SRF: Bernanke asumirá en un contexto para nada fácil

¿Por qué, finalmente, George Walker Bush decidió proponer a Benjamin Bernanke como sucesor de Alan Greenspan en el Sistema de Reserva Federal? Algunos analistas creen percibir cinco motivos.

26 octubre, 2005

En primer término, Bernanke formó parte de la junta directiva del SRF (agosto de 2002 a junio de 2005). Era su segundo cargo público, tras una larga tenida en la universidad de Princeton (departamento de economía monetaria) y la oficina federal de Investigaciones Económicas.

Segundo: viene abogando desde hace mucho tiempo para que el SRF adopte –además de pantalones cortos y remeras- metas inflacionarias explícitas en su política monetaria, empezando por la fijación de tasas cortas. Greenspan siempre se opuso, quizá para no perder protagonismo. Esto lleva al tercer tema: como director en el RF, el futuro presidente sostenía que el comité de política monetaria –mal llamado “de mercado abierto”- sería más eficaz si diese más datos sobre sus puntos de vista internos. Nuevamente, una crítica indirecta al autoritarismo de Greenspan, especialmnente en los últimos años.

En cuarto término, Bush tuvo en cuenta el origen “confederado” de Bernanke, si bien su condición de judío lo invalida. También lo hacen sus antecedentes académicos: el Massachusetts Institute of Technology, es decir la virtual facultad económica de Harvard, en plena Nueva Inglaterra.

Finalmente, el quinto factor: todos conocían el discreto pero indispensable papel de Bernanke –tiene 51 años, 28 menos que su antecesor- como eminencia gris de Greenspan, durante su declinación. Era un secreto a voces que, por lo menos desde 2002, el jefe saliente no exhibía las condiciones que lo habían hecho famoso. Justamente, la profusión de elogios y homenajes buscaba disimular ese deterioro, demostrado en su apoyo a la reelección de Bush y a su política en Levante (el venerable patriarca del SRF no solía opinar sobre los crecientes gastos bélicos).

De cualquier manera, Bernanke no espera una luna de miel. Máxime con el veloz deterioro político del gobierno, entre escándalos que han golpeado ya a los ex líderes oficialistas en el congreso y amenazan con poner al vicepresidente Richard Cheney contra la pared. Tampoco ayudan la pobre imagen pública del propio Bush ni los más de 2.000 norteamericanos muertos en Irak.

Para empezar, el remplazante de Greenspan deberá decidir rápidamente si continuará con el alza paulatina de tipos cortoplacistas. Esto plantea otro problema: sin el poder “político” de su antecesor, tendrá que generar consenso en el comité que reúne las trece RF del país. Pero algunos observadores creen que no le será tan díficil, pues Greenspan no llega indemne al cambio de guardia. Además, nada obliga a que las resoluciones de ese cuerpo se adopten por unanimidad.

Ahí está la clave de los reparos que manifiestan medios y analistas allegados a Wall Street. Su propósito, claro, es que Bernanke no prosiga la política de Greenspan y lleve hasta 5% anual la tasa para fondos federales antes de junio próximo. Lo malo es que el brote inflacionario hoy en curso –vía precios mayoristas y minoristas, burbuja inmobiliaria, gastos de guerra, etc.- impedirá suspender ya mismo esos ajustes hacia arriba.

En lo formal, Bernanke recién encabezará la segunda reunión del comité monetario, el 28 de marzo. Pero la primera, en enero, mostrará un Greenspan prácticamente jubilado y, por otra parte, su sucesor tendrá voz (si no voto) en esa oportunidad. En este contexto, las luengas parrafadas de gurúes y columnistas en medios financieros, a ambos lados del Atlántico, carecen de sustento.

En primer término, Bernanke formó parte de la junta directiva del SRF (agosto de 2002 a junio de 2005). Era su segundo cargo público, tras una larga tenida en la universidad de Princeton (departamento de economía monetaria) y la oficina federal de Investigaciones Económicas.

Segundo: viene abogando desde hace mucho tiempo para que el SRF adopte –además de pantalones cortos y remeras- metas inflacionarias explícitas en su política monetaria, empezando por la fijación de tasas cortas. Greenspan siempre se opuso, quizá para no perder protagonismo. Esto lleva al tercer tema: como director en el RF, el futuro presidente sostenía que el comité de política monetaria –mal llamado “de mercado abierto”- sería más eficaz si diese más datos sobre sus puntos de vista internos. Nuevamente, una crítica indirecta al autoritarismo de Greenspan, especialmnente en los últimos años.

En cuarto término, Bush tuvo en cuenta el origen “confederado” de Bernanke, si bien su condición de judío lo invalida. También lo hacen sus antecedentes académicos: el Massachusetts Institute of Technology, es decir la virtual facultad económica de Harvard, en plena Nueva Inglaterra.

Finalmente, el quinto factor: todos conocían el discreto pero indispensable papel de Bernanke –tiene 51 años, 28 menos que su antecesor- como eminencia gris de Greenspan, durante su declinación. Era un secreto a voces que, por lo menos desde 2002, el jefe saliente no exhibía las condiciones que lo habían hecho famoso. Justamente, la profusión de elogios y homenajes buscaba disimular ese deterioro, demostrado en su apoyo a la reelección de Bush y a su política en Levante (el venerable patriarca del SRF no solía opinar sobre los crecientes gastos bélicos).

De cualquier manera, Bernanke no espera una luna de miel. Máxime con el veloz deterioro político del gobierno, entre escándalos que han golpeado ya a los ex líderes oficialistas en el congreso y amenazan con poner al vicepresidente Richard Cheney contra la pared. Tampoco ayudan la pobre imagen pública del propio Bush ni los más de 2.000 norteamericanos muertos en Irak.

Para empezar, el remplazante de Greenspan deberá decidir rápidamente si continuará con el alza paulatina de tipos cortoplacistas. Esto plantea otro problema: sin el poder “político” de su antecesor, tendrá que generar consenso en el comité que reúne las trece RF del país. Pero algunos observadores creen que no le será tan díficil, pues Greenspan no llega indemne al cambio de guardia. Además, nada obliga a que las resoluciones de ese cuerpo se adopten por unanimidad.

Ahí está la clave de los reparos que manifiestan medios y analistas allegados a Wall Street. Su propósito, claro, es que Bernanke no prosiga la política de Greenspan y lleve hasta 5% anual la tasa para fondos federales antes de junio próximo. Lo malo es que el brote inflacionario hoy en curso –vía precios mayoristas y minoristas, burbuja inmobiliaria, gastos de guerra, etc.- impedirá suspender ya mismo esos ajustes hacia arriba.

En lo formal, Bernanke recién encabezará la segunda reunión del comité monetario, el 28 de marzo. Pero la primera, en enero, mostrará un Greenspan prácticamente jubilado y, por otra parte, su sucesor tendrá voz (si no voto) en esa oportunidad. En este contexto, las luengas parrafadas de gurúes y columnistas en medios financieros, a ambos lados del Atlántico, carecen de sustento.

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