EE.UU.: el campo no creía que el auge fuese largo ¿Tenía razón?
Mientras los valores de granos, soya y otros alimentos primarios trepaban, el agro norteamericano insistían en que el fenómeno se agotaría. El panorama desde fines de julio parece confirmar que esos días felices no durarían.
3 diciembre, 2008
Mucho más o con mayor frecuencia que hidrocarburos o metales, los picos de precios agrícolas no son permanentes. Por el contrario, muestran una larga historia (dos siglos, por lo menos) de auges, caídas y vaivenes. Así, 2008 termina con niveles achatados y Chicago especulando contra el campo: los valores pagados por soya o trigo, verbigracia, bajan más rápido que los costos de siembra.
Semanas atrás, el gobierno estadounidense informaba que el costo de bienes y servicios en escala nacional había caído, en octubre, por un margen sin precedentes (1,1%). El sector privado perdía ventas en todos los frentes y, a partir del viernes 28, el comercio empezó a bajar precios –y difundir cifras mentiroas- para salvar la temporada de fiestas.
Por supuesto, un agudo descenso de precios minoristas es excelente noticia para el público. Pero también es síntoma de una deflación, como señalaba la Reserva Federal, que ya siente la actividad rural. En varias regiones de EE.UU. han terminado de sembrar el trigo invernal, cuyo costos en combustible, semillas y fertilizantes supera en 17% el rinde de la futura cosecha. Eso sin incluir arriendos.
Muchos cultivadores soñaron media vida en alcanzar cinco dólares el bushel (o catorce centavos el dm3). Cuando ese valor llegó a diez (28 ctvs), se sintieron desconcertados. Para entonces (mayo), sabían que la bonanza acabaría, pero ¿cuándo?
Para peor, en algunas zonas surgieron sequías, inundaciones y diversas plagas. En otro flanco, desde agosto el rebote alcista del dólar encarecía las exportaciones agrícolas. Como si todo eso fuera poco, en septiembre de desencadenó una ola de insolvencia en bancos locales y regionales, claves para financiar la actividad rural. Estos factores, de paso, comenzaron a deteriora el valor de la tierra, o sea el activo sectorial por excelencia
Mucho más o con mayor frecuencia que hidrocarburos o metales, los picos de precios agrícolas no son permanentes. Por el contrario, muestran una larga historia (dos siglos, por lo menos) de auges, caídas y vaivenes. Así, 2008 termina con niveles achatados y Chicago especulando contra el campo: los valores pagados por soya o trigo, verbigracia, bajan más rápido que los costos de siembra.
<p>Semanas atrás, el gobierno estadounidense informaba que el costo de bienes y servicios en escala nacional había caído, en octubre, por un margen sin precedentes (1,1%). El sector privado perdía ventas en todos los frentes y, a partir del viernes 28, el comercio empezó a bajar precios –y difundir cifras mentiroas- para salvar la temporada de fiestas.</p>
<p>Por supuesto, un agudo descenso de precios minoristas es excelente noticia para el público. Pero también es síntoma de una deflación, como señalaba la Reserva Federal, que ya siente la actividad rural. En varias regiones de EE.UU. han terminado de sembrar el trigo invernal, cuyo costos en combustible, semillas y fertilizantes supera en 17% el rinde de la futura cosecha. Eso sin incluir arriendos.</p>
<p>Muchos cultivadores soñaron media vida en alcanzar cinco dólares el bushel (o catorce centavos el dm3). Cuando ese valor llegó a diez (28 ctvs), se sintieron desconcertados. Para entonces (mayo), sabían que la bonanza acabaría, pero ¿cuándo? Para peor, en algunas zonas surgieron sequías, inundaciones y diversas plagas. En otro flanco, desde agosto el rebote alcista del dólar encarecía las exportaciones agrícolas. Como si todo eso fuera poco, en septiembre de desencadenó una ola de insolvencia en bancos locales y regionales, claves para financiar la actividad rural. Estos factores, de paso, comenzaron a deteriora el valor de la tierra, o sea el activo sectorial por excelencia </p>
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