domingo, 22 de diciembre de 2024

Una gran preocupación: la inflación que se acelera

spot_img

El acuerdo con el FMI ya está en vigencia, y la Argentina recibió el primer desembolso de US$ 9,7 mil millones, que le permitió oxigenar las reservas del BCRA tras hacer frente al vencimiento de US$ 2,7 mil millones con el mismo organismo.

Sin embargo, el impacto sobre las variables financieras ha sido marginal, por lo que el gobierno no ha podido eclipsar la principal fuente de preocupaciones, una inflación que se acelera, marcando una variación del IPC de 4,7 % en febrero y un estimado por encima de 5,0 % para marzo.

Esta dinámica –explica el último informe del IERAL, de la Fundación Mediterránea- habrá de afectar el nivel de actividad, por la pérdida de poder adquisitivo de la población. Así, la medición desestacionalizada del PIB puede estar devolviendo en el primer semestre más de la mitad del “arrastre estadístico” con el que había arrancado el año (del orden de los 3,5 puntos), ya que también hay que computar el menor volumen de cosecha y el posible cierre de plantas por falta de energía.

La inflación no es una meta auditable por el FMI, pero un guarismo que apunta al 60 % anual tiende a socavar la política monetaria y cambiaria del Banco Central, complicando el objetivo de reducir la brecha cambiaria y de lograr una liquidación fluida de granos en el momento de la cosecha.

El documento divulgado por el FMI para confirmar la aprobación del programa elaborado con Argentina es un reconocimiento brutal de las dificultades que existen para recrear la confianza. Sus redactores agotaron los sinónimos de la palabra “advertencia”: sobre los problemas de consistencia, sustentabilidad de la deuda, falta de compromiso de las autoridades con las reformas, la precariedad de algunos supuestos adoptados, aunque en este último caso la invasión a Ucrania por parte de las fuerzas rusas brindará algunas justificaciones.

Así, el monitoreo de los compromisos trimestrales asumidos por la Argentina será una fuente de incertidumbre y de “recalibración” recurrente de las metas bosquejadas. La aceleración inflacionaria puede contribuir a recortar el déficit, tanto por la recaudación de impuestos como por el lado del gasto (salarios, jubilaciones dado cierto rezago con el que actúa la fórmula de indexación).

Pero no será suficiente para compensar los subsidios a la energía y al transporte, que estarían aumentando en 0,8 % del PIB según estimación de IERAL, en lugar de bajar por una cifra similar como estaba previsto. Esto por la falta de oferta local de gas y combustibles líquidos, la necesidad de importarlos y la persistencia del atraso tarifario.

El cambio de precios relativos generado por la invasión rusa a Ucrania deriva en aumento de exportaciones agroindustriales estimado en US$ 6.000 millones, pero también incremento del déficit energético del orden de los US$ 4.000 millones y un plus de importaciones de fertilizantes por US$ 1.000 millones.

Este pequeño saldo positivo externo no se corresponde en el plano fiscal, ya que la mejora de recaudación por retenciones es marginal frente a los mayores costos en subsidios. La aceleración inflacionaria no alcanza para compensar ese desfase pero, además, es altamente corrosiva para la marcha del programa:

  • frena el nivel de actividad a través de la pérdida del poder adquisitivo de la demanda y debilita todavía más el tejido social.
  • deja a la política del Banco Central “detrás de los acontecimientos”, ya que el tipo de cambio y las tasas de interés se ajustan con rezago. Así, tras el 4,7 % de variación del IPC de febrero (conocido a mediados de marzo), la tasa de devaluación pasó a un ritmo mensual de 3,0 % y la tasa de interés al 3,5 % (Badlar), y para abril podría darse una movida análoga.
  • para que se active el circuito que se cierra con la venta de dólares por parte de los exportadores, se necesita la liquidación fluida de granos por parte de los productores. Y esto depende de sus expectativas vinculadas con los precios internacionales y la trayectoria del tipo de cambio oficial.

El año pasado, el Banco Central pudo realizar compras netas de divisas a un ritmo de US$ 1.500 millones por mes entre abril y junio, porque se habían desactivado las expectativas de devaluación, y la brecha cambiaria se había recortado a 60/65 %. Ahora, con una brecha cambiaria cercana al 80%, se abre un signo de interrogación sobre el ritmo de la liquidación de granos.

Compartir:

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Noticias

CONTENIDO RELACIONADO