Ni siquiera el ministro de Economía, Domenico Siniscalco, formuló objeciones al comunicado de la agencia calificadora de riesgo crediticio soberano. Sólo atinó a echarles parte de las culpas a la oposición de izquierda, como hizo la prensa conservadora. “Las perspectivas de Italia han pasado de estables a negativas. Las cuentas públicas muestras severo deterioro y el crecimiento económico puede ser nulo o negativo este año y el próximo”, sostiene S&P.
No obstante, la agencia no contradice las proyecciones del gobierno: déficit fiscal primario equivalente a 4,3% del producto bruto interno. Lo malo es que el pacto de 1996 en la Eurozona prescriba un techo de 3%. Por otra parte, tampoco Francia, Alemania y Holanda cumplen, en tanto ese compromiso pierde viabilidad política.
Resulta curioso que, con números bastante débiles, las tres calificadoras privadas mantengan AAA para Alemania y Francia. Otra líder, España, refleja los cuantiosos subsidios recibidos desde que ingresó a la Unión europea. Pero es un tema tabú para los medios especializados: Madrid tiene un aceitado aparato de relaciones públicas.
En otro plano, S&P imita nuevos criterios del Fondo Monetario Internacional (sólo que éste los aplica a países en desarrollo sin peso geopolítico). Es decir, incorpora en sus evaluaciones factores de política interna y censura a ambas coaliciones: la derechista en el poder, la izquierdista en la oposición. Pero también tiene en cuenta los escándalos que rodean la compra de Banca Antoniana Popolare Veneta y Banca Nazionale del Lavoro. En partcilar, el turbio papel de Antonio Fazio, presidente del banco central a punto de perder el cargo.
Pero la descalificación de Italia, por sus problemas económicos y fiscales, inquieta a los mercados. “Esa crisis tiene ribetes sistémicos y puede contagiarse al resto del área euro”, advierte el ortodoxo Desmond Lachman, del American Entreprise Institute, un “lobby” conservador de Washington.
Ni siquiera el ministro de Economía, Domenico Siniscalco, formuló objeciones al comunicado de la agencia calificadora de riesgo crediticio soberano. Sólo atinó a echarles parte de las culpas a la oposición de izquierda, como hizo la prensa conservadora. “Las perspectivas de Italia han pasado de estables a negativas. Las cuentas públicas muestras severo deterioro y el crecimiento económico puede ser nulo o negativo este año y el próximo”, sostiene S&P.
No obstante, la agencia no contradice las proyecciones del gobierno: déficit fiscal primario equivalente a 4,3% del producto bruto interno. Lo malo es que el pacto de 1996 en la Eurozona prescriba un techo de 3%. Por otra parte, tampoco Francia, Alemania y Holanda cumplen, en tanto ese compromiso pierde viabilidad política.
Resulta curioso que, con números bastante débiles, las tres calificadoras privadas mantengan AAA para Alemania y Francia. Otra líder, España, refleja los cuantiosos subsidios recibidos desde que ingresó a la Unión europea. Pero es un tema tabú para los medios especializados: Madrid tiene un aceitado aparato de relaciones públicas.
En otro plano, S&P imita nuevos criterios del Fondo Monetario Internacional (sólo que éste los aplica a países en desarrollo sin peso geopolítico). Es decir, incorpora en sus evaluaciones factores de política interna y censura a ambas coaliciones: la derechista en el poder, la izquierdista en la oposición. Pero también tiene en cuenta los escándalos que rodean la compra de Banca Antoniana Popolare Veneta y Banca Nazionale del Lavoro. En partcilar, el turbio papel de Antonio Fazio, presidente del banco central a punto de perder el cargo.
Pero la descalificación de Italia, por sus problemas económicos y fiscales, inquieta a los mercados. “Esa crisis tiene ribetes sistémicos y puede contagiarse al resto del área euro”, advierte el ortodoxo Desmond Lachman, del American Entreprise Institute, un “lobby” conservador de Washington.