Un cóctel inquietante

Rígido control de cambios, introducción del real en las transacciones comerciales y la vuelta a tres tipos de dólar, retrotraen a la economía argentina a los años ´80, a la “década pérdida”. La mezcla tiene otro ingrediente: mayor recesión para el 2002

3 diciembre, 2001

Dolarización del sistema financiero, inmovilización de los depósitos dentro de los bancos y estricto control de cambios. La arquitectura económica y financiera diseñada durante los ´90 no se ha derrumbado de un golpe pero está siendo desmontada por su propio arquitecto, acorralado por la fuga de capitales.

¿Qué espera Cavallo con sus medidas? Lo principal, salvar lo que considera más importante e innegociable de aquella arquitectura: el uno por uno. Pero además, hay tres aspectos a destacar. Con la dolarización del sistema financiero espera eliminar el riesgo cambiario y reducir las tasas de interés. Con la inmovilización de depósitos detiene la fuga de capitales y espera que empresas y particulares se vean obligados a poner dólares en circulación o a cambiarlos por pesos. El control de cambios apunta a recortar la demanda efectiva de dólares.

La primera consecuencia de todo esto favorece al ministro: el caos del viernes no se repetirá en los próximos días y a la vez se ha asestado un duro golpe a quienes han estado tomando cobertura contra el peso a tasas de interés astronómicas.

Pero es sólo el comienzo. El público querrá cambiar buena parte del circulante de pesos a dólares. Además, todo el dinero que los depositantes extraigan del sistema financiero y exceda la demanda para transacciones también se convertirá en dólares. Esto implica una disminución de las reservas del Banco Central, aunque no a la velocidad de los últimos días. La consecuencia será que en un plazo corto el control de cambios se hará todavía más rígido.

Desde esta misma semana comenzará a conformarse un mercado paralelo de cambios. En la medida en que se perfeccione el control de cambios, el dólar cotizará cada vez más alto en ese mercado. El corolario es simple: la convertibilidad libre entre monedas será una ficción creciente. Y a pesar de los deseos del ministro, el propio uno por uno estará acotado.

El día después

Un problema estructural es el día 91 (si es que llega). Abrir plenamente la puerta de los bancos requiere un cambio radical en las expectativas. En otro momento eso se podría haber logrado profundizando la internacionalización y la concentración del sistema financiero y sacrificando lo que queda de la banca nacional. El escenario podría haber sido el siguiente: las casas matrices de las instituciones radicadas en la Argentina hacían el anuncio de que traerían el dinero de donde fuere –Madrid o Nueva York– para garantizar sus depósitos y la corrida se detendría.

Pero ahora es tarde: el problema de solvencia del sistema financiero es de tal magnitud que la banca internacional no está dispuesta a asumir más riesgo argentino. Consecuentemente no hay que excluir que a la actual inmovilización de depósitos le siga una medida más drástica en el período de transición: convertir los depósitos en un bono negociable o devaluar después de pesificar los argendólares.

La alternativa elegida por Cavallo este fin de semana ha sido la más moderada. Pero si fracasa habrá expropiación de los ahorristas.

Las tres caras del dólar

La incógnita mayor es la del tipo de cambio. Para que la Argentina crezca sostenidamente en el futuro hace falta una modificación en el patrón de demanda agregada: el consumo no crecerá, de modo que deberán expandirse las exportaciones para que la recesión no sea eterna. ¿Cómo lograrlo?

Hasta el momento el camino elegido es abaratar los costos argentinos a través de la deflación. Pero la trayectoria deflacionaria tiene costos en términos sociales, fiscales y financieros que ya se han experimentado en el pasado inmediato y que serán peores en el futuro.

Es por eso que el ministro Cavallo está pensando en “ampliar la convertibilidad ampliada” introduciendo el real en la canasta de monedas exclusivamente para las transacciones comerciales y produciendo en ese segmento una devaluación del orden de 25 a 30%. De ese modo habrá un dólar financiero, uno comercial y un dólar paralelo. Demasiado para lo que fue la idea original de la convertibilidad; probablemente insostenible en plazos largos.

Un futuro en recesión

Mientras tanto, a pesar del canje de deuda, la recesión se profundizará y la brecha fiscal se ampliará. Vale recordar lo que Allan Meltzer, en un modelo discutido hace pocas semanas en Washington, definió como una reestructuración exitosa de las obligaciones del sector público argentino: 95% de participación de los acreedores con 50% de quita. En efecto habrá quita, pero es improbable que alcance tal magnitud.

Lo que eso significa es que se necesitará más ajuste del gasto primario. Bajo las actuales circunstancias, si nada cambia, la caída pronosticada del nivel de actividad para 2002 será de casi 5%. Y si el ajuste se profundiza, habrá que revisar esa cuenta.

Dolarización del sistema financiero, inmovilización de los depósitos dentro de los bancos y estricto control de cambios. La arquitectura económica y financiera diseñada durante los ´90 no se ha derrumbado de un golpe pero está siendo desmontada por su propio arquitecto, acorralado por la fuga de capitales.

¿Qué espera Cavallo con sus medidas? Lo principal, salvar lo que considera más importante e innegociable de aquella arquitectura: el uno por uno. Pero además, hay tres aspectos a destacar. Con la dolarización del sistema financiero espera eliminar el riesgo cambiario y reducir las tasas de interés. Con la inmovilización de depósitos detiene la fuga de capitales y espera que empresas y particulares se vean obligados a poner dólares en circulación o a cambiarlos por pesos. El control de cambios apunta a recortar la demanda efectiva de dólares.

La primera consecuencia de todo esto favorece al ministro: el caos del viernes no se repetirá en los próximos días y a la vez se ha asestado un duro golpe a quienes han estado tomando cobertura contra el peso a tasas de interés astronómicas.

Pero es sólo el comienzo. El público querrá cambiar buena parte del circulante de pesos a dólares. Además, todo el dinero que los depositantes extraigan del sistema financiero y exceda la demanda para transacciones también se convertirá en dólares. Esto implica una disminución de las reservas del Banco Central, aunque no a la velocidad de los últimos días. La consecuencia será que en un plazo corto el control de cambios se hará todavía más rígido.

Desde esta misma semana comenzará a conformarse un mercado paralelo de cambios. En la medida en que se perfeccione el control de cambios, el dólar cotizará cada vez más alto en ese mercado. El corolario es simple: la convertibilidad libre entre monedas será una ficción creciente. Y a pesar de los deseos del ministro, el propio uno por uno estará acotado.

El día después

Un problema estructural es el día 91 (si es que llega). Abrir plenamente la puerta de los bancos requiere un cambio radical en las expectativas. En otro momento eso se podría haber logrado profundizando la internacionalización y la concentración del sistema financiero y sacrificando lo que queda de la banca nacional. El escenario podría haber sido el siguiente: las casas matrices de las instituciones radicadas en la Argentina hacían el anuncio de que traerían el dinero de donde fuere –Madrid o Nueva York– para garantizar sus depósitos y la corrida se detendría.

Pero ahora es tarde: el problema de solvencia del sistema financiero es de tal magnitud que la banca internacional no está dispuesta a asumir más riesgo argentino. Consecuentemente no hay que excluir que a la actual inmovilización de depósitos le siga una medida más drástica en el período de transición: convertir los depósitos en un bono negociable o devaluar después de pesificar los argendólares.

La alternativa elegida por Cavallo este fin de semana ha sido la más moderada. Pero si fracasa habrá expropiación de los ahorristas.

Las tres caras del dólar

La incógnita mayor es la del tipo de cambio. Para que la Argentina crezca sostenidamente en el futuro hace falta una modificación en el patrón de demanda agregada: el consumo no crecerá, de modo que deberán expandirse las exportaciones para que la recesión no sea eterna. ¿Cómo lograrlo?

Hasta el momento el camino elegido es abaratar los costos argentinos a través de la deflación. Pero la trayectoria deflacionaria tiene costos en términos sociales, fiscales y financieros que ya se han experimentado en el pasado inmediato y que serán peores en el futuro.

Es por eso que el ministro Cavallo está pensando en “ampliar la convertibilidad ampliada” introduciendo el real en la canasta de monedas exclusivamente para las transacciones comerciales y produciendo en ese segmento una devaluación del orden de 25 a 30%. De ese modo habrá un dólar financiero, uno comercial y un dólar paralelo. Demasiado para lo que fue la idea original de la convertibilidad; probablemente insostenible en plazos largos.

Un futuro en recesión

Mientras tanto, a pesar del canje de deuda, la recesión se profundizará y la brecha fiscal se ampliará. Vale recordar lo que Allan Meltzer, en un modelo discutido hace pocas semanas en Washington, definió como una reestructuración exitosa de las obligaciones del sector público argentino: 95% de participación de los acreedores con 50% de quita. En efecto habrá quita, pero es improbable que alcance tal magnitud.

Lo que eso significa es que se necesitará más ajuste del gasto primario. Bajo las actuales circunstancias, si nada cambia, la caída pronosticada del nivel de actividad para 2002 será de casi 5%. Y si el ajuste se profundiza, habrá que revisar esa cuenta.

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