Arthur Andersen en peligro

El colapso de Enron y la politización del asunto pueden hoy desencadenar una serie de investigaciones en el Congreso, centradas sobre el estudio A.A. y sus nexos.

15 enero, 2002

Desde hace tiempo, el estudio Arthur Andersen –otrora abarcaba Andersen Consulting, hoy Accenture- viene contribuyendo intensamente a las campañas legislativas de republicanos y demócratas. A partir del 2000, con cierta preferencia por los primeros (US$ 630.000) sobre los segundos (360.000), según cifras de la comisión electoral federal. Pero la crisis de Enron subraya aspectos problemáticos.

Entre los mayores beneficiarios individuales (US$ 10.000 en 2001) figura, efectivamente, el representante (diputado) William Tauzin, republicano por Indiana, presidente de la comisión de Energía y Comercio en la cámara baja. El colapso de Enron –que ha volatilizado el fondo de pensión de sus propios empleados, a quienes la empresa les bloqueó todo intento de transferir su dinero- puede hoy desencadenar una serie de investigaciones en el Congreso, centradas sobre el estudio A.A. y sus nexos. Tauzin mismo viene diciendo que la firma corre riesgo de ser procesada por haber destruido intencionalmente documentos comprometedores .

Aun si elude ese peligro, A.A. afronta un verdadero desastre de imagen, relaciones públicas, para no hablar de cabildeo (lobbying). Ocurre que los auditores cumplen un papel clave en los modernos mercados financieros –globales, de paso-, pues deben asegurar ante bancos, inversores y otros grupos de interés que los balances corporativos sean correctos, completos y verídicos. Aunque solventados por las firmas contratantes, son responsables ante la Comisión Federal de Valores y, por ende, la Secretaría Federal de Hacienda.

Por lo común, a los inversores no les importaba mucho qué auditores tenía una compañía cuyas acciones cotizasen en bolsa, siempre que el estudio contable estuviera entre los “cinco grandes”. A.A. figura en ese grupo selecto, pero ahora puede quedar afuera si su reputación zozobra.

En privado, la firma admite que algunos clientes importantes se manifiestan inquietos ante el caso Enron. A su vez, algunos empleados y profesionales del estudio temen que las revelaciones hechas y por hacer afectarán gravemente las posibilidades de A.A. para competir en su selecto negocio (de hecho, la firma está rescindiendo contratos de personal tomado hace apenas semanas). Para ellos, la “politización” del asunto compromete, justamente, la capacidad de hacer lobby.

La historia reciente del estudio no facilita las cosas. En cinco años, A.A. ha estado ligado a varios escándalos contables. Dos de ellos fueron Sunbeam y Waste Management, que debieron recalcular ingresos tras confesar haber hecho fraude en sus balances. Andersen debió pagar US$ 110 millones para arreglar litigios radicados por accionistas de Sunbeam contra su auditoría. En los últinos años de la década pasada, atravesó un desmañado y tormentoso divorcio con su división consultora, la actual Accenture.

La ruptura puso en aprietos a ambas, pero Accenture los superó mejor que A.A., de menor tamaño y dinámica más lenta. A punto tal que el estudio se considera hoy demasiado chico para continuar entre “los 5 grandes”, máxime con los problemas que tiene para armar consultora propia y cubrir el vacío dejado por Accenture. Algunos obervadores creen que, así como está, A.A. no podrá sobrevivir sola.

Accenture ha gastado millones imponiendo marca. Dado que A.A. no puede hacer lo mismo, su mejor opción sería complementar su punto fuerte (el áreas tributaria) con KPMG´s o Ernst & Young. Las consultoras, cualquiera de ellas, encajarían bien en A.A..

Desde hace tiempo, el estudio Arthur Andersen –otrora abarcaba Andersen Consulting, hoy Accenture- viene contribuyendo intensamente a las campañas legislativas de republicanos y demócratas. A partir del 2000, con cierta preferencia por los primeros (US$ 630.000) sobre los segundos (360.000), según cifras de la comisión electoral federal. Pero la crisis de Enron subraya aspectos problemáticos.

Entre los mayores beneficiarios individuales (US$ 10.000 en 2001) figura, efectivamente, el representante (diputado) William Tauzin, republicano por Indiana, presidente de la comisión de Energía y Comercio en la cámara baja. El colapso de Enron –que ha volatilizado el fondo de pensión de sus propios empleados, a quienes la empresa les bloqueó todo intento de transferir su dinero- puede hoy desencadenar una serie de investigaciones en el Congreso, centradas sobre el estudio A.A. y sus nexos. Tauzin mismo viene diciendo que la firma corre riesgo de ser procesada por haber destruido intencionalmente documentos comprometedores .

Aun si elude ese peligro, A.A. afronta un verdadero desastre de imagen, relaciones públicas, para no hablar de cabildeo (lobbying). Ocurre que los auditores cumplen un papel clave en los modernos mercados financieros –globales, de paso-, pues deben asegurar ante bancos, inversores y otros grupos de interés que los balances corporativos sean correctos, completos y verídicos. Aunque solventados por las firmas contratantes, son responsables ante la Comisión Federal de Valores y, por ende, la Secretaría Federal de Hacienda.

Por lo común, a los inversores no les importaba mucho qué auditores tenía una compañía cuyas acciones cotizasen en bolsa, siempre que el estudio contable estuviera entre los “cinco grandes”. A.A. figura en ese grupo selecto, pero ahora puede quedar afuera si su reputación zozobra.

En privado, la firma admite que algunos clientes importantes se manifiestan inquietos ante el caso Enron. A su vez, algunos empleados y profesionales del estudio temen que las revelaciones hechas y por hacer afectarán gravemente las posibilidades de A.A. para competir en su selecto negocio (de hecho, la firma está rescindiendo contratos de personal tomado hace apenas semanas). Para ellos, la “politización” del asunto compromete, justamente, la capacidad de hacer lobby.

La historia reciente del estudio no facilita las cosas. En cinco años, A.A. ha estado ligado a varios escándalos contables. Dos de ellos fueron Sunbeam y Waste Management, que debieron recalcular ingresos tras confesar haber hecho fraude en sus balances. Andersen debió pagar US$ 110 millones para arreglar litigios radicados por accionistas de Sunbeam contra su auditoría. En los últinos años de la década pasada, atravesó un desmañado y tormentoso divorcio con su división consultora, la actual Accenture.

La ruptura puso en aprietos a ambas, pero Accenture los superó mejor que A.A., de menor tamaño y dinámica más lenta. A punto tal que el estudio se considera hoy demasiado chico para continuar entre “los 5 grandes”, máxime con los problemas que tiene para armar consultora propia y cubrir el vacío dejado por Accenture. Algunos obervadores creen que, así como está, A.A. no podrá sobrevivir sola.

Accenture ha gastado millones imponiendo marca. Dado que A.A. no puede hacer lo mismo, su mejor opción sería complementar su punto fuerte (el áreas tributaria) con KPMG´s o Ernst & Young. Las consultoras, cualquiera de ellas, encajarían bien en A.A..

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades