<p>Hace algunas semanas, hubo otra clara ruptura entre los ejes EE.UU.-Gran Bretaña y Alemania-Francia. Sucesivas cumbres UE-EE.UU. se frustraban a causa de un tema espinoso, aunque no en el corto plazo: el ingreso turco a la UE, cuyo cronograma viene demorado por todo tipo de conflictos desde 2005. Washington y Moscú quisieran alguna solución que destrabase las cosas este mismo año.<br />
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Sin vueltas, Barack Obama sostiene que “es necesario avanzar hacia la incorporación de Turquía. Así daremos –reiteró días atrás en Egipto- una clara señal de acercamiento a países musulmanes moderados”. Parte de la UE –España, Italia, los escandinavos- está de acuerdo.<br />
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“He sido y seguiré siendo contrario a ese ingreso”, suele replicar sin ambages el presidente francés, hecho todo un De Gaulle. Menos dura, Merkel se limita a oponer ciertas reservas germanas a la idea de Obama. Curiosamente, Alemania tiene la mayor y mejor integrada minoría turca en la UE. Luego viene Holanda, hoy un caldero de xenofobia contra turcos, indonesios y caribeños.<br />
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Algunos suspicaces ven en estas divergencias el largo brazo del Vaticano, vía la muy católica Polonia. Desde hace años, Varsovia objeta la irrupción de 70 millones de musulmanes, número que ubicaría a Turquía como segunda en población tras Alemania. Además, Silvio Berlusconi –cuyo romance con el papado amenazaba, hasta los nuevos escándalos, el laicismo italiano- atenuó la postura pro Angora de Romano Prodi. <br />
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Para Washington, es preciso acelerar la integración turca en la UE. Primero, porque el laicismo inspirado en Mustafa Kemal consolidaría las tendencias moderadas del gobierno islámico. Segundo, porque la apertura norteamericana hacia Irán –clave geopolítica para Afganistán-Pakistán y, ahora, Norcorea- exige consolidar nexos con Turquía. Por otra parte, el papel de Angora al frente de varias repúblicas centroasiáticas la torna indispensable también para Rusia, Ucrania y China.</p>
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Turquía agrava los dilemas que tiene la Unión Europea
Nicolás Sarkozy y Angela Merkel persisten en bloquear las negociaciones entre Angora y Bruselas por falta de ideas. Esto divide a la Unión Europea. De paso, restituyen a Estados Unidos el papel de árbitro en Occidente, perdido con el fracaso iraquí.