<p>Pero existen varias razones para mantener la ficción hipócrita y no sincerar la ruptura entre la UE y Turquía. Parte de ellas se vincula al creciente papel geopolítico otomano en Levante, el Cáucaso y Asia central. Tampoco puede soslayarse la proyección en otros países petroleros, árabes o no.<br />
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En este ámbito donde prevalece lo musulmán, cruzado por una serie de crisis y guerras civiles, Angora goza de ciertas ventajas. Es una potencia militar local nada desdeñable, su régimen político es estable y, en estos últimos años, registra una tasa de crecimiento similar a las de China e India.<br />
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Aliada histórica de Estados Unidos y miembro (1963) de la Organización del Tratado Noratlántico, ha sido capaz de no comprometerse en sus aventuras menos meritorias. A ojos occidentales, es el más laico –junto con Líbano- entre los países claves de su área. A ojos islámicos, es el de mayor sensibilidad musulmana de la región.<br />
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Esas características han hecho de Turquía un modelo para el área entera. Por ejemplo, la celeridad en romper lazos con Siria y el triunfal periplo del primer ministro Tayyip Recep Erdogan por varias capitales árabes demuestran que el país tiene muchas cartas para jugar. En este marco, la hipocresía de los “halcones antiturcos” que sobrevuelan la Unión Europea corre peligro de capotar. Aliada de EE.UU., Israel y Rusia, la UE necesita de Angora mucho más que Angora de la UE.</p>
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Turquía, los europeos y la mutua hipocresía
¿Qué impide el ingreso turco a la UE? Simple: Francia, Alemania, Polonia y el Vaticano, entre otros. Angora no puede fingir ignorarlo. Tampoco Bruselas. Pero nadie se anima a decir que el rey está desnudo y el trato se halla congelado sine die.