William Fallon: el almirante y sus dos tareas incumplidas

Fue una sorpresa. El secretario de defensa Robert Gates “aceptó” la renuncia forzada de quien dirigía el comando central (CenCom) para toda Asia menos Rusia. Dos guerras –Irak, Afganistán- y una crisis –Pakistán- acabaron con el almirante.

15 marzo, 2008

A criterio del boletín “Strategic forecasting” (StratFor), con buenos contactos en el Pentágono, Irán no fue decisivo. Allá, la resposabilidad de una guerra interminable es del general David Petraeus, un halcón allegado al vicepresidente Richard Cheney y a John Negroponte, segundo de Condoleezza Rice. En cuanto a Fallon, los detonantes fueron Afganistán y Pakistán. Pero ambos problemas son anteriores a la asunción del almirante en 2007.

En Afganistán y pese a la propaganda militar, la invasión multilateral de 2001 nunca tuvo el éxito esperado. Por cierto, los talibán abandonaron Kabul. Pero continuaron combatiendo, ahora junto a al Qa’eda y otras guerrillas. Cuando Washington se centró en Irak (2003), dejó que las fuerzas de la Otan la tarea de reconstruir el estado afgano y cazar al Qa’eda y los talibán.

Sin embargo, “el Pentágono nunca encaró realmente complejidades étnicas y tribales que han azotado el país durante siglos. Contra ellas se estrelló la ocupación soviética de los años 70 y 80”, señala George Friedman (StratFor). El actual régimen de Kabul, en efecto, siempre ha dependido de aliados tribales de habla pashtún y fuezas militares internacionales. Esos aspectos no fueron considerados apropiadamente por Estados Unidos cuando se replegaba sobre Irak. Tampoco se explotó la enemistad entre los pasdarán iraníes (shiitas), al Qa’eda y los talibán (sunníes).

Eventualmente, los talibán resurgieron como amenaza y empezaron a copiar tácticas terroristas iraquíes en áreas urbanas. Entretanto, extremistas pakíes se filtraba por la lábil frontera y al Qa’eda e insurgentes afganos encontraban santuarios en Pakistán, un país políticamente volátil donde hay separatismo propio, Beluchistán (antigua provincia afgana con salida al mar).

La “renuncia” de Fallon deriva de esos dos problemas nunca resueltos. Ahora, ponen en la mira al CentCom y los candidatos a ocuparlo, el general James Mattis (infantería de marina) y el mismo Petraeus. Cualquiera de ambos será clave en la región, pues deberá quebrar el estancamiento con medidas tajantes. Ninguno podrá sentarse a mirar mientras se incendia Pakistán, un país todavía laico extendido sobre un millón de km2 y con 150 millones de habitantes.

A criterio del boletín “Strategic forecasting” (StratFor), con buenos contactos en el Pentágono, Irán no fue decisivo. Allá, la resposabilidad de una guerra interminable es del general David Petraeus, un halcón allegado al vicepresidente Richard Cheney y a John Negroponte, segundo de Condoleezza Rice. En cuanto a Fallon, los detonantes fueron Afganistán y Pakistán. Pero ambos problemas son anteriores a la asunción del almirante en 2007.

En Afganistán y pese a la propaganda militar, la invasión multilateral de 2001 nunca tuvo el éxito esperado. Por cierto, los talibán abandonaron Kabul. Pero continuaron combatiendo, ahora junto a al Qa’eda y otras guerrillas. Cuando Washington se centró en Irak (2003), dejó que las fuerzas de la Otan la tarea de reconstruir el estado afgano y cazar al Qa’eda y los talibán.

Sin embargo, “el Pentágono nunca encaró realmente complejidades étnicas y tribales que han azotado el país durante siglos. Contra ellas se estrelló la ocupación soviética de los años 70 y 80”, señala George Friedman (StratFor). El actual régimen de Kabul, en efecto, siempre ha dependido de aliados tribales de habla pashtún y fuezas militares internacionales. Esos aspectos no fueron considerados apropiadamente por Estados Unidos cuando se replegaba sobre Irak. Tampoco se explotó la enemistad entre los pasdarán iraníes (shiitas), al Qa’eda y los talibán (sunníes).

Eventualmente, los talibán resurgieron como amenaza y empezaron a copiar tácticas terroristas iraquíes en áreas urbanas. Entretanto, extremistas pakíes se filtraba por la lábil frontera y al Qa’eda e insurgentes afganos encontraban santuarios en Pakistán, un país políticamente volátil donde hay separatismo propio, Beluchistán (antigua provincia afgana con salida al mar).

La “renuncia” de Fallon deriva de esos dos problemas nunca resueltos. Ahora, ponen en la mira al CentCom y los candidatos a ocuparlo, el general James Mattis (infantería de marina) y el mismo Petraeus. Cualquiera de ambos será clave en la región, pues deberá quebrar el estancamiento con medidas tajantes. Ninguno podrá sentarse a mirar mientras se incendia Pakistán, un país todavía laico extendido sobre un millón de km2 y con 150 millones de habitantes.

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