UE: ya hay constitución, al menos en los papeles

Veinticinco jefes de gobierno aprobaron en general la primera constitución para la Unión Europea ampliada. Aún falta la ratificación país por país y no hay acuerdo sobre quién sucederá a Romano Prodi al frente del “poder ejecutivo”.

19 junio, 2004

Muy a último momento, tras una jornada borrascosa, fueron superados tres escollos: la definición de mayoría calificada, la gestión económica común y el tema de las “raíces cristianas europeas”. Al respecto, interesa recordar que el Vaticano nunca formó parte de las sucesivas asociaciones regionales desde 1957. Algunos creen que, al entrar en vigencia la carta magna –2007-, debiera ser el estado número 26 (tendría más justificativo que la mínima Malta).

Subsiste un cuarto, espinoso problema: la composición misma de la Comisión Europea. Para empezar, no fue posible aprobar la lista de potenciales ocupantes del sillón que deja Prodi, con serias posibilidades de reemplazar a Silvio Berlusconi como primer ministro italiano.

En lo institucional, el viejo triángulo (Comisión, Parlamento, Corte) devendrá un cuadrilátero, agregársele el Consejo Europeo, que tendrá parte de las funciones ejecutivas hasta en manos de la CE. Pero esto puede complicar el manejo de la UE, dado que el futuro cuerpo exigirá decisiones por un consenso no inferior a 55% de los miembros, que representarán 65% del voto.

Las elecciones parlamentarias recientes, por otra parte, fueron otra luza amarilla. Amén del desinterés de la gente (ven a la institución como abstracta, distante), el escándalo de los sueldos –no inferiores a € 15.000 mensuales por diputado- se suma al “nepotismo institucionalizado” (cada legislador puede contratar parientes, amigos, etc.)

Muy a último momento, tras una jornada borrascosa, fueron superados tres escollos: la definición de mayoría calificada, la gestión económica común y el tema de las “raíces cristianas europeas”. Al respecto, interesa recordar que el Vaticano nunca formó parte de las sucesivas asociaciones regionales desde 1957. Algunos creen que, al entrar en vigencia la carta magna –2007-, debiera ser el estado número 26 (tendría más justificativo que la mínima Malta).

Subsiste un cuarto, espinoso problema: la composición misma de la Comisión Europea. Para empezar, no fue posible aprobar la lista de potenciales ocupantes del sillón que deja Prodi, con serias posibilidades de reemplazar a Silvio Berlusconi como primer ministro italiano.

En lo institucional, el viejo triángulo (Comisión, Parlamento, Corte) devendrá un cuadrilátero, agregársele el Consejo Europeo, que tendrá parte de las funciones ejecutivas hasta en manos de la CE. Pero esto puede complicar el manejo de la UE, dado que el futuro cuerpo exigirá decisiones por un consenso no inferior a 55% de los miembros, que representarán 65% del voto.

Las elecciones parlamentarias recientes, por otra parte, fueron otra luza amarilla. Amén del desinterés de la gente (ven a la institución como abstracta, distante), el escándalo de los sueldos –no inferiores a € 15.000 mensuales por diputado- se suma al “nepotismo institucionalizado” (cada legislador puede contratar parientes, amigos, etc.)

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