Sorpresivamente, George W.Bush admite las cárceles secretas

Eran más de cien, mantenidas por la CIA en áreas de Europa, Asia y África. Ahora, el presidente sostiene que quedaban sólo catorce presos, capturados en Afganistán y ya en la base de Guantánamo. Entre ellos, un presunto líder de al Qa’eda.

7 septiembre, 2006

No obstante, los demócratas y varias organizaciones de derechos civiles sospechan que el repentino anuncio se debe más a las próximas elecciones parlamentarias que a un cambio substancial de políticas. Por supuesto, Bush defendió a rajatabla el método –que incluía vuelos secretos y complicidad de varios gobiernos-, tras afirmar que la CIA (feudo de Richard Cheney y Donald Rumsfeld, vía Michael Hayden) respetaba la convención de Ginebra y no torturaba. “Se olvidó de Abú Ghreib, al parecer”, comentó Edward Kennedy.

“Si no hubiese sido por este programa –explicó el primer mandatario-, nuestra comunidad de inteligencia estima que al Qa’eda y sus aliados habrían lanzado nuevos ataques en territorio norteamericano”. Se trata de “la misma comunidad (observó John Kerry, ex candidato presidencial) que denunció la existencia de vastos aresenales, nucleares inclusive, en poder de Saddam Huséin”.

Ahora, señalò Bush, “los prisioneros remanentes serán juzgados por tribunales militares que, espero, establezca el congreso”. Por lo visto, la Casa Blanca ya no insiste en instancias propias. No obstante, los últimos sondeos de opinión sugieren que el próximo parlamento será opositor, especialmente en estos temas. Máxime con la intensificación de la presencia talibán en Afganistán.

Los ultraconservadores esperan que el miedo al terrorismo, eficazmente recreado con medias verdades (campaña en manos del predicador fundamentalista Karl Rove), retenga votos evangélicos. De hecho Cheney exige en privado la cabeza de Condoleezza Rice, una “paloma negra”, según dicen cerca de Rumsfeld.

Pero algunos factores pueden frustrar el esfuerzo. En primer lugar, la conjura de al Qa’eda, “descubierta” por Scotland Yard, para hacer estallar doce aviones en vuelo va perdiendo crédito y parece sólo un intento (exitoso) de crear caos en aeropuertos. En segundo término, la flexibilización en el caso Hezbollá-Israel-Hamás –que incluye desbloqueo aeronaval en el sur de Líbano y negociaciones vía la ONU- desactiva presiones de la ultraderecha judía sobre Washington. En tercer plano, las tratativas en torno del programa nuclear iraní seguirán, aunque EE.UU. se oponga y pida sanciones imposibles de aplicar.

No obstante, los demócratas y varias organizaciones de derechos civiles sospechan que el repentino anuncio se debe más a las próximas elecciones parlamentarias que a un cambio substancial de políticas. Por supuesto, Bush defendió a rajatabla el método –que incluía vuelos secretos y complicidad de varios gobiernos-, tras afirmar que la CIA (feudo de Richard Cheney y Donald Rumsfeld, vía Michael Hayden) respetaba la convención de Ginebra y no torturaba. “Se olvidó de Abú Ghreib, al parecer”, comentó Edward Kennedy.

“Si no hubiese sido por este programa –explicó el primer mandatario-, nuestra comunidad de inteligencia estima que al Qa’eda y sus aliados habrían lanzado nuevos ataques en territorio norteamericano”. Se trata de “la misma comunidad (observó John Kerry, ex candidato presidencial) que denunció la existencia de vastos aresenales, nucleares inclusive, en poder de Saddam Huséin”.

Ahora, señalò Bush, “los prisioneros remanentes serán juzgados por tribunales militares que, espero, establezca el congreso”. Por lo visto, la Casa Blanca ya no insiste en instancias propias. No obstante, los últimos sondeos de opinión sugieren que el próximo parlamento será opositor, especialmente en estos temas. Máxime con la intensificación de la presencia talibán en Afganistán.

Los ultraconservadores esperan que el miedo al terrorismo, eficazmente recreado con medias verdades (campaña en manos del predicador fundamentalista Karl Rove), retenga votos evangélicos. De hecho Cheney exige en privado la cabeza de Condoleezza Rice, una “paloma negra”, según dicen cerca de Rumsfeld.

Pero algunos factores pueden frustrar el esfuerzo. En primer lugar, la conjura de al Qa’eda, “descubierta” por Scotland Yard, para hacer estallar doce aviones en vuelo va perdiendo crédito y parece sólo un intento (exitoso) de crear caos en aeropuertos. En segundo término, la flexibilización en el caso Hezbollá-Israel-Hamás –que incluye desbloqueo aeronaval en el sur de Líbano y negociaciones vía la ONU- desactiva presiones de la ultraderecha judía sobre Washington. En tercer plano, las tratativas en torno del programa nuclear iraní seguirán, aunque EE.UU. se oponga y pida sanciones imposibles de aplicar.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades