Torres gemelas: Francia alertó sobre un ataque meses antes

Según “Le monde” y otros medios de Europa occidental, el servicio secreto francés supo –enero de 2001- que Al Qa’eda planeaba tomar aviones comerciales para un ataque urbano. Esto se comunicó a William Murray, delegado de la CIA en París.

17 abril, 2007

Pero no se adoptaron medidas y el complot siguió adelante hasta cristalizar el 11 de septiembre sobre Manhattan y el Pentágono. El diario francés obtuvo un informe de 320 páginas con minutas de agentes transmitidas entre julio de 2000 y octubre del año siguiente. Ese alerta no es novedad, pero sí lo son detalles tan relevantes como que Murray ni siquiera respondió la comunicación.

La historia del asunto empieza en Afganistán, donde expertos franceses en integrismo musulmán habían establecido una red de informantes. También contaban con Abdul Rashid Dostum, un despiadado señor de la guerra enemigo de los talibán, y sus agentes uzbekos. Éstos infiltraron una creación de Osama bin Laden: el movimiento islámico de esa etnia.

El esquema que desembocaría el 11 de septiembre empezó a discutirse en Kabul, durante 2000. En principio, la idea era secuestrar una máquina en la ruta de Fráncfort a Nueva York, Boston o Washington. Las empresas elegidas incluían American y United, las afectadas en los ataques.

Si bien los datos obtenidos no mencionaban explícitamente las tácticas aplicadas, la advertencia francesa debió haber puesto en guardia al aparato de seguridad norteamericano. Pero, como se vio durante los ataques, éste no era muy eficaz. La CIA ignoró otras señales: conversaciones interceptadas por la inteligencia de algunos países europeos y hasta una entrevista con Osama aludían a “una gran sorpresa para EE.UU.”

Cuando la administración norteamericana de aviación civil por fin admitió riesgos de atentados, en abril de 2001, existían 52 informes donde se mencionaba a Osama o Al Qa’eda. El 24de julio, una entidad benéfica ligada al gobierno saudí transfirió a Osama US$ 4.500.000. Tras los ataques, algunos altos personajes árabes pudieron abandonar EE.UU. pese al bloqueo total. Algunos suspicaces sospechan que, en el entorno fundamentalista de la Casa Blanca, los ataques fueron saludados como piedra libre para ulteriores guerras preventivas, como las de Irak.

Pero no se adoptaron medidas y el complot siguió adelante hasta cristalizar el 11 de septiembre sobre Manhattan y el Pentágono. El diario francés obtuvo un informe de 320 páginas con minutas de agentes transmitidas entre julio de 2000 y octubre del año siguiente. Ese alerta no es novedad, pero sí lo son detalles tan relevantes como que Murray ni siquiera respondió la comunicación.

La historia del asunto empieza en Afganistán, donde expertos franceses en integrismo musulmán habían establecido una red de informantes. También contaban con Abdul Rashid Dostum, un despiadado señor de la guerra enemigo de los talibán, y sus agentes uzbekos. Éstos infiltraron una creación de Osama bin Laden: el movimiento islámico de esa etnia.

El esquema que desembocaría el 11 de septiembre empezó a discutirse en Kabul, durante 2000. En principio, la idea era secuestrar una máquina en la ruta de Fráncfort a Nueva York, Boston o Washington. Las empresas elegidas incluían American y United, las afectadas en los ataques.

Si bien los datos obtenidos no mencionaban explícitamente las tácticas aplicadas, la advertencia francesa debió haber puesto en guardia al aparato de seguridad norteamericano. Pero, como se vio durante los ataques, éste no era muy eficaz. La CIA ignoró otras señales: conversaciones interceptadas por la inteligencia de algunos países europeos y hasta una entrevista con Osama aludían a “una gran sorpresa para EE.UU.”

Cuando la administración norteamericana de aviación civil por fin admitió riesgos de atentados, en abril de 2001, existían 52 informes donde se mencionaba a Osama o Al Qa’eda. El 24de julio, una entidad benéfica ligada al gobierno saudí transfirió a Osama US$ 4.500.000. Tras los ataques, algunos altos personajes árabes pudieron abandonar EE.UU. pese al bloqueo total. Algunos suspicaces sospechan que, en el entorno fundamentalista de la Casa Blanca, los ataques fueron saludados como piedra libre para ulteriores guerras preventivas, como las de Irak.

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