Martín Lousteau tuvo el trágico destino de Aristóteles y
lo condenaron por lo que dijo, por lo que dijeron que había dicho y por
lo que le atribuyeron que diría. Pero si hay algo por lo que la renuncia
no le fue pedida fue por lo que haya hecho como ministro de Economía, en
todo caso.
Más allá del juego de palabras, el único aporte de su
autoría fueron las retenciones móviles, que permitieron sintonizar
el superávit fiscal en la meta de 35.000 millones de pesos prevista originalmente,
cuando las permanentes transferencias del Ministerio de Planificación,
que aterrizan dos meses después en la cuenta del Tesoro, lo habían
puesto en peligro.
Hubo un solo hecho más que lo afirmó en el cargo: fue cuando
recogió el guante de la financiación del tren bala, un caro anhelo
de la presidenta Cristina Kirchner que su antecesor Miguel Peirano se negó
a satisfacer y por eso se fue. Lousteau le había encontrado la vuelta
mediante una emisión de bonos para garantizarlo ante el banco que reemplazó
a Supervielle francés y arrancó una sonrisa de la primera mandataria.
En lo estrictamente profesional, al principio digirió que el secretario
de Comercio, Guillermo Moreno, impusiera su índice de precios al consumidor
por más que nadie creyera en su rigor técnico. Aunque a regañadientes,
había aceptado también que su teóricamente subordinado
lo desautorizara frente a los frigoríficos y saliera a cerrar las exportaciones
de carne que él había prometido mantener abiertas.
Fue obediente al evitar sentarse a negociar con los productores del campo,
a pesar de haber sido quien anunciara las retenciones móviles que son
el centro de la disputa.
Pero quizá la simpatía que le prodigaba la presidenta terminó
por confundirlo y le hizo sacar los pies de un plato hecho a medida de Néstor
Kirchner: se calzó el traje de ministro y se internó en arenas
movedizas, cuando fue a conversar sobre la deuda en el espinel financiero de
Washington. Primero con el secretario del Tesoro, Henry Paulson y luego con
el titular del FMI, Dominique Strauss-Khan, a quienes creía los franqueadores
de las puertas del Club de París para salir del default.
Barajó hipótesis tales como un presunto aval norteamericano al
recanje de los bonos que vencen en los próximos años, lo cual
alteró el statu quo que había conseguido el estudio jurídico
que atiende al gobierno nacional ante el juzgado de Nueva York, a cargo de Thomas
Griessa. Los querellantes de los holdouts interpusieron bloqueos al clearing
de los títulos para poder embargar, llegado el caso.
Y admitió en esos círculos influyentes que la inflación
era un tema preocupante e iba a ser encarado con reducciones en el gasto público,
tras haber reforzado la recaudación con las retenciones a la soja y el
girasol.
Inflación moderada
Al regresar al país, y siempre desde una investidura ministerial que
en la práctica nadie había homologado, pronunció ante el
titular del BID dos definiciones que dejaron pasmado al círculo íntimo
presidencial: que “en términos sociales, si logramos crecer 10 años,
hacia el 2016 o poco menos, como es el objetivo de la Presidenta, al 5,5% o
6% anual, podríamos incrementar en un 50% el ingreso promedio de nuestros
habitantes”, y remató con que hoy la Argentina necesita “una
inflación moderada y previsible”, un elemento indispensable para
poder “mejorar la distribución del ingreso”.
Horas antes de llevar su renuncia al jefe de Gabinete, Lousteau escuchó
de una arenga del ex presidente en un acto político la respuesta directa:
“Para bajar los precios no hay que enfriar la economía, hay que
terminar con los sinvergüenzas”. Fue, al mismo tiempo, una directa
alusión a su propuesta de moderar la tasa de crecimiento y la inflación
y una reivindicación al rol de Guillermo Moreno como vigilante de los
precios.
En tal sentido, le habían atribuido a Lousteau haber dicho: “Si
Moreno hace el ablandamiento táctico, todo bien, pero si decide las políticas
estamos en el horno”.
Kirchner se blanqueó en Ezeiza: “No soy de callarme las cosas y
sé que tengo que estar en el frente de batalla acompañando a la
presidenta, defendiendo los derechos de todos los argentinos”. Y dirigiéndose
al campo: “Duele en el alma que señores a los que les va tan bien,
que tienen tanta rentabilidad, miran con la espalda y con la nuca a la Patria
y no sé por qué nos llenaron de humo”.
Hasta el “padrino” de Lousteau en la corta etapa de cuatro meses
admitió sin decirlo que la salida habría sido inducida: “Uno
nunca debe olvidarse que es un ministro y muchas veces los pareceres personales
deben quedar en un segundo plano y prevalecer los intereses generales”.
Deuda
Es muy grave el perfil de vencimientos de la deuda para el período 2008-2011.
Entre 2008 y 2011, vencen US$ 30.892 millones de capital, 75,6% más que
en 2004-2007, es decir, un promedio de US$ 7.723 millones por año.
Teniendo en cuenta que la Argentina es capaz de colocar a Venezuela apenas
US$ 1.500 millones anuales y al mercado interno otros US$ 3.000 millones, si
se repitiese para 2008-2011 la estructura de desembolsos y pagos de capital
con los organismos internacionales de 2006 a 2007, el gobierno tendría
un faltante de US$ 7.306 millones, 50% mayor que el ´rojo´ de 2004-2007, de
US$ 4.831 millones.
Fue por ello que el ministro Lousteau había comenzado a negociar nuevos
créditos con organismos internacionales por US$ 15.500 millones, y dejó
trascender rumores de un nuevo canje de deuda pública, además
de intentar destrabar las negociaciones con el Club de París, por un
default equivalente a US$ 7.000 millones.
El secretario de Finanzas, Hugo Secondini, apuntaló la gestión
haciendo eje en los préstamos garantizados en poder de bancos y AFJP
que vencen entre 2008 y 2009. Fue uno de los principales temas que habló
el funcionario en sus reuniones con inversores tanto en Miami como en Washington
en las últimas dos semanas.
Enterados de estas conversaciones, los bonistas presentaron una nueva acción
de clase (o Class Action, según la jerga financiera) ante el juzgado
de Thomas Griesa, en el distrito sur de Nueva York, mediante la cual se busca
impedir que el gobierno pueda realizar nuevos canjes de deuda mientras 24% de
los bonos emitidos por el país continúen en default (reclaman
casi US$ 30.000 millones).
Milicias
Sin embargo, la prioridad del ex presidente Néstor Kirchner es blindar
internamente la gestión de su esposa, para lo cual piensa estrenar la
conducción del normalizado PJ en un activismo político contra
el alza de los precios y el desabastecimiento.
En este último rubro agrupa tanto al esperado retorno de los productores
a la protesta en las rutas como al faltante de gasoil y naftas en toda la franja
cerealera.
Los pilares de esta movilización son: Guillermo Moreno, Hugo Moyano
y los sindicalistas de las 62 Organizaciones Peronistas, los piqueteros de Luis
D´Elía y los intendentes partidarios del conurbano que suelen aportar
militantes a las concentraciones de apoyo al gobierno.
Poco que hacer tendrá en ese aspecto el nuevo ministro de Economía,
Carlos Fernández, quien reporta directamente al ex presidente, a diferencia
de sus antecesores.
El funcionario viene de una breve estadía en la AFIP, donde reemplazó
a Alberto Abad, y la característica de su actuación fue respetar
la estructura como estaba.
La principal característica que exhibe Fernández para el desempeño
del cargo es la relación personal que estableció con los ministros
provinciales y el aceitado funcionamiento que tiene con el secretario de Hacienda,
Juan Carlos Pezoa.
Una diferencia importante con Lousteau es que “se hizo amigo” de
Julio de Vido, sin por ello dejar de reportar a su homónimo jefe de Gabinete,
y que sobrellevó en los tiempos en que era ministro de Felipe Solá
una difícil relación con Santiago Montoya, lo cual permite inferir
que se llevará con Moreno mejor que los colegas que lo antecedieron.
¿Significa la salida de Lousteau el prólogo de un cambio de gabinete
mayor para un presunto relanzamiento del gobierno de Cristina Kirchner? ¿Detrás
de él saldrá su mentor, Alberto Fernández? ¿Se “pingüiniza”
la gestión de Cristina Kirchner? Habrá que esperar un mes para
el próximo capítulo.
Ver
“El plan de Lousteau del nunca jamás”
Martín Lousteau tuvo el trágico destino de Aristóteles y
lo condenaron por lo que dijo, por lo que dijeron que había dicho y por
lo que le atribuyeron que diría. Pero si hay algo por lo que la renuncia
no le fue pedida fue por lo que haya hecho como ministro de Economía, en
todo caso.
Más allá del juego de palabras, el único aporte de su
autoría fueron las retenciones móviles, que permitieron sintonizar
el superávit fiscal en la meta de 35.000 millones de pesos prevista originalmente,
cuando las permanentes transferencias del Ministerio de Planificación,
que aterrizan dos meses después en la cuenta del Tesoro, lo habían
puesto en peligro.
Hubo un solo hecho más que lo afirmó en el cargo: fue cuando
recogió el guante de la financiación del tren bala, un caro anhelo
de la presidenta Cristina Kirchner que su antecesor Miguel Peirano se negó
a satisfacer y por eso se fue. Lousteau le había encontrado la vuelta
mediante una emisión de bonos para garantizarlo ante el banco que reemplazó
a Supervielle francés y arrancó una sonrisa de la primera mandataria.
En lo estrictamente profesional, al principio digirió que el secretario
de Comercio, Guillermo Moreno, impusiera su índice de precios al consumidor
por más que nadie creyera en su rigor técnico. Aunque a regañadientes,
había aceptado también que su teóricamente subordinado
lo desautorizara frente a los frigoríficos y saliera a cerrar las exportaciones
de carne que él había prometido mantener abiertas.
Fue obediente al evitar sentarse a negociar con los productores del campo,
a pesar de haber sido quien anunciara las retenciones móviles que son
el centro de la disputa.
Pero quizá la simpatía que le prodigaba la presidenta terminó
por confundirlo y le hizo sacar los pies de un plato hecho a medida de Néstor
Kirchner: se calzó el traje de ministro y se internó en arenas
movedizas, cuando fue a conversar sobre la deuda en el espinel financiero de
Washington. Primero con el secretario del Tesoro, Henry Paulson y luego con
el titular del FMI, Dominique Strauss-Khan, a quienes creía los franqueadores
de las puertas del Club de París para salir del default.
Barajó hipótesis tales como un presunto aval norteamericano al
recanje de los bonos que vencen en los próximos años, lo cual
alteró el statu quo que había conseguido el estudio jurídico
que atiende al gobierno nacional ante el juzgado de Nueva York, a cargo de Thomas
Griessa. Los querellantes de los holdouts interpusieron bloqueos al clearing
de los títulos para poder embargar, llegado el caso.
Y admitió en esos círculos influyentes que la inflación
era un tema preocupante e iba a ser encarado con reducciones en el gasto público,
tras haber reforzado la recaudación con las retenciones a la soja y el
girasol.
Inflación moderada
Al regresar al país, y siempre desde una investidura ministerial que
en la práctica nadie había homologado, pronunció ante el
titular del BID dos definiciones que dejaron pasmado al círculo íntimo
presidencial: que “en términos sociales, si logramos crecer 10 años,
hacia el 2016 o poco menos, como es el objetivo de la Presidenta, al 5,5% o
6% anual, podríamos incrementar en un 50% el ingreso promedio de nuestros
habitantes”, y remató con que hoy la Argentina necesita “una
inflación moderada y previsible”, un elemento indispensable para
poder “mejorar la distribución del ingreso”.
Horas antes de llevar su renuncia al jefe de Gabinete, Lousteau escuchó
de una arenga del ex presidente en un acto político la respuesta directa:
“Para bajar los precios no hay que enfriar la economía, hay que
terminar con los sinvergüenzas”. Fue, al mismo tiempo, una directa
alusión a su propuesta de moderar la tasa de crecimiento y la inflación
y una reivindicación al rol de Guillermo Moreno como vigilante de los
precios.
En tal sentido, le habían atribuido a Lousteau haber dicho: “Si
Moreno hace el ablandamiento táctico, todo bien, pero si decide las políticas
estamos en el horno”.
Kirchner se blanqueó en Ezeiza: “No soy de callarme las cosas y
sé que tengo que estar en el frente de batalla acompañando a la
presidenta, defendiendo los derechos de todos los argentinos”. Y dirigiéndose
al campo: “Duele en el alma que señores a los que les va tan bien,
que tienen tanta rentabilidad, miran con la espalda y con la nuca a la Patria
y no sé por qué nos llenaron de humo”.
Hasta el “padrino” de Lousteau en la corta etapa de cuatro meses
admitió sin decirlo que la salida habría sido inducida: “Uno
nunca debe olvidarse que es un ministro y muchas veces los pareceres personales
deben quedar en un segundo plano y prevalecer los intereses generales”.
Deuda
Es muy grave el perfil de vencimientos de la deuda para el período 2008-2011.
Entre 2008 y 2011, vencen US$ 30.892 millones de capital, 75,6% más que
en 2004-2007, es decir, un promedio de US$ 7.723 millones por año.
Teniendo en cuenta que la Argentina es capaz de colocar a Venezuela apenas
US$ 1.500 millones anuales y al mercado interno otros US$ 3.000 millones, si
se repitiese para 2008-2011 la estructura de desembolsos y pagos de capital
con los organismos internacionales de 2006 a 2007, el gobierno tendría
un faltante de US$ 7.306 millones, 50% mayor que el ´rojo´ de 2004-2007, de
US$ 4.831 millones.
Fue por ello que el ministro Lousteau había comenzado a negociar nuevos
créditos con organismos internacionales por US$ 15.500 millones, y dejó
trascender rumores de un nuevo canje de deuda pública, además
de intentar destrabar las negociaciones con el Club de París, por un
default equivalente a US$ 7.000 millones.
El secretario de Finanzas, Hugo Secondini, apuntaló la gestión
haciendo eje en los préstamos garantizados en poder de bancos y AFJP
que vencen entre 2008 y 2009. Fue uno de los principales temas que habló
el funcionario en sus reuniones con inversores tanto en Miami como en Washington
en las últimas dos semanas.
Enterados de estas conversaciones, los bonistas presentaron una nueva acción
de clase (o Class Action, según la jerga financiera) ante el juzgado
de Thomas Griesa, en el distrito sur de Nueva York, mediante la cual se busca
impedir que el gobierno pueda realizar nuevos canjes de deuda mientras 24% de
los bonos emitidos por el país continúen en default (reclaman
casi US$ 30.000 millones).
Milicias
Sin embargo, la prioridad del ex presidente Néstor Kirchner es blindar
internamente la gestión de su esposa, para lo cual piensa estrenar la
conducción del normalizado PJ en un activismo político contra
el alza de los precios y el desabastecimiento.
En este último rubro agrupa tanto al esperado retorno de los productores
a la protesta en las rutas como al faltante de gasoil y naftas en toda la franja
cerealera.
Los pilares de esta movilización son: Guillermo Moreno, Hugo Moyano
y los sindicalistas de las 62 Organizaciones Peronistas, los piqueteros de Luis
D´Elía y los intendentes partidarios del conurbano que suelen aportar
militantes a las concentraciones de apoyo al gobierno.
Poco que hacer tendrá en ese aspecto el nuevo ministro de Economía,
Carlos Fernández, quien reporta directamente al ex presidente, a diferencia
de sus antecesores.
El funcionario viene de una breve estadía en la AFIP, donde reemplazó
a Alberto Abad, y la característica de su actuación fue respetar
la estructura como estaba.
La principal característica que exhibe Fernández para el desempeño
del cargo es la relación personal que estableció con los ministros
provinciales y el aceitado funcionamiento que tiene con el secretario de Hacienda,
Juan Carlos Pezoa.
Una diferencia importante con Lousteau es que “se hizo amigo” de
Julio de Vido, sin por ello dejar de reportar a su homónimo jefe de Gabinete,
y que sobrellevó en los tiempos en que era ministro de Felipe Solá
una difícil relación con Santiago Montoya, lo cual permite inferir
que se llevará con Moreno mejor que los colegas que lo antecedieron.
¿Significa la salida de Lousteau el prólogo de un cambio de gabinete
mayor para un presunto relanzamiento del gobierno de Cristina Kirchner? ¿Detrás
de él saldrá su mentor, Alberto Fernández? ¿Se “pingüiniza”
la gestión de Cristina Kirchner? Habrá que esperar un mes para
el próximo capítulo.