Blackstone Group: ¿se acaban los días de vino y rosas?

Ha trascendido en Nueva York y Londres que este fondo inversor –el que más ganó sacando firmas de la bolsa- negocia su propia entrada en Wall Street. Al parecer, se agota el atropellado auge de compras apalancadas.

20 marzo, 2007

Estos fondos, llamados por un eufemismo (“de capital privado”, porque no cotizan en bolsa) se dedican a comprar activos, retirarlos del panel, hacerlos emitir deuda –ellos no ponen dinero- y revenderlos haciendo diferencia una vez “saneados”. O sea, achicados.

El ingreso bursátil de Blackstone Group, cuyo presumible valor en mercado oscila alrededor de US$ 40.000 millones, puede iniciar el pase a panel de sus similares. Algunos compiten con BG en tamaño o liquidez. Un movimiento de este tipo forzará cambios drásticos en el concepto mismo de “capital privado”.

Ello afectará a entidades como Kohlberg Kravis Roberts, Texas Pacific Group o el fondo que trata de tomar la parte de Petrobrás en una empresa argentina. Estos grupos han hecho fortunas merced al acceso a financiamiento barato Otro incentivo, bastante menos ético, consiste en ofrecer a los ejecutivos de empresas tomadas cuantiosos paquetes remuneratorios.

En verdad, BG se inspira en un competidor más chico, Fortress Group, que hizo un exitoso ingreso bursátil en enero. Pero el apuro de BG y su virtual dueño, Stephen Schwarzman, llama la atención, pues –sospechan varios expertos- refleja otra cosa: un deterioro paulatino en el mercado de compras apalancadas. Anthony James, jerárquico de BG, advirtió la semana pasada que “un posible cambio en el contexto financiero puede dificultar el acceso a capitales baratos y abundantes”. Como se sabe, este tipo de fondos no pone plata propia.

Estos operadores “están usufructuando su reputación. A menudo, eso significa que el negocio ya a dejado atrás el auge”. Así presume Colin Blaydon, director de un centro sobre ese sector en la universidad de Dartmouth. Por supuesto, ir a la bolsa suele brindar una fuente de financiamiento permanente. Además, esos capitales no deben devolverse al ritmo que demandan los aportantes habituales del segmento. Particularmente los más expuestos –vía ejecutivos codiciosos- a escándalos o transgresiones éticas: los fondos jubilatorios.

En su caso específico, Blackstone (que reúne unos sesenta inversionistas) podrán emplear sus acciones no ya sólo el efectivo, para hacer compras. Al presente, BG gestiona activos por unos US$55.000 millones. Naturalmente, buena parte el dinero recaudado vía salida a bolsa aumentarías las ya considerables fortunas de sus fundadores, Schwarzman y Peter Peterson, que fuera secretario de comercio bajo Richard Nixon.

El primero acumula más de US$ 10.000 millones y la entrada en bolsa del BG puede doblar una suma ya muy alta, en una actividad que no genera valor agregado a la economía real. Tiempo atrás, su sexagésimo cumpleaños fue pretexto para una fiesta donde hasta cantaron dos o tres rockeros decadentes. “Rey de Wall Street”, lo nombró “Fortune” una revista proclive a los desbordes.

Estos fondos, llamados por un eufemismo (“de capital privado”, porque no cotizan en bolsa) se dedican a comprar activos, retirarlos del panel, hacerlos emitir deuda –ellos no ponen dinero- y revenderlos haciendo diferencia una vez “saneados”. O sea, achicados.

El ingreso bursátil de Blackstone Group, cuyo presumible valor en mercado oscila alrededor de US$ 40.000 millones, puede iniciar el pase a panel de sus similares. Algunos compiten con BG en tamaño o liquidez. Un movimiento de este tipo forzará cambios drásticos en el concepto mismo de “capital privado”.

Ello afectará a entidades como Kohlberg Kravis Roberts, Texas Pacific Group o el fondo que trata de tomar la parte de Petrobrás en una empresa argentina. Estos grupos han hecho fortunas merced al acceso a financiamiento barato Otro incentivo, bastante menos ético, consiste en ofrecer a los ejecutivos de empresas tomadas cuantiosos paquetes remuneratorios.

En verdad, BG se inspira en un competidor más chico, Fortress Group, que hizo un exitoso ingreso bursátil en enero. Pero el apuro de BG y su virtual dueño, Stephen Schwarzman, llama la atención, pues –sospechan varios expertos- refleja otra cosa: un deterioro paulatino en el mercado de compras apalancadas. Anthony James, jerárquico de BG, advirtió la semana pasada que “un posible cambio en el contexto financiero puede dificultar el acceso a capitales baratos y abundantes”. Como se sabe, este tipo de fondos no pone plata propia.

Estos operadores “están usufructuando su reputación. A menudo, eso significa que el negocio ya a dejado atrás el auge”. Así presume Colin Blaydon, director de un centro sobre ese sector en la universidad de Dartmouth. Por supuesto, ir a la bolsa suele brindar una fuente de financiamiento permanente. Además, esos capitales no deben devolverse al ritmo que demandan los aportantes habituales del segmento. Particularmente los más expuestos –vía ejecutivos codiciosos- a escándalos o transgresiones éticas: los fondos jubilatorios.

En su caso específico, Blackstone (que reúne unos sesenta inversionistas) podrán emplear sus acciones no ya sólo el efectivo, para hacer compras. Al presente, BG gestiona activos por unos US$55.000 millones. Naturalmente, buena parte el dinero recaudado vía salida a bolsa aumentarías las ya considerables fortunas de sus fundadores, Schwarzman y Peter Peterson, que fuera secretario de comercio bajo Richard Nixon.

El primero acumula más de US$ 10.000 millones y la entrada en bolsa del BG puede doblar una suma ya muy alta, en una actividad que no genera valor agregado a la economía real. Tiempo atrás, su sexagésimo cumpleaños fue pretexto para una fiesta donde hasta cantaron dos o tres rockeros decadentes. “Rey de Wall Street”, lo nombró “Fortune” una revista proclive a los desbordes.

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