<p>Quizás unos pocos empresarios e inversores se tornen más cautos, pero la mayoría de quienes apuestan a África –empezando por China- no sacarán dinero, subsidiarias, plantas ni técnicos. Aunque, como sucede en Nigeria, imán para petroleras, sean víctimas de una interminable guerra civil. Sin duda, el G-8 no pasa de condenas formales, sin efecto alguno en esos regímenes.</p>
<p>En el caso de Zimbabwe, la ex Rodesia meridional resulta atractiva –al igual que la cercana Malawi- porque Mugabe y sus adláteres son en extremo corruptos. Pero eso no impide que la economía local marche relativamente bien, merced a la venalidad sistémica del país (típico rasgo africano).</p>
<p>Por supuesto, los inversores esgrimen un argumento habitual en Latinoamérica hace decenios: en el largo plazo, la calidad de esos regímenes puede mejorar debido a sus capitales. De hecho, ha ocurrido en Argelia, Egipto, Libia, Marruecos o Senegal. No en el resto del continente y mucho menos en Zimbabwe, donde el opositor Morgan Tsvangarai –ganador real de los comicios- tuvo de abandonar la puja para salvar la vida.</p>
<p>. A tal punto llega la inescrupulosidad de Mugabe que la Unión de Estados Africanos –aun menos democrática que la Opep- optó por distanciarse del dictador. Pero en la entidad hay apenas una democracia en serio (Sudáfrica) y algunas relativas (Zambia, Senegal, Tanzania, Kenia).</p>
<p>En lo atinente al sector privado internacional que apuesta a Zimbabwe, hasta ahora no ha abierto la boca. Algunos medios europeos, en cambio, no se privan de subrayar un llamativo contraste: Washington y la prensa conservadora califican de autócratas al venezolano Hugo Chávez o al boliviano Evo Morales. En gran parte de África serían lujos democráticos.</p>
<p>Por supuesto, sobran argumentos para tolerar a Mugabe. Por ejemplo, un colapso del régimen expulsaría gente a Zambia, Mozambique, Botswana y Sudáfrica, donde ya hay violencia étnica contra refugiados no zulúes. El problema amenaza ya a las minúsculas Swazilandia y Lesotho, virtuales satélites de Pretoria.</p>
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Zimbabwe: el régimen atrae inversores y el G-8 es impotente
Una elección ganada en segunda vuelta gracias a la intimidación y el fraude no impide que Robert Mugabe sea un mimado de capitales extranjeros. Como en Malawi, Sudán, Eritrea, Gabón, etc., el Grupo de los 8 no logra influir sobre Zimbabwe.