Un acuerdo secreto contra el pacto de Kyoto

A poco de haberse reunido el Grupo de los 8, Estados Unidos, Japón, China e India arman sigilosamente un “contrapacto” para desvirtuar el de Kyoto, firmado por 140 países. Obviamente, el ecosistema global no figura entre sus prioridades.

1 agosto, 2005

Durante una conferencia sobre seguridad en Asia oriental y meridional, celebrada esta semana en Laos, se formó una “alianza para el desarrollo limpio del Pacífico y el Índico”. En realidad, está orientada contra el pacto de Tokio. Además de sus promotores, han adherido Surcorea, Vietnam y, se dice, pronto lo hará Rusia.

“Esta iniciativa no puede representar una alternativa seria a Kyoto”, denunciaba el sábado Stravros Dimás, vocero del pacto. Menos diplomática, Greenpace afirmò que “es un intento de acabar con Kyoto, protagonizado por países tan depredadores o contaminantes como Japón, EE.UU. e India. Por razones culturales o puramente económicas, sus gobiernos y sus empresas no quieren saber nada con el ecosistema”.

Entre las potencias económicas, sólo la Unión Europea parece dispuesta a resistir el “contrapacto”. Por el contrario, Kyoto sigue sin interesar gran cosa en Latinoamérica. Así lo ilustra Uruguay, indiferente a riesgos para sí y su vecina. Los plantean dos papeleras potencialmente peligrosas y, de paso, muestran que también firmas europeas –una española y una finesa, en este caso- mudan a la periferia fábricas ecológicamente inviables en sus países. Tampoco Brasil se preocupa del asunto y deja desmontar Amazonis, la mayor selva pluvial del mundo.

Durante una conferencia sobre seguridad en Asia oriental y meridional, celebrada esta semana en Laos, se formó una “alianza para el desarrollo limpio del Pacífico y el Índico”. En realidad, está orientada contra el pacto de Tokio. Además de sus promotores, han adherido Surcorea, Vietnam y, se dice, pronto lo hará Rusia.

“Esta iniciativa no puede representar una alternativa seria a Kyoto”, denunciaba el sábado Stravros Dimás, vocero del pacto. Menos diplomática, Greenpace afirmò que “es un intento de acabar con Kyoto, protagonizado por países tan depredadores o contaminantes como Japón, EE.UU. e India. Por razones culturales o puramente económicas, sus gobiernos y sus empresas no quieren saber nada con el ecosistema”.

Entre las potencias económicas, sólo la Unión Europea parece dispuesta a resistir el “contrapacto”. Por el contrario, Kyoto sigue sin interesar gran cosa en Latinoamérica. Así lo ilustra Uruguay, indiferente a riesgos para sí y su vecina. Los plantean dos papeleras potencialmente peligrosas y, de paso, muestran que también firmas europeas –una española y una finesa, en este caso- mudan a la periferia fábricas ecológicamente inviables en sus países. Tampoco Brasil se preocupa del asunto y deja desmontar Amazonis, la mayor selva pluvial del mundo.

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