La caída de Mauricio Macri comenzó a gestarse en 2018 cuando Cristina Fernández sacó de la manga un plan de regreso que dejó a todos estupefactos.
Veterana operadora política, Cristina Fernández de Kirchner, hizo un cálculo inteligente cuando en Argentina se había instalado la recesión económica. Consciente de que su figura de líder polarizadora no era un activo para su regreso al protagonismo político, decidió por el segundo plano de la fórmula presidencial. En opinión de María Victoria Murillo, profesora argentina de ciencia política en la Universidad de Columbia, EE.UU (según cita The New York Times), fue una jugada maestra que cambió totalmente el escenario.
Pero Juntos por el Cambio, el partido perdedor del presidente Macri, no solo no quedó destrozado como se venía anunciaba desde las PASO, en el mes de agosto, sino que superó en 8 puntos su propio magro resultado, ganó cómodamente la Capital Federal, logró importantes diferencias en provincias clave como Córdoba y Mendoza y recuperó Entre Ríos y San Luis. Aumentó bancas en la Cámara de Diputados y los representantes de oficialismo y oposición estarán mucho más nivelados en el próximo ejercicio.
De manera que el gobierno de Alberto Fernández tiene ante sí el desafío de sacar a la economía de la crisis y a los argentinos de la polarización. Dos tareas harto complejas. La primera, porque la Argentina viene atravesando crisis económicas recurrentes desde 1940 y la segunda, porque vivimos en la era de las redes sociales.
“Polarizar impide al pueblo crear una voluntad común” dijo hace poco Martín Hilbert, gurú internacional de big data, en entrevista con Rubén Chorny para Mercado, “y en ese proceso se ha demostrado que las redes sociales tienen una enorme responsabilidad”.
(Reproducimos aquí el contenido de esa entrevista que cobra renovado interés a la luz de las elecciones de ayer recordando que fue realizada en el mes de junio de 2019.)
Los procesos democráticos que se han venido desarrollando en otras latitudes, como en Estados Unidos o Brasil, forzaron a las sociedades, al revés de lo que sucede en la Argentina con el clásico River–Boca en su versión política, personalizado en Mauricio Macri versus Cristina Fernández de Kirchner, a situarse en extremos electorales.
Más por afinidades de opiniones y expectativas que por el ascendiente de los candidatos en sí, como ocurre por estos lares: ni Donald Trump ni Jair Bolsonaro figuraban en los mejores augurios previos a las primarias. De ahí el desconcierto que campea entre los más reputados analistas locales y foráneos sobre quién se perfilaría como favorito para ocupar el sillón de Rivadavia de la Casa Rosada el 11 de diciembre. Quizá la pista permanezca aún oculta en la gran nube digital, entre los 10 ZB de información guardada sobre todos nosotros, que decuplica al código genético de la humanidad sumado, que los algoritmos de la inteligencia artificial desmenuzan con la velocidad de un rayo.
Mercado ha venido tomando contacto desde agosto pasado con uno de los más reputados gurúes de big data del mundo, Martin Hilbert, que se desempeña como profesor en la Universidad de California, Davis, en busca de una mirada científica pero a la vez humanística que ayude a desentrañar el misterio y la incertidumbre que mantienen paralizado al país. Una visión emocionalmente distante, aunque más que autorizada, como que en 2017 fue el primero en alertar, en declaraciones al medio chileno “The Clinic”, del escándalo que se cernía sobre Facebook y Cambridge Analytica por la denuncia de maniobras informáticas en los últimos comicios en Estados Unidos.
E-mail va, e-mail viene, este reconocido experto en información, comunicación y conocimiento en el desarrollo de sistemas sociales complejos, –de 40 años, nacido en Alemania y que estuvo radicado en Santiago de Chile cuando trabajó en la CEPAL tras revistar 15 años en la oficina de Asuntos Económicos de la ONU–, ha venido insistiendo ante la insistencia de Mercado en entrevistarlo que el proceso electoral argentino es muy complejo y que para abordarlo con la seriedad que se espera de él necesitaría dedicarle un tiempo a su estudio, del que no dispuso.
–Suena interesante el tema de la elección en Argentina. Pero lamentablemente tengo mi agenda muy llena estos días. –argumentó.
Sucesivos chats fueron intercambiados durante todos estos meses y ahí se acumularon varias definiciones acerca de cómo afectan las costumbres de las sociedades los cambios que trae el avance de la digitalización. En el capítulo político, aunque en este caso haciendo pie en la experiencia desarrollada en Estados Unidos, Hilbert no escatima críticas al marketing electoral que se apoya en la tecnología para que los dirigentes puedan decirle a cada audiencia clasificada por perfiles lo que quiere escuchar. Lisa y llanamente lo identifica como populismo puro.
–¿Cómo funciona?
Las “burbujas de filtreo” de la gran red social procesan toda la información acerca de las preferencias íntimas de cada individuo, tenga o no cuenta. Son recogidas mediante un barrido tecnológico que abarca todos los vínculos que se hacen con las cuentas de Facebook y sin ellas. Se las cruza con las 60 promesas que puede llegar a contener cada agenda política y, con que coincidan dos, se encapsulan para ser mostradas solas. Y obvio que se omiten las otras 58 inconvenientes. Al revés sucede con las comunicaciones sobre el rival: se lo ataca por toda esa proporción de disensos básicos– expuso.
Mensajes a medida
–¿Podría ampliar lo que le dijo a BBC Mundo acerca de que “La democracia no está preparada para la era digital y está siendo destruida”?
–El manejo tendencioso de mensajes dirigidos conforme a los perfiles clasificados nada tiene que ver con democracia, porque en realidad debería mostrarse al pueblo lo que se piensa y no sólo lo que a cada uno le gusta y clickea. Un modo de polarizar a la sociedad es cuando las opiniones se van alejando y no son entendibles desde el otro lado. Haber transcurrido años sin contacto entre sí impide que se cree una voluntad común del pueblo. En cualquier caso, “la democracia ya está cayendo por sí misma”, sentenció antes de pedir que nos comunicáramos en unos días. Al pie del estribo, insistimos:
–¿Cómo lo fundamentaría?
–Ya lo he estado diciendo: en todo el mundo se eligen democráticamente personas que entre sus metas tienen debilitar la democracia. Lo dicen abiertamente los líderes actuales de Estados Unidos, de Brasil, Rusia, Turquía.
–¿Y qué hacer entonces?
–Al estar el proceso democrático totalmente basado en información y comunicación, el desafío es actualizar los sistemas al uso de inteligencia artificial y big data, ya que utilizamos algoritmos comerciales y de espionaje sin que aún hayamos cambiado las instituciones democráticas, que llevan más de 200 años y ya no cuadran con la nueva realidad.
–Bastaría con echar un vistazo a declaraciones que había hecho a #FuturoPQN 88.9 FM hace más de un año para encontrar alertas tempranas…
–La realidad es que las campañas políticas son muy buenas clientas de las burbujas de filtreos que para Facebook representan su core business, porque también las crea para empresas y hasta para las personas que postean a determinados perfiles. Es lo mismo que pretenden los políticos: que este mensaje llegue a estas personas. Y como la mayoría de las personas saca las noticias de Facebook, se impone regular eso. En otro de los correos electrónicos se le consultó a este exégeta de la digitalización sobre la gran duda que aqueja a cualquier rincón emergente:
–¿Cuán expuesta quedarían institucionalmente nuestras democracias ante el desigual acceso a las onerosas manipulaciones tecnológicas?
–Es un desafío para mi generación, que es la que automatizó todos los procesos de la información, buscar la manera de que el pueblo pueda crear su voluntad común. La revolución tecnológica se está propagando y fuerza cambios en las sociedades: en la economía, la educación, la salud, más rápido en algunas partes que en otras. En países como Estados Unidos, el big data ya ha estado jugando un rol fundamental en las campañas presidenciales y dejó una serie de experiencias para estudiar de qué forma podría regularse.
–¿Cómo se aprovechan los datos?, como para retomar aquella descripción suya que publicara hace un par de años el periodista Daniel Hopenhayn en The Clinic, de Chile, titulada: “Obama y Trump usaron el big data para lavar cerebros”.
–Había dicho que de 100 a 250 likes suyos en Facebook permiten predecir su orientación sexual, su origen étnico, sus opiniones religiosas y políticas, su nivel de inteligencia y de felicidad, si usa drogas, si sus papás son separados o no. Con 150 likes, los algoritmos pueden predecir el resultado de su test de personalidad mejor que tu pareja. Y con 250 likes, mejor que usted mismo. Este estudio lo había hecho el investigador ruso Michal Kosinski en Cambridge.
–Y por eso Mark Zuckerberg había sido citado al Capitolio el año pasado…
–Sí y yo estuve siguiendo aquella sesión desde la Biblioteca, que me contrata como asesor en big data, y cuando le preguntaron por la privacidad en Facebook, porque poner “no me gusta” no es gratuito sino que se le da uso a los datos que dejamos, argumentó que cada uno era dueño de su información, debido a que podía entrar en los llamados perfiles de sombra y borrar todo. Googleé qué se puede hacer para averiguar cuánto puede saber Facebook sobre mí si no tengo cuenta, y me encontré con una página que tenía esa opción, si bien después desapareció. Pero la primera instrucción que daba era: ¡crear una cuenta!