Hace unos diez años, por cierto, Estados Unidos ordenaba al FMI imponer paquetes de corte monetarista por cintos de miles de millones para apuntalar el sudeste asiático, Rusia, Ucrania, Turquía, etc. Hoy, el enfermo es Washington pero ¿prestará atención a los consejos de un ente multilateral cuyo prestigio fuera víctima de las recetas ortodoxas de Rodrigo Rato, su peor ex director gerente, Anne Krueger y Anup Singh?
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<p> Sin duda, Strauss-Kahn –que no termina de despedir burócratas anacrónicos y caros- intentará que algunos países asistan a EE.UU. y diseñen esquemas para calafatear el fragmentario sistema de controles monetarios. Pero sería novedoso que Washington hiciera caso, máxime porque es un gobierno no ya pato rengo (<em>lame duck</em>), sino pato muerto (<em>dead duck</em>).</p>
<p> Sin embargo, el FMI está en condiciones de legitimar en el plano internacional la reforma “socialdemócrata” votada por el congreso. Esto es clave, pues EE.UU. ya no es superpotencia hegemónica, el mundo es multipolar y aun las economías centrales dependen de inversores e intermediarios ajenos que compran valores, participan en bancos, fondos y empresas industriales.</p>
<p> Sin la sutileza o los matices de Strauss-Kahn, la alemana Angela Merkel o el francés Nicolas Sarkozy, los rusos han puesto los puntos sobre las íes. Vladyímir Putin y Dmitri Miedvyédiev insistirán este fin de semana en que “se acabaron los tiempos cuando dominaban una economía o una moneda única”. Tanto que, este lunes, cinco bancos centrales (Eurozona, EE.UU., Japón, Gran Bretaña, Canadá) aumentaron de US$ 330.000 a 620.000 millones un fondo de intervención para mantener el dólar artificialmente alto. Librada a sí misma, la divisa cedería a niveles compatibles co el producto bruto interno que no crecerá más de 1,4% este año y puede bajar 0,25% en 2009. </p>
Washington es incógnita clave en la asamblea FMI-Banco Mundial
Nadie espera que se orqueste un salvataje internacional en toda la línea. Excepto Dominique Strauss-Kahn, director gerente del Fondo, y unos pocos, hay demasiados ortodoxos aferrados al pasado fin de siglo.