En términos mensuales desestacionalizados en junio avanzó 1,1% respecto mayo, luego de que el INDEC ajustara el incremento mensual de los meses de mayo (de 0,3% al 0,1%) y abril (de 0,5% al 0,2%), según el Economic GPS de PwC.
El diferencial entre los valores interanuales y mensuales ciertamente da cuenta de un importante efecto “arrastre estadístico”, que evidencia un proceso de desaceleración o pérdida de dinamismo de la actividad (resta por verse el valor de junio).
Una mirada a la economía real del primer semestre se consolida como un cambio en la tendencia o es un reflejo de las correcciones a la baja de los meses anteriores). En lo que respecta a los sectores, agricultura, ganadería, caza y silvicultura fue el único con descenso interanual, y acumula en el primer semestre una baja del 4%.
De los catorce restantes, que acumulan una variación positiva interanual en este semestre, cinco se encuentran por debajo del registro de 2019 (hoteles y restaurantes, que aún habiendo avanzado 39% no logran volver al nivel previo a la pandemia, transporte y comunicaciones, otras actividades de servicios comunitarias, sociales y personales; servicios sociales y de salud; e intermediación financiera).
Dentro de aquellos que crecieron y además recuperaron el nivel pre pandemia, se destacan comercio mayorista, minorista y reparaciones, con un avance respecto del año pasado del 7,2% y del 12% respecto de 2019; seguido por la industria, la cual en los primeros seis meses del año avanzó 6% respecto de 2021 y un 11% respecto de 2019.
Ahora, la pregunta es cuál será el comportamiento de la actividad en el segundo semestre, a la luz de la desaceleración que se venía evidenciando en las observaciones mensuales y los hechos acontecidos durante el mes de julio.
En ese mes se han sucedido una serie de acontecimientos económicos y políticos que podrían no ser inocuos para el comportamiento de la economía. La salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía aceleró la incertidumbre y la desconfianza, impulsando al alza los tipos de cambio financieros y llevando el riesgo país a niveles récord.
La asunción y breve interregno de su sucesora no solo no trajo alivio a la complicada realidad económica argentina, sino que agravó la desconfianza. Durante julio los tipos de cambio financieros subieron en torno al 30%, llevando la brecha en muchos momentos del mes por encima del 140% y alcanzando un promedio en torno al 125%.
La llegada de Sergio Massa al ministerio de economía en la última semana del séptimo mes generó ciertas expectativas que, al menos, evitaron que los dólares financieros continuaran con su raid al alza, pero no se logró que retornaran a los niveles de junio. Por su parte el riesgo país llegó a superar los 2.900 puntos básicos, el valor más alto desde la reestructuración de la deuda en 2020.
La política establecida por el Banco Central para la cancelación de importaciones, el aumento de la brecha cambiaria -en niveles de por sí históricamente altos – y la incertidumbre generaron desabastecimiento y remarcaciones de precios. En julio la variación mensual de incremento precios, es decir la inflación, fue del 7,4%; la cifra mensual más alta desde 1991.
Uno de los efectos probables que desencadenará la aceleración de la inflación será la retracción del consumo. Si bien los salarios del sector registrado -tanto público como privado- venían hasta junio siguiendo relativamente a la inflación, la aceleración de la misma, en combinación con una probable desaceleración de la economía, harán perder poder de compra a los salarios, revirtiendo esta tendencia y afectando la demanda.
Si bien todavía no hay datos oficiales de lo acontecido en ese mes, la cifra de ventas minoristas publicada por CAME (Cámara Argentina de la Mediana Empresa) evidencia una baja interanual en julio de 3,5%