Autos eléctricos e híbridos y sus insumos en EE.UU.

En un lapso relativamente corto, al irrumpir en los mercados los vehículos híbridos y, particularmente, los eléctricos puros, prosperará –entre otros, el negocio centrado en baterías recargables. El experto Dixon Pinner analiza qué sucederá.

13 enero, 2010

<p>Tarde o temprano, eléctricos e híbridos remontarán y alterarán profundamente varios sectores. Compartirán calles y rutas con otras opciones más o menos verdes, entre ellas biocombustibles y hasta motores de combustión interna más eficientes. Mientras tanto, se transformará la industria automotriz, sus servicios e insumos (que podrá volverse un negocio multimillonario).</p><p>Las oportunidades son grandes y variadas. En el corto plazo, determinarán ingresos y cómo contener costos. Máxime si los gobiernos de turno se resuelven a estimular la compra de vehículos electrificados.</p><p>La economía de eléctricos e híbridos comienza con las baterías recargables, cuyo precio viene declinando a razón de 6 a 8% anual y seguirá haciéndolo durante los próximos diez años, a medida como suba la producción. <br />Los paquetes básicos costaban en 2009 alrededor de US$ 700 a 1.500 por kilovatio/hora. Pero pueden ceder hasta US$ 420 Kw/h hacia 2015.</p><p>Aun así, el precio de los automóviles continuará alto. Pinner estima que, para entonces, un coche a batería con un alcance de 60 kilómetros por carga valdrá inicialmente US$ 44.000, o sea 11.800 más que una unidad convencional en 2010. Un vehículo con 150 km de rango costará US$ 55.000, 24.000 sobre el precio normal.</p><p>Los subsidios pueden acotar la diferencia. China cubre ya US$ 8.000 de cada ómnibus o taxi híbrido adquirido por grandes municipios.</p><p>Para seducir compradores, los autos electrificados debieran ser más baratos de operar y mantener que los convencionales. La brecha entre el costo por vida de un coche a combustión interna y un híbrido dependerá, por un tiempo, de la diferencia entre el litro de nafta, el precio de la batería y el costo de recarga. Otro factor es la infraestructura de estaciones para recarga. En China, la red estatal planea emplazar estaciones en al menos tres de las mayores urbes en el bienio 2010/11.<br /> </p>

<p>Se necesitan además inversiones en capacidad productiva. Beijing, cuya meta es un millón de unidades eléctrica e híbridas anuales en tres años, destina US$ 1.400 millones a investigación y desarrollo. EE.UU. ha comprometido US$ 2.000 millones en estímulos para fabricar baterías y 25.000 millones vía programas para incentivar a las automotrices para reequipar líneas y adaptarlas a las producción de vehículos más eficientes, electrificados inclusive. <br />
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Por supuesto, existen varias razones para que el público se resista a las nuevas tecnologías. La distancia entre recargas es una. En otro, estos coches dependerán del ritmo de acciones oficiales, tales como encarecer la nafta y el gasoil o reducir costos de fabricar, comprar y operar vehículos electrificados.<br />
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Por lo demás, los vehículos electrificados representan tecnologías incipientes. Resulta prematuro anticipar tasas de adopción en diversos segmentos sociales o la evolución de costos. Pero hay un parámetro útil: los autos eléctricos se afirmarán en el mercado cuando 10% de todos los vehículos sean híbridos o similares. Esto significa ventas totales en EE.UU.-UE de entre seis y ocho millones anuales hacia 2020. <br />
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Sin duda, estos coches amenazan a las actuales automotrices. Centradas en el motor de combustión interna y la transmisión desde hace mucho tercerizan otros componentes. En un mundo donde los vehículos dependan de electrones, no de hidrocarburos, las empresas del viejo orden deberán reinventarse para sobrevivir.</p>

<p>Seguramente, los usuarios ir&aacute;n reemplazando unidades dependientes de combustibles f&oacute;siles por modelos ecol&oacute;gicamente limpios. Veh&iacute;culos electrificados en diversas formas esperan en un futuro. Pero &iquest;cu&aacute;nto les llevar&aacute; ganar dinero a quienes inviertan en el sector?<br />
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Los pesimistas hablan de lustros. En los pr&oacute;ximos diez a&ntilde;os, el precio de un h&iacute;brido (nafta-bater&iacute;a, por caso) a&uacute;n exceder&aacute; el de un veh&iacute;culo convencional en varios miles de d&oacute;lares. La diferencia se deber&aacute; fundamentalmente al costo de desarrollar unidades capaces de recorrer considerables distancias entre cargas y al precio de las propias bater&iacute;as. <br />
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Por otra parte, la infraestructura para recargar un gran n&uacute;mero de veh&iacute;culos aun est&aacute; por tenderse en Estados Unidos. Tampoco la industria dispone de instalaciones para producir bater&iacute;as en masa. En todo caso, la gente no clama todav&iacute;a por coches h&iacute;bridos o el&eacute;ctricos. <br />
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Los optimistas, en cambio, apuestan a los gobiernos en Norteam&eacute;rica, Uni&oacute;n Europea, China, Jap&oacute;n, Brasil y su &aacute;rea de influencia. Suponen que la inquietud por el acceso a hidrocarburos importados, sus precios y las emisiones contaminantes obligar&aacute; a Washington, Beijing, Tokio o Bruselas a buscar soluciones parciales. Por ejemplo, incentivos al p&uacute;blico &ndash;subsidios, desgravaciones- para pasarse a veh&iacute;culos m&aacute;s limpios. De hecho, varios pa&iacute;ses ya lo hacen.<br />
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En algunos, los autos electrificados son econ&oacute;micamente viables debido a substanciales desgravaciones impositivas. Am&eacute;n de ello, el bando optimista abarca innovadores y nuevos modelos de negocios para tornar m&aacute;s atractivos esos veh&iacute;culos.<br />
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