Se acentúa la tendencia que en toda Europa acerca al poder a movimientos populistas, nacionalistas y de extrema derecha. El último caso, este fin de semana pasado, fue en la República Checa donde el partido Ano, encabezado por el millonario Andrej Babis (una similitud con Donald Trump en Estados Unidos) obtuvo casi 30% de los votos, un 20% por encima del que salió segundo.
Tal vez lo más sorprendente es que otros dos partidos de la misma filiación, populistas y de derecha, como el de los Piratas y SPD terminaron en tercer y cuarto lugar (el segundo puesto –11% de los votos- fue para los Demócratas cívicos, muy escépticos con la unidad europea).
En suma, una rebelión abierta de estas agrupaciones y del electorado, contra los partidos tradicionales y lo que era la corriente principal de pensamiento político. Estos tres partidos están en contra de la permanencia del país en la Unión Europea, y en especial de su política migratoria.
Esta tendencia parece consolidarse en toda Europa. Una semana antes fue el triunfo de los partidos de derecha en los comicios en Austria. El tradicional y conservador partido del Pueblo, consiguió casi 32% de los sufragios emitidos. Entre tanto, el ultraderechista Partido de la Libertad compitió por el segundo puesto, con el centrista partido Social Demócrata.
Es imposible soslayar la magnitud de los avances electorales de partidos neonazis y de otras agrupaciones de ultra derecha en toda Europa, como el frente de Marine Le Pen en Francia, o el partido Alternativa para Alemania (consiguió 11% de los votos en las recientes elecciones) y sentará, por primera vez desde 1945, a diputados nazis en el Bundestag.
Partidos tradicionales como el Social Demócrata o los democristianos, vieron colapsar sus bases de sustento.
En síntesis, en buena parte de Europa –un proceso que parece continuar- las elecciones de todo tipo están produciendo una enorme y drástica transformación de los escenarios políticos conocidos.