Tras cinco meses de gestión, Bush cede ante la opinión pública

Resultaba un poco patético que medios afectos a Washington, dentro y fuera de Estados Unidos, optasen por poner “tres de cada diez norteamericanos apoyan”. La realidad es que siete de cada diez no lo hacen.

19 junio, 2005

La imparable violencia en Irak y su costo en víctimas, mientras Irán y Líbano -donde EE.UU. no interfiere- celebran elecciones relativamente normales, hacen que la imagen de George Walker Bush se haya deteriorado tanto en apenas 120 días del segundo mandato. A fin de la última semana, apenas tres de cada diez encuestados aprueban la gestión y las orientaciones presodenciales.

En cuanto a apoyo político personal, le resta 42%. Este nivel queda muy por debajo de los que gozaban William J.Clinton (60%) y Ronald Reagan (58%) al cumplir cinco meses del segundo período. Los sondeos fueron efectuados en conjunto por el “New York Times” y la cadena CBS. La aprobación del público a Bush es la más baja desde las secuelas del 11 de noviembre de 2001. “En realidad –señalaba “Los Ángeñes Times”- los ataques terroristas y la campaña casi religiosa del oficialismo salvaron al presidente de un deterioro superior al actual”.

Ese brote de patrioterismo, en verdad ajeno a las reacciones de la gente afectada por el desastre, elevó a 88% el respaldo a Bush. A su vez, eso fomentó una serie de decisiones antes inimaginables: invasión unilateral de Irak, guerra, posguerra interminable, prácticas corruptas en licitaciones armadas por el Pentágono, medidas en favor de intereses creados, “lobbies”, etc.

Ante esas encuestas, la reacción del ex pastor evangélico Scott McClellan (vocero presidencial) fue típica. Tras restarles relevanvia a los números, indicó que Bush seguirá abocado a “las verdaderas prioridades de los norteamericanos: la guerra contra el terrorismo y la seguridad económica”.

En el prime caso, Osama bin Laden y sus acólitos siguen tan libres como activos, mientras el terrorismo talibán recrudece en Afganistán. Por supuesto. McClellan subrayó que, en esos mismos sondeos, 52% apoya esa campaña, aunque apenas 37% lo haga respecto de la acción en Irak. Especialmente porque esa guerra significa ya 1.700 soldados estadounidenses muertos, 12.000 heridos y gastos por más de US$ 200.000 millones.

Este presidente “anunció una vuelta a la derecha en política exterior e interior. Arrancó con entusiasmo, gran sustento popular y amplia mayoría en el congreso. Pero –señala Joseph Tulchin, director del Centro Woodrow Wilson, una usina conservadora- ha chocado contra la realidad. La iniciativa comercial para las Américas no prospera, perdemos el control de la OEA, se traba la privatización de la seguridad social, Irak exigirá años y sangre, no hay políticas claras ante crisis locales en el hemisferio y Bush pierde capital político. Muy pronto, será un mandario débil”.

La imparable violencia en Irak y su costo en víctimas, mientras Irán y Líbano -donde EE.UU. no interfiere- celebran elecciones relativamente normales, hacen que la imagen de George Walker Bush se haya deteriorado tanto en apenas 120 días del segundo mandato. A fin de la última semana, apenas tres de cada diez encuestados aprueban la gestión y las orientaciones presodenciales.

En cuanto a apoyo político personal, le resta 42%. Este nivel queda muy por debajo de los que gozaban William J.Clinton (60%) y Ronald Reagan (58%) al cumplir cinco meses del segundo período. Los sondeos fueron efectuados en conjunto por el “New York Times” y la cadena CBS. La aprobación del público a Bush es la más baja desde las secuelas del 11 de noviembre de 2001. “En realidad –señalaba “Los Ángeñes Times”- los ataques terroristas y la campaña casi religiosa del oficialismo salvaron al presidente de un deterioro superior al actual”.

Ese brote de patrioterismo, en verdad ajeno a las reacciones de la gente afectada por el desastre, elevó a 88% el respaldo a Bush. A su vez, eso fomentó una serie de decisiones antes inimaginables: invasión unilateral de Irak, guerra, posguerra interminable, prácticas corruptas en licitaciones armadas por el Pentágono, medidas en favor de intereses creados, “lobbies”, etc.

Ante esas encuestas, la reacción del ex pastor evangélico Scott McClellan (vocero presidencial) fue típica. Tras restarles relevanvia a los números, indicó que Bush seguirá abocado a “las verdaderas prioridades de los norteamericanos: la guerra contra el terrorismo y la seguridad económica”.

En el prime caso, Osama bin Laden y sus acólitos siguen tan libres como activos, mientras el terrorismo talibán recrudece en Afganistán. Por supuesto. McClellan subrayó que, en esos mismos sondeos, 52% apoya esa campaña, aunque apenas 37% lo haga respecto de la acción en Irak. Especialmente porque esa guerra significa ya 1.700 soldados estadounidenses muertos, 12.000 heridos y gastos por más de US$ 200.000 millones.

Este presidente “anunció una vuelta a la derecha en política exterior e interior. Arrancó con entusiasmo, gran sustento popular y amplia mayoría en el congreso. Pero –señala Joseph Tulchin, director del Centro Woodrow Wilson, una usina conservadora- ha chocado contra la realidad. La iniciativa comercial para las Américas no prospera, perdemos el control de la OEA, se traba la privatización de la seguridad social, Irak exigirá años y sangre, no hay políticas claras ante crisis locales en el hemisferio y Bush pierde capital político. Muy pronto, será un mandario débil”.

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