El presidente de EE.UU. Donald Trump volvió a patear el tablero en las negociaciones comerciales que mantiene con China al anunciar que el próximo 1 de septiembre comenzará a aplicar un arancel adicional de 10% a una nueva tanda de productos chinos que representan importaciones por US$ 300.000 millones anuales. Si cumple su promesa, a partir de septiembre próximo prácticamente todo el espectro de bienes importados provenientes de China pasarán a estar gravados con aranceles adicionales.
Eso aleja la perspectiva de lograr un acuerdo comercial entre las dos naciones . La nueva amenaza de arancelar el equivalente a US$ 300.000 millones de importaciones sacudió los mercados y también la calma que habían instalado las negociaciones. Interrogado el presidente Trump sobre el motivo de semejante decisión en medio del proceso de acuerdo contestó que porque el presidente de China “no avanzaba con la suficiente rapidez”.
Beijing ha prometido que la represalia se conocerá esta semana. En la mañana de hoy su banco central dejó caer el renmimbi por primera vez desde la crisis financiera de 2008 y el gobierno ya dio indicios de que el acuerdo se está volviendo cada vez más difícil de lograr.
La idea de Washington es que Beijing se vea forzado a hacer concesiones por temor al impacto de los aranceles en su crecimiento económico, que ya ha caído a su nivel más bajo desde lo 90. El crecimiento económico de China, 6,3% en la primera mitad de este año, depende fundamentalmente de la demanda interna. En la primera mitad de este año el consumo interno representó 60% de su crecimiento. Por eso el anuncio de Trump de aranceles adicionales podría tener un impacto relativamente modesto en el crecimiento chino.
Entre las varias opciones que tiene China para vengarse, está la de restringir las exportaciones de tierras raras a los fabricantes norteamericanos. La respuesta de Trump es contundente: “Si no quieren comerciar más con nosotros, para mí está todo bien”.