Varios analistas subrayan errores del Economist

Se ha europeizado la polémica sobre el semanario londinense y su último ataque a Italia (“Addio, dolce vita”), disfrazado de críticas al gobierno de turno. Pero el apóstol del mercantilismo decimonónico no está exento de errores.

28 noviembre, 2005

“No hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran a vos”, predicaban este fin de semana –casi juntos- diarios de París, Bruselas y Milán. Se referían al vitriólico ataque del “Economist” (apoyado por su controlante, el “Financial Times”) contra el gobierno de Silvio Berlusconi, la economía y la sociedad italiana en general.

Al parecer, el evangelio del monetarismo –tanto, que sus colaboradores se reclutan en la alta burocracia del Banco de Inglaterra- no ha revisado bien los números. Por ejemplo, sostiene que el déficit primario previsto en el presupuesto italiano para 2006 “equivale a 5% del producto bruto interno”. Pero ese documento habla de 4,3% y la Comisión Europea no pasa de 4,6% (de suyo, una enormidad). Entre la última cifra y la del semanario hay una brecha de casi € 5.000 millones…

En lo tocante a la deuda pública, John Peet –compilador de textos aportados por no menos de ocho redactores anónimos- la estima sobre 120% del PBI. En realidad, la cifra de 2005, también originada en la CE, es 106,5% con riesgo de alcanzar 108,6% el año próximo. Por supuesto, ambos valores son alarmantes, pero aquel 120% sale de una usina casi tan ortodoxa como la revista, la Organización de Cooperaciòn pro Desarrollo Económico (OCDE), nombre engañoso si los hay.

Se trata de un informe aparecido en mayo, cuya estadigrafía contenía un error (que lleva a ese 120%), luego subsanado. Más tarde, el informe semestral del FMI retoma las proyecciones correctas (106,5, 108,6%).

Más acá de cálculos sesgados, el “Economist” aprovecha la edición dedicada a Italia para insistir en dos de sus tantas obsesiones: criticar a la Eurozona (es decir, a la moneda común) y a la Argentina, en este caso mediante una alusión gratuita. Lo primero refleja el “separatismo británico” respecto de la propia Unión Europea (la revista milita entre quienes postulan una alianza anglosajona en el Atlántico norte, propuesta por Henry Kissinger en 2000), reactivado tras el fracaso del pésimo proyecto constitucional europeo.

La segundo es más doméstico y responde a intereses creados. Cabe recordar, al respecto, que la revista y el FT llegaron a mentir descararadamente durante una campaña internacional de medios, que durò dos años, contra el canje de la deuda externa argentina en cese selectivo de pagos. En esos días, ambas publicaciones londinenses apoyaban a los bonistas italianos que decían representar Nicola Stock, Hans Humes y un par de estudios legales.

“No hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran a vos”, predicaban este fin de semana –casi juntos- diarios de París, Bruselas y Milán. Se referían al vitriólico ataque del “Economist” (apoyado por su controlante, el “Financial Times”) contra el gobierno de Silvio Berlusconi, la economía y la sociedad italiana en general.

Al parecer, el evangelio del monetarismo –tanto, que sus colaboradores se reclutan en la alta burocracia del Banco de Inglaterra- no ha revisado bien los números. Por ejemplo, sostiene que el déficit primario previsto en el presupuesto italiano para 2006 “equivale a 5% del producto bruto interno”. Pero ese documento habla de 4,3% y la Comisión Europea no pasa de 4,6% (de suyo, una enormidad). Entre la última cifra y la del semanario hay una brecha de casi € 5.000 millones…

En lo tocante a la deuda pública, John Peet –compilador de textos aportados por no menos de ocho redactores anónimos- la estima sobre 120% del PBI. En realidad, la cifra de 2005, también originada en la CE, es 106,5% con riesgo de alcanzar 108,6% el año próximo. Por supuesto, ambos valores son alarmantes, pero aquel 120% sale de una usina casi tan ortodoxa como la revista, la Organización de Cooperaciòn pro Desarrollo Económico (OCDE), nombre engañoso si los hay.

Se trata de un informe aparecido en mayo, cuya estadigrafía contenía un error (que lleva a ese 120%), luego subsanado. Más tarde, el informe semestral del FMI retoma las proyecciones correctas (106,5, 108,6%).

Más acá de cálculos sesgados, el “Economist” aprovecha la edición dedicada a Italia para insistir en dos de sus tantas obsesiones: criticar a la Eurozona (es decir, a la moneda común) y a la Argentina, en este caso mediante una alusión gratuita. Lo primero refleja el “separatismo británico” respecto de la propia Unión Europea (la revista milita entre quienes postulan una alianza anglosajona en el Atlántico norte, propuesta por Henry Kissinger en 2000), reactivado tras el fracaso del pésimo proyecto constitucional europeo.

La segundo es más doméstico y responde a intereses creados. Cabe recordar, al respecto, que la revista y el FT llegaron a mentir descararadamente durante una campaña internacional de medios, que durò dos años, contra el canje de la deuda externa argentina en cese selectivo de pagos. En esos días, ambas publicaciones londinenses apoyaban a los bonistas italianos que decían representar Nicola Stock, Hans Humes y un par de estudios legales.

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