Amaranth Advisors, un fondo especulativo víctima del gas natural

La caída de precios le costó US$4.500 millones, en una semana (13-19 de septiembre), a Amaranth Advisors, que debió ser rescatado. Los futuros sobre gas natural se derrumbaron 64,8%. No era el único producto primario en problemas.

25 septiembre, 2006

Eso tal vez hubiese podido asimilarse por sí solo, pero otros sectores también se vinieron abajo. Así, la plata cedió 45%, el azúcar 34,5%, la nafta sin plomo igual, el trigo 26,7%, el maíz 22,4% y el oro 21,3%. Si estos son síntomas de un “efecto manada”, hay riesgo de venta masiva y atropellada de posiciones. Por supuesto, se trata de mucho “aire caliente”, creado por instrumentos derivativos y sus contratos derivados, de ahí el peligro.

Así ocurrió durante la crisis financiera internacional de 1997/8. Iniciada por la “sobrecarga” de derivados –contratos creados vía derivativos- cifrada en mercados como Malasia, Tailandia, Indonesia, Surcorea, Rusia, Turquía, Brasil, Nigeria, Argentina y otros, golpeó principalmente al Fondo Monetario Internacional (su imprevisión y los erróneos ajustes recetados iniciarán la larga decadencia del organismo, hoy en manos de una alta burocracia sin consenso) y a Long-Term Capital Management, LTCM, entonces el mayor fondo de cubertura derivada. Lo manejaban dos “genios financieros” que, en 1997, habían ganado el premio Nobel económico… por sus aportes matemáticos a esos mecanismos.

Ahora bien, casi diez años después –septiembre de 2006-, entra en crisis Amaranth Advisors, el principal fondo experto en ese tipo de especulaciones. El problema es que su activo es el gas natural. Nada menos. Según un informe de Commodity Research Bureau (Nueva York), la situación del mercado se aproxima a extremos peligrosos. Entre mediados de agosto y de septiembre, el precio internacional promedio para gas natural se desplomó 64,8%. Mientras tanto, la plata perdía 44,9%, la nafta sin plomo 34,3% y el oro 21,3%. Si, hasta unas semanas atrás, el alza de crudos preocupaba a las grandes economías usuarias, ahora su baja (de US$ 77 a 60 el barril en Nueva York) podía deshacer una gran masa de posiciones “de aire” en los mercados a término (gas, crudos, refinados).

En efecto, Amaranth y otros jugadores afrontaban pérdidas de hasta US$ 5.000 millones. A diferencia de LTCM, los bancos centrales no salían al rescate para evitar un colapso, porque el sector primario no tiene la influencia que sí ejerce la especulación financieras sobre las autoridades reguladores del negocio bancario. Pero, si las cosas siguen agravándose, algunos emisores deberán prestarles atención, posiblemente influidos por las grandes petroleras del mundo.

Ocurre que el interés de los fondos especulativos por hidrocarburos es bastante nuevo. Tras años de desdeñar al sector primario, inversores de toda laya empezaron a arrojarse sobre futuros y opciones petroleras, cobreras, áureas, etc., en una manía especulativa algo descontrolada. Fondos de cubertura, de inversión, jubilatorios, de corto plazo, etc., se prendaron de las materias primas. Este impulso, en realidad, explica parte de la “burbuja” con hidrocarburos que apareció en el tercer trimestre de 2004. “La masa de dinero que ingresó en ese sector no guardaba relación con su rentabilidad histórica ni los precios racionales de crudos, gas ni combustibles”, señalaba CRB. A fines de agosto, había “setenta fondos de cubertura dedicados a productos primarios, contra sólo veintiocho en 2003”, apunta la consultoría especializada Hedge Fund Research.

Al igual que lo sucedido con las inversiones en empresas tecnológicas que ni siquiera llevaban libros (porque eran “virtuales”), cuya burbuja bursátil se hundió en 2000/1, la fiebre de productos primarios puede desinflarse de golpe. Por de pronto, el grupo de 48 fondos dedicados a bienes básicos, administra activos por US$ 56.000 millones. Hace tres años, ese monto no pasaba de 10.000 millones, según la consultoría sectorial Morningstar.

Volviendo a Amaranth, sus activos “de superficie” se desmoronaron de US$ 9.200 a 4.500 millones durante la segunda semana de septiembre. Acorralado, la semana siguiente, el fondo les vendió a Citadel Investments y JP Morgan Chase esos 4.500 millones. Brian Hunter, el jefe de inversiones en hidrocarburos de Amaranth, fue castigado por el mismo factor que loa había llevado al paraíso en los anteriores dos años: la volatilidad del mercado.

Prácticamente desconocido para el gran público, Hunter fue armando desde 2004 una bomba de tiempo desde su sede en Calgary, Canadá. Ganó miles de millones jugando a alzas y caídas del gas natural hasta que, en septiembre, los precios se desplomaron más de lo esperado por especuladores como él. En particular, los de contratos a futuro con entrega durante el próximo invierno boreal. Recién entonces, Hunter descubrió que los ciclos del petróleo pueden tomar años, pero el del gas no pasa de algunos meses.

Al momento del derrumbe (20 de septiembre), el operador tenía US$ 3.000 millones al descubierto. Días antes, MotherRockLP –una intermediaria en hidrocarburos, Nueva York- se vino abajo y cerró. Hunter entonces hizo varios millones y –cebado- siguió tomando posiciones hasta su propio desplome. Ahora bien ¿por qué su firma y otras habían estado metiéndose en gas natural? Sencillamente, para escapar a los problemas geopolíticos de los crudos.

No era una mala ideas, al principio. El gas calienta 52% de vivienda en Estados Unidos y alimenta muchas usinas termoeléctricas. Además, es insumo primario para fertilizantes y químicos. Pero. A diferencia del petróleo, no es fácil transportarlo por el mundo para cubrir faltas o excesos de oferta locales. Cuando, en diciembre último, el gas alcanzó su propio récord (US$ 15,38 por millón de unidades térmicas británicas), Hunter empezó a exponerse en futuros a un ritmo por demás exagerado, muy superior al de bancas que cuentas con docenas de operadores. En abril, ganaba US$ 2.000 millones con rindes de hasta 13% en un mes. En mayo, un primer colapso le hizo perder mil millones, que recobró en julio. Pero el derrumbe de septiembre fue demasiado.

Eso tal vez hubiese podido asimilarse por sí solo, pero otros sectores también se vinieron abajo. Así, la plata cedió 45%, el azúcar 34,5%, la nafta sin plomo igual, el trigo 26,7%, el maíz 22,4% y el oro 21,3%. Si estos son síntomas de un “efecto manada”, hay riesgo de venta masiva y atropellada de posiciones. Por supuesto, se trata de mucho “aire caliente”, creado por instrumentos derivativos y sus contratos derivados, de ahí el peligro.

Así ocurrió durante la crisis financiera internacional de 1997/8. Iniciada por la “sobrecarga” de derivados –contratos creados vía derivativos- cifrada en mercados como Malasia, Tailandia, Indonesia, Surcorea, Rusia, Turquía, Brasil, Nigeria, Argentina y otros, golpeó principalmente al Fondo Monetario Internacional (su imprevisión y los erróneos ajustes recetados iniciarán la larga decadencia del organismo, hoy en manos de una alta burocracia sin consenso) y a Long-Term Capital Management, LTCM, entonces el mayor fondo de cubertura derivada. Lo manejaban dos “genios financieros” que, en 1997, habían ganado el premio Nobel económico… por sus aportes matemáticos a esos mecanismos.

Ahora bien, casi diez años después –septiembre de 2006-, entra en crisis Amaranth Advisors, el principal fondo experto en ese tipo de especulaciones. El problema es que su activo es el gas natural. Nada menos. Según un informe de Commodity Research Bureau (Nueva York), la situación del mercado se aproxima a extremos peligrosos. Entre mediados de agosto y de septiembre, el precio internacional promedio para gas natural se desplomó 64,8%. Mientras tanto, la plata perdía 44,9%, la nafta sin plomo 34,3% y el oro 21,3%. Si, hasta unas semanas atrás, el alza de crudos preocupaba a las grandes economías usuarias, ahora su baja (de US$ 77 a 60 el barril en Nueva York) podía deshacer una gran masa de posiciones “de aire” en los mercados a término (gas, crudos, refinados).

En efecto, Amaranth y otros jugadores afrontaban pérdidas de hasta US$ 5.000 millones. A diferencia de LTCM, los bancos centrales no salían al rescate para evitar un colapso, porque el sector primario no tiene la influencia que sí ejerce la especulación financieras sobre las autoridades reguladores del negocio bancario. Pero, si las cosas siguen agravándose, algunos emisores deberán prestarles atención, posiblemente influidos por las grandes petroleras del mundo.

Ocurre que el interés de los fondos especulativos por hidrocarburos es bastante nuevo. Tras años de desdeñar al sector primario, inversores de toda laya empezaron a arrojarse sobre futuros y opciones petroleras, cobreras, áureas, etc., en una manía especulativa algo descontrolada. Fondos de cubertura, de inversión, jubilatorios, de corto plazo, etc., se prendaron de las materias primas. Este impulso, en realidad, explica parte de la “burbuja” con hidrocarburos que apareció en el tercer trimestre de 2004. “La masa de dinero que ingresó en ese sector no guardaba relación con su rentabilidad histórica ni los precios racionales de crudos, gas ni combustibles”, señalaba CRB. A fines de agosto, había “setenta fondos de cubertura dedicados a productos primarios, contra sólo veintiocho en 2003”, apunta la consultoría especializada Hedge Fund Research.

Al igual que lo sucedido con las inversiones en empresas tecnológicas que ni siquiera llevaban libros (porque eran “virtuales”), cuya burbuja bursátil se hundió en 2000/1, la fiebre de productos primarios puede desinflarse de golpe. Por de pronto, el grupo de 48 fondos dedicados a bienes básicos, administra activos por US$ 56.000 millones. Hace tres años, ese monto no pasaba de 10.000 millones, según la consultoría sectorial Morningstar.

Volviendo a Amaranth, sus activos “de superficie” se desmoronaron de US$ 9.200 a 4.500 millones durante la segunda semana de septiembre. Acorralado, la semana siguiente, el fondo les vendió a Citadel Investments y JP Morgan Chase esos 4.500 millones. Brian Hunter, el jefe de inversiones en hidrocarburos de Amaranth, fue castigado por el mismo factor que loa había llevado al paraíso en los anteriores dos años: la volatilidad del mercado.

Prácticamente desconocido para el gran público, Hunter fue armando desde 2004 una bomba de tiempo desde su sede en Calgary, Canadá. Ganó miles de millones jugando a alzas y caídas del gas natural hasta que, en septiembre, los precios se desplomaron más de lo esperado por especuladores como él. En particular, los de contratos a futuro con entrega durante el próximo invierno boreal. Recién entonces, Hunter descubrió que los ciclos del petróleo pueden tomar años, pero el del gas no pasa de algunos meses.

Al momento del derrumbe (20 de septiembre), el operador tenía US$ 3.000 millones al descubierto. Días antes, MotherRockLP –una intermediaria en hidrocarburos, Nueva York- se vino abajo y cerró. Hunter entonces hizo varios millones y –cebado- siguió tomando posiciones hasta su propio desplome. Ahora bien ¿por qué su firma y otras habían estado metiéndose en gas natural? Sencillamente, para escapar a los problemas geopolíticos de los crudos.

No era una mala ideas, al principio. El gas calienta 52% de vivienda en Estados Unidos y alimenta muchas usinas termoeléctricas. Además, es insumo primario para fertilizantes y químicos. Pero. A diferencia del petróleo, no es fácil transportarlo por el mundo para cubrir faltas o excesos de oferta locales. Cuando, en diciembre último, el gas alcanzó su propio récord (US$ 15,38 por millón de unidades térmicas británicas), Hunter empezó a exponerse en futuros a un ritmo por demás exagerado, muy superior al de bancas que cuentas con docenas de operadores. En abril, ganaba US$ 2.000 millones con rindes de hasta 13% en un mes. En mayo, un primer colapso le hizo perder mil millones, que recobró en julio. Pero el derrumbe de septiembre fue demasiado.

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