El clima previo al juramento, es de intensa controversia en torno a todo lo que ha dicho y a lo que presumiblemente hará una vez en el poder. Hay un enorme potencial de conflictos planteados, tanto en cuanto a sus intereses personales que quedarán en manos de sus hijos, aunque eso no baste para la oficina de ética presidencial. Otro tema sobre el cual pende la espada de Damocles, es el de las relaciones con Rusia, aunque Trump insiste en que lo primero que hará será reunirse con Vladimir Putin.
Tal vez lo más sorprendente de los últimos días es la guerra abierta que ha declarado contra el elenco permanente de todas las centrales de inteligencia del país, con las cuales tendrá que trabajar estrechamente. Y no bastará con relevar a la cúpula para cicatrizar estas heridas.
Los expertos en ética han pedido que venda sus negocios para evitar frecuentes conflictos o incurrir en violaciones constitucionales sobre recibir favores de gobiernos extranjeros.
Insiste en que de inmediato se deje sin efecto el Obamacare, aunque reemplazar el sistema de salud puede llevar varios meses. Entretanto, millones de personas quedarían sin cobertura ni protección.
No le ha prestado atención al comité de Inteligencia del Senado que quiere agregar a la actual investigación sobre si Moscú intervino en su favor durante la campaña electoral, la posibilidad de contactos entre los directivos de la campaña electoral de Trump y funcionarios rusos.
La transición entre las elecciones y el juramento, no ha sido de bajo perfil. Todo lo contrario. Repudió las declaraciones en su contra de la actriz Meryl Streep, a la vez que expresó respeto por el accionar del presidente ruso.
En el plano empresarial, cargó fuerte contra las empresas farmacéuticas por los altos precios de los medicamentos, algo que prometió solucionar aunque no explicó cómo.
Denostó a la prensa, y habló en favor de Fiat-Chrysler que anunció inversiones dentro de la industria automotriz estadounidense (a poco, el complejo italiano fue acusado por los reguladores de falsear el nivel de emisiones. La multa a pagar puede ser más alta que la inversión anunciada).
Lo cierto es que según la reputada encuestadora Quinnipiac, y a poco de asumir, solamente 37% de los estadounidenses están en su favor, mientras Barack Obama, tras 8 años en la Casa Blanca, mantiene una popularidad de 55%.
Más allá del ritmo vertiginoso de los primeros 100 días de cualquier presidente, para aprovechar su capital político y movilizar aliados en temas centrales, hay que contar con la famosa impaciencia de Trump que puede obligarlo a cometer errores y a actuar agresivamente con potenciales respaldos.
Sin embargo, temas tales como sus creencias sobre Rusia y Putin, pueden tropezar con la ortodoxia del partido Republicano en ambas cámaras del Congreso.