronósticos macroeconómicos. “Pero seguimos agravando desequilibrios propios, de modo que –a nuestra vez- dependemos cada vez más del flujo inversor exógeno”.

Por otra parte, los técnicos esperaban que la compra de bienes de capital cediese en enero, al expirar incentivos tributarios a fin de 2004. En cambio, las compras de bienes no militares saltaron 2,9% en enero. “Sin duda, algunos sectores creen que es hora de gastar más y tomar personal”, presume un informe de Bank of America. A su juicio, “en cierto punto, no gastar se convierte en un riesgo”.

Manufacturers Alliance/MAPI, un grupo de investigaciones industriales, estima que “hay mejora de producción en un conjunto de sectores. Los más dinámicos incluyen equipos para petróleo, minería, telecomunicaciones, computación y construcciones.

El aumento de empleo en febrero refuerza la idea del “efecto Ricitos de Oro”. La recreación de puestos laborales (+262.000 ese mes) contrasta con el alza de 5,2 a 5,4% en el índice general de desocupación. ¿Por qué? Porque crece la población activa, pero no los salarios reales. Los optimistas del mercado esperan que el repunte se consolide, aunque sin estimular el salario, fuente de presiones inflacionarias (papel que sólo cumple en los manuales neoclásicos).

Subsisten, empero, numerosas incertidumbres. Una hace a los precios de hidrocarburos, que han llegado estos días a más de US$ 55 el barril de WTO. Otra, mayor, se refiere a la capacidad de los consumidores de seguir gastando -y endeudándose- por encima de sus ingresos. Máxime con una tasa de ahorro interno que no pasa de 1%. “Si la demanda del público vacila, las empresas volverán a la cautela”, predice Stephen S.Roach, analista principal de Morgan Stanley.

Por lo común más realista que sus colegas de Wall Street, Roach sostiene que la competencia de China, India y otros países con mano de obra barata restringe el aumento de salarios reales en EE.UU. El asunto no termina ahí: Alan Greenspan, jefe del SRF, viene arguyendo que las empresas se verán obligadas a elevar salarios, para afrontar la creciente demanda de sus productos, y financiaran esos aumentos dejando bajar los márgenes de ganancias. Éstos fueron inusitadamente altos en 2004, a decir verdad.

Aquel derrumbe siguió a casi una década de fuerte crecimiento y baja inflación, frustrada por la “exuberancia irracional” en los mercados especulativos y la llegada al poder de George W.Bush, sin un proyecto económico consistente. Ahora, lo mejor que puede acaecer es Ricitos de Oro: ni poco ni mucho repunte, pero repunte al fin.

A criterio de analistas “positivos”, una gama de indicadores hace presumir que las inversiones privadas en diversos sectores –todos cotizantes en Wall Street- se reactiva, junto con el empleo. En este caso, porque el salario real no se mueve y abarata la mano de obra. Por ende, el mercado ha elevado de 3,5 a 4% los pronósticos de alza para el producto bruto interno este año.

En algunos aspectos, parece como si los estímulos económicos ya no provinieran del consumo sino del gasto empresario, algo que los técnicos del Sistema de Reserva Federal (SRF) vienen esperando desde 2001. En ese sentido, la tendencia más alentadora es el aumento de gastos en equipos y software. En 2004, subieron 13,5% (pero alcanzaron 18% de ritmo anual en el IV trimestre).

Por supuesto, mucha de esa inversión el año pasado fue para reemplazar, reparar o actualizar insumos. Este año, afirman los optimistas, mucho del gato se destinará a expandir capacidad productiva.

Pese a tan buenas noticias, expertos más cautos siguen preocupados por los amplios desequilibrios globales de la economía estadounidense. El enorme déficit comercial, que excedió los US$ 600.000 millones en 2004, va en vías de aumentar este año, lo cual a su vez engrosará el todavía mayor rojo de pagos externos y su correlato, el endeudamiento federal. No es factible que las exportaciones restablezcan el equilibrio en 2005, pues la Unión Europea y Japón muestran exiguas tasas de crecimiento.

Ello significa que las importaciones estadounidenses se expandirán mucho más rápido que las exportaciones al resto del mundo, en particular a las potencias económicas rivales. Con importaciones que casi doblan las exportaciones, EE.UU. debiera elevar éstas a ritmo febril para siquiera empezar a reducir el déficit comercial.

“El mundo todavía depende demasiado del gasto norteamericano, inclusive en de consumo”, recuerda Global Insight, firma experta en pronósticos macroeconómicos. “Pero seguimos agravando desequilibrios propios, de modo que –a nuestra vez- dependemos cada vez más del flujo inversor exógeno”.

Por otra parte, los técnicos esperaban que la compra de bienes de capital cediese en enero, al expirar incentivos tributarios a fin de 2004. En cambio, las compras de bienes no militares saltaron 2,9% en enero. “Sin duda, algunos sectores creen que es hora de gastar más y tomar personal”, presume un informe de Bank of America. A su juicio, “en cierto punto, no gastar se convierte en un riesgo”.

Manufacturers Alliance/MAPI, un grupo de investigaciones industriales, estima que “hay mejora de producción en un conjunto de sectores. Los más dinámicos incluyen equipos para petróleo, minería, telecomunicaciones, computación y construcciones.

El aumento de empleo en febrero refuerza la idea del “efecto Ricitos de Oro”. La recreación de puestos laborales (+262.000 ese mes) contrasta con el alza de 5,2 a 5,4% en el índice general de desocupación. ¿Por qué? Porque crece la población activa, pero no los salarios reales. Los optimistas del mercado esperan que el repunte se consolide, aunque sin estimular el salario, fuente de presiones inflacionarias (papel que sólo cumple en los manuales neoclásicos).

Subsisten, empero, numerosas incertidumbres. Una hace a los precios de hidrocarburos, que han llegado estos días a más de US$ 55 el barril de WTO. Otra, mayor, se refiere a la capacidad de los consumidores de seguir gastando -y endeudándose- por encima de sus ingresos. Máxime con una tasa de ahorro interno que no pasa de 1%. “Si la demanda del público vacila, las empresas volverán a la cautela”, predice Stephen S.Roach, analista principal de Morgan Stanley.

Por lo común más realista que sus colegas de Wall Street, Roach sostiene que la competencia de China, India y otros países con mano de obra barata restringe el aumento de salarios reales en EE.UU. El asunto no termina ahí: Alan Greenspan, jefe del SRF, viene arguyendo que las empresas se verán obligadas a elevar salarios, para afrontar la creciente demanda de sus productos, y financiaran esos aumentos dejando bajar los márgenes de ganancias. Éstos fueron inusitadamente altos en 2004, a decir verdad.

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