“Si los demócratas no frenan a Bush y su vicepresidente, lo harán Moscú y Beijing”, sostuvo por TV en Petersburgo un columnista considerado vocero informal del gobierno. A un año de las elecciones, han cambiado las fichas en el tablero ruso, aunque la decisión presidencial no haya sacado de carrera –en términos estrictos- al delfìn “blando”.
Medvyéyev, en efecto, no deja de manejar los gastos en educación, salud y asistencia social. Pero su nuevo contrincante dispone del poderoso aparato militar-industrial. Entre ambos campos, está la “pièce de résistance”: el monopolio de hidrocarburos Gazprom, o sea el instrumento clave de Putin para influir en la escena internacional.
Fiel a su propia estrategia, el presidente imperial –lo es en un sentido más absoluto que el hoy devaluado Bush- “divide para reinar”. En otras palabras, contrapone un aspirante a sucesor con otro, mientras no queda claro si él mismo buscará la reelección o si, tras marzo de 2008, será un titiritero entre bambalinas.
Ivánov es sin duda el hombre justo para esta fase en las relaciones con Estados Unidos y la Organización del tratado del Atlántico norte. Adalid de los “silóviki” (el aparato castrense), es autor del esquema para replicar las instalaciones de la Otan en Polonia, Chequia y Lituania. Vale decir, un escudo de radar y satélite, quizá tan caro e inútil como el occidental.
Pero el nuevo vicepresidente tiene una tarea adicional bastante peliaguda. A saber, mejorar la imagen de corrupción creada por una serie de escándalos militares, comidilla de los medios. Ello explica que Ivánov haya puesto en defensa a un contador, Anatoli Syerdyúkov, ex director general impositivo. También este viernes, Putin emitió una señal dura hacia dentro: puso como “presidente” de Checheña a Ramzan Kádyrov, jefe de las sangrientas bandas paramilitares locales. Todo apunta a un calendario político que arranca en marzo, con comicios regionales. A fin de año, viene las elecciones para renovar la Dumá (parlamento) y, en marzo de 2008, los comicios generales.
“Si los demócratas no frenan a Bush y su vicepresidente, lo harán Moscú y Beijing”, sostuvo por TV en Petersburgo un columnista considerado vocero informal del gobierno. A un año de las elecciones, han cambiado las fichas en el tablero ruso, aunque la decisión presidencial no haya sacado de carrera –en términos estrictos- al delfìn “blando”.
Medvyéyev, en efecto, no deja de manejar los gastos en educación, salud y asistencia social. Pero su nuevo contrincante dispone del poderoso aparato militar-industrial. Entre ambos campos, está la “pièce de résistance”: el monopolio de hidrocarburos Gazprom, o sea el instrumento clave de Putin para influir en la escena internacional.
Fiel a su propia estrategia, el presidente imperial –lo es en un sentido más absoluto que el hoy devaluado Bush- “divide para reinar”. En otras palabras, contrapone un aspirante a sucesor con otro, mientras no queda claro si él mismo buscará la reelección o si, tras marzo de 2008, será un titiritero entre bambalinas.
Ivánov es sin duda el hombre justo para esta fase en las relaciones con Estados Unidos y la Organización del tratado del Atlántico norte. Adalid de los “silóviki” (el aparato castrense), es autor del esquema para replicar las instalaciones de la Otan en Polonia, Chequia y Lituania. Vale decir, un escudo de radar y satélite, quizá tan caro e inútil como el occidental.
Pero el nuevo vicepresidente tiene una tarea adicional bastante peliaguda. A saber, mejorar la imagen de corrupción creada por una serie de escándalos militares, comidilla de los medios. Ello explica que Ivánov haya puesto en defensa a un contador, Anatoli Syerdyúkov, ex director general impositivo. También este viernes, Putin emitió una señal dura hacia dentro: puso como “presidente” de Checheña a Ramzan Kádyrov, jefe de las sangrientas bandas paramilitares locales. Todo apunta a un calendario político que arranca en marzo, con comicios regionales. A fin de año, viene las elecciones para renovar la Dumá (parlamento) y, en marzo de 2008, los comicios generales.