Una militar acusa a Rumsfeld por autorizar torturas

La coronel Janis Karpinski, ex directora de Abú Ghreib y destituida por tolerar abusos de todo tipo denunció a Donald Rumsfeld, ex secretario de defensa. Lo acusa por permitir torturas y otros excesos entre julio y noviembre de 2003.

26 noviembre, 2006

Estas declaraciones en sede judicial ponen en postura muy comprometedora al ex jefe del Pentágono y, teniendo en cuenta su condición de “secretario del presidente”, le significan un serio riego a George W.Bush. Karpinsi –por entonces, general- fue la única militar de alto rango sancionada por esos hechos y se había presentado a dar testimonio en una demanda colectiva contra Rumsfeld y otros once funcionarios ante la Suprema Corte germana.

La hoy coronel también habló con medios alemanes y españoles. Reveló que existen pruebas documentales de que Rumsfeld subscribió órdenes para aplicar ciertos métodos aberrantes en los interrogatorios. Tanto en Abú Ghreib como en Guantánamo. “Su firma manuscripta estaba sobre el nombre y el cargo. Al margen y con la misma letra, se exigíaa asegurarse de que esas instrucciones se cumpliesen”.

Karpinski explica su actitud porque “fui acusada de algo de lo cual no era culpable. Esos interrogatorios no eran de mi competencia, sino de la inteligencia militar y del comandante de las tropas ocupantes”. Era Ricardo Sánchez, de origen cubano. A juicio de la ex general, Sánchez “es un cobarde. Me envió en misión fuera de Bagdad tras estallar el escándalo, porque sabía que confirmaría esas torturas. Ese general era el militar hispano de mayor jerarquía en Estados Unidos.

La ex directora de la cárcel afirma que recién se enteró de los abusos al ver fotos publicadas en la prensa, en enero de 2004. Karpinski revela, además, que “esas imágenes se emplearon después para presionar a otros detenidos y hacerlos confesar”. Otro dato sugestivo: al hacerse cargo de la prisión había apenas doscientos internos, pero el número llegó velozmente a siete mil, casi todos sospechosos de terrorismo.

De acuerdo con las declaraciones de Karpinski, las torturas empezaron en septiembre de 2003, durante una visita del general Geoffrey Miller, jefe de la cárcel de Guantánamo y partidario de esos recursos. “Miller enseñó a la inteligencia militar en Irak métodos para endurecer interrogatorios y obtener confesiones. Más tarde, manejaba Abú Ghreib desde Guantánamo, con apoyo de Rumsfeld”.

Si bien el nombre de Bush no figura en los dichos de la ahora coronel, sí aparecen el vicepresidente Richard Cheney y sus buenas relaciones con dos implicados, Sánchez y Miller. Por otra parte, el segundo –sostienen dos medios estadounidenses- tiene “vasos comunicantes” con la inteligencia cubana y eso le asegura la no interferencia del régimen. Como se sabe, La Habana nunca movió un dedo para recobrar la bahía.

Estas declaraciones en sede judicial ponen en postura muy comprometedora al ex jefe del Pentágono y, teniendo en cuenta su condición de “secretario del presidente”, le significan un serio riego a George W.Bush. Karpinsi –por entonces, general- fue la única militar de alto rango sancionada por esos hechos y se había presentado a dar testimonio en una demanda colectiva contra Rumsfeld y otros once funcionarios ante la Suprema Corte germana.

La hoy coronel también habló con medios alemanes y españoles. Reveló que existen pruebas documentales de que Rumsfeld subscribió órdenes para aplicar ciertos métodos aberrantes en los interrogatorios. Tanto en Abú Ghreib como en Guantánamo. “Su firma manuscripta estaba sobre el nombre y el cargo. Al margen y con la misma letra, se exigíaa asegurarse de que esas instrucciones se cumpliesen”.

Karpinski explica su actitud porque “fui acusada de algo de lo cual no era culpable. Esos interrogatorios no eran de mi competencia, sino de la inteligencia militar y del comandante de las tropas ocupantes”. Era Ricardo Sánchez, de origen cubano. A juicio de la ex general, Sánchez “es un cobarde. Me envió en misión fuera de Bagdad tras estallar el escándalo, porque sabía que confirmaría esas torturas. Ese general era el militar hispano de mayor jerarquía en Estados Unidos.

La ex directora de la cárcel afirma que recién se enteró de los abusos al ver fotos publicadas en la prensa, en enero de 2004. Karpinski revela, además, que “esas imágenes se emplearon después para presionar a otros detenidos y hacerlos confesar”. Otro dato sugestivo: al hacerse cargo de la prisión había apenas doscientos internos, pero el número llegó velozmente a siete mil, casi todos sospechosos de terrorismo.

De acuerdo con las declaraciones de Karpinski, las torturas empezaron en septiembre de 2003, durante una visita del general Geoffrey Miller, jefe de la cárcel de Guantánamo y partidario de esos recursos. “Miller enseñó a la inteligencia militar en Irak métodos para endurecer interrogatorios y obtener confesiones. Más tarde, manejaba Abú Ghreib desde Guantánamo, con apoyo de Rumsfeld”.

Si bien el nombre de Bush no figura en los dichos de la ahora coronel, sí aparecen el vicepresidente Richard Cheney y sus buenas relaciones con dos implicados, Sánchez y Miller. Por otra parte, el segundo –sostienen dos medios estadounidenses- tiene “vasos comunicantes” con la inteligencia cubana y eso le asegura la no interferencia del régimen. Como se sabe, La Habana nunca movió un dedo para recobrar la bahía.

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