Volatilidad especulativa, un riesgo de tipo sistémico

Una a una, surgen señales de repunte en Eurolandia y Japón, mientras la economía norteamericana orilla la euforia. Por el contrario, los mercados de riesgo prolongan una inestabilidad de ribetes sistémicos.

18 noviembre, 2003

Desde mediados de año, se advierte un curioso fenómeno: cede la volatilidad en la economía real, pero aumenta en el mercado bursátil (mal llamado a veces “financiero”). Expertos de escuelas diferentes creen que el problema de fondo no se cifra en las burbujas especulativas, sino en las políticas monetarias.

Los neoclásicos, por ejemplo, responsabilizan a la generación “artificiosa” de crédito vía tasas básicas por demás exiguas (Estados Unidos, Japón). Entonces, como observa un análisis de la agencia Bloomberg, “no están claros los nexos entre las plazas bursátiles y la inflación baja, estable, que los bancos centrales buscan para lograr el máximo crecimiento sostenible”.

Por ende, “tal vez las cotizaciones de valores no sean en realidad pertinentes para las autoridades monetarias”. Eso plantea una especie de riesgo especulativo (“moral”, según la jerga al uso) cifrado en las propias políticas económicas: “a mayor estabilidad, más volatilidad muestran los mercados”, apunta Robert Keheler, principal asesor económico del Congreso norteamericano.

Durante las últimas dos décadas, la gestión por metas inflacionarias (no siempre explícitas) fue atenuando la inestabilidad de los ciclos cortos. Pero la persistencia de volatilidad especulativa –aun en fases de baja inflación- revela que el volumen y los precios de activos bursátiles se han multiplicado mucho más allá de los activos reales. En suma, están inflados, aunque todavía menos que en 2000.

En un papel de trabajo circulante entre firmas de Wall Street, inclusive se dan estimaciones. Así, los índices accionarios relevantes –a principios de noviembre- mostraban 30% de sobrepreciación media. El Dow-Jones industrial (9.858,5 puntos) debiera estar en 7.600, el Standard&Poor’s 500 (1.059) en 835, el Nasdaq compuesto (1.967,7) en 1.510 y el N100 (1.443) en 1.150.

Por supuesto, los niveles actuales aún no alcanzan los del pico especulativo registrado en marzo de 2000. En ese momento, la capitalización bursátil en Nueva York representada 185% del producto bruto interno a diciembre de 1999. “El Sistema de Reserva Federal –afirman los neoclásicos- ignora que los precios de activos bursátiles crean riqueza para ahorristas, inversores, consumidores y empresas. También redistribuyen el capital”.

Algunos economistas serios –Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Robert Kuttner, Jeffrey Sachs- y financistas como George Soros o Warren Buffett rechazan esa visión rosada (de paso, compartida por muchos analistas y gurúes argentinos). “Las burbujas inflan el valor de paquetes accionarios y, en efecto, benefician a ahorristas, inversores e intermediarios bursátiles. Pero –sostiene Kuttner-, no al consumidor ni a las empresas”.

Casi acompañando esas objeciones, expertos consultados por Bloomberg advierten: “Los déficit federales, el endeudamiento familiar y los bienes raíces están por el techo, en tanto las acciones tornan a subir más de lo prudente”. En verdad, el cuadro 2003 en Estados Unidos se parece demasiado al de Japón en 1991/2, que provocó una recesión que apenas hoy parece aflojar.

Sin embargo, hay signos positivos. Tras ceder nueve meses seguidos, el PBI alemán repuntó 0,9% anual en julio-septiembre y proyecta 1,3% este trimestre. Francia recobró 1,6% también en el III trimestre. Aunque todo este año el PBI norteamericano no aumente el 7,2% registrado durante el III trimestre, en 2004 ese guarismo y el japonés superarán en 2,8 y 2,6 puntos las proyecciones oficiales.

Pero “EE.UU. sufre tales desequilibrios que la reactivación iniciada en julio será casi imposible de mantener”, advierte “The Economist”. Por ejemplo, el déficit en cuenta corriente representa 50 % del PBI, en tanto Eurolandia (los doce adherentes a la moneda común) y Japón muestran superávit. A su vez, el rojo fiscal norteamericano equivale a 6% del PBI. Entretanto, el público ahorra apenas 3% de sus ingresos, contra 10% entre los europeos.

Desde mediados de año, se advierte un curioso fenómeno: cede la volatilidad en la economía real, pero aumenta en el mercado bursátil (mal llamado a veces “financiero”). Expertos de escuelas diferentes creen que el problema de fondo no se cifra en las burbujas especulativas, sino en las políticas monetarias.

Los neoclásicos, por ejemplo, responsabilizan a la generación “artificiosa” de crédito vía tasas básicas por demás exiguas (Estados Unidos, Japón). Entonces, como observa un análisis de la agencia Bloomberg, “no están claros los nexos entre las plazas bursátiles y la inflación baja, estable, que los bancos centrales buscan para lograr el máximo crecimiento sostenible”.

Por ende, “tal vez las cotizaciones de valores no sean en realidad pertinentes para las autoridades monetarias”. Eso plantea una especie de riesgo especulativo (“moral”, según la jerga al uso) cifrado en las propias políticas económicas: “a mayor estabilidad, más volatilidad muestran los mercados”, apunta Robert Keheler, principal asesor económico del Congreso norteamericano.

Durante las últimas dos décadas, la gestión por metas inflacionarias (no siempre explícitas) fue atenuando la inestabilidad de los ciclos cortos. Pero la persistencia de volatilidad especulativa –aun en fases de baja inflación- revela que el volumen y los precios de activos bursátiles se han multiplicado mucho más allá de los activos reales. En suma, están inflados, aunque todavía menos que en 2000.

En un papel de trabajo circulante entre firmas de Wall Street, inclusive se dan estimaciones. Así, los índices accionarios relevantes –a principios de noviembre- mostraban 30% de sobrepreciación media. El Dow-Jones industrial (9.858,5 puntos) debiera estar en 7.600, el Standard&Poor’s 500 (1.059) en 835, el Nasdaq compuesto (1.967,7) en 1.510 y el N100 (1.443) en 1.150.

Por supuesto, los niveles actuales aún no alcanzan los del pico especulativo registrado en marzo de 2000. En ese momento, la capitalización bursátil en Nueva York representada 185% del producto bruto interno a diciembre de 1999. “El Sistema de Reserva Federal –afirman los neoclásicos- ignora que los precios de activos bursátiles crean riqueza para ahorristas, inversores, consumidores y empresas. También redistribuyen el capital”.

Algunos economistas serios –Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Robert Kuttner, Jeffrey Sachs- y financistas como George Soros o Warren Buffett rechazan esa visión rosada (de paso, compartida por muchos analistas y gurúes argentinos). “Las burbujas inflan el valor de paquetes accionarios y, en efecto, benefician a ahorristas, inversores e intermediarios bursátiles. Pero –sostiene Kuttner-, no al consumidor ni a las empresas”.

Casi acompañando esas objeciones, expertos consultados por Bloomberg advierten: “Los déficit federales, el endeudamiento familiar y los bienes raíces están por el techo, en tanto las acciones tornan a subir más de lo prudente”. En verdad, el cuadro 2003 en Estados Unidos se parece demasiado al de Japón en 1991/2, que provocó una recesión que apenas hoy parece aflojar.

Sin embargo, hay signos positivos. Tras ceder nueve meses seguidos, el PBI alemán repuntó 0,9% anual en julio-septiembre y proyecta 1,3% este trimestre. Francia recobró 1,6% también en el III trimestre. Aunque todo este año el PBI norteamericano no aumente el 7,2% registrado durante el III trimestre, en 2004 ese guarismo y el japonés superarán en 2,8 y 2,6 puntos las proyecciones oficiales.

Pero “EE.UU. sufre tales desequilibrios que la reactivación iniciada en julio será casi imposible de mantener”, advierte “The Economist”. Por ejemplo, el déficit en cuenta corriente representa 50 % del PBI, en tanto Eurolandia (los doce adherentes a la moneda común) y Japón muestran superávit. A su vez, el rojo fiscal norteamericano equivale a 6% del PBI. Entretanto, el público ahorra apenas 3% de sus ingresos, contra 10% entre los europeos.

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