En 2015, el escenario planteado para la economía de nuestro principal socio comercial no es auspicioso: atravesará una contracción de su producto y contará con una mayor depreciación de su moneda, lo cual es una mala combinación para la Argentina, ya que implicaría una menor demanda de Brasil (efecto precio y cantidad).
Este shock externo se traduciría en una menor actividad industrial local y un menor ingreso de divisas condicionando una situación interna compleja, sostiene el último informe de Ecolatina, ISE 1010.
En los últimos años, Brasil fue acumulando desequilibrios estructurales que complicaron el buen funcionamiento de su economía: el deterioro del resultado fiscal, la elevada inflación, la apreciación del real brasileño, el deterioro de la cuenta corriente y la creciente dependencia del ingreso de capitales, fueron elementos que moderaron su ritmo de crecimiento. Tras la reelección de Dilma Rousseff, el nuevo ministro de Hacienda, Joaquim Levy, anunció un plan económico que incluyó un ajuste fiscal, aumento de tasas para contener la inflación y aumento de tarifas. De esta manera, en 2015 la economía brasileña tampoco repuntaría, tras el virtual estancamiento de la actividad en 2014. Sin embargo, a los factores estructurales se sumaron tres nuevos elementos que complican aún más el panorama para este año. Las denuncias de corrupción en Petrobras y el anuncio del recorte del plan de inversiones de la empresa (15% de la inversión total), una energía más escasa y costosa por menores lluvias y un sesgo más contractivo de la política económica, recortaron las proyecciones de crecimiento del mercado que ya prevé una contracción del PBI para 2015. Esto sin duda representa una mala noticia para la Argentina. El comercio con el país vecino es fundamental para nuestra industria (sobre todo en el sector automotor): una recesión en Brasil implica una menor demanda externa. A esto se suma la devaluación del real que complica el intercambio por la menor competitividad de nuestras exportaciones. En síntesis, lo que ya se vislumbraba como un año difícil para la Argentina se complica aún más producto del deterioro de la economía de nuestro principal socio comercial. Por segundo año consecutivo, la actividad local no contará con el impulso de Brasil. La economía de Brasil no crecerá en 2015 La economía brasileña ha acumulado diversos problemas estructurales a lo largo de los últimos años, los cuales dificultaron su buen funcionamiento: elevada inflación, deterioro fiscal, apreciación del real brasileño y creciente déficit de la cuenta corriente que profundiza la dependencia al ingreso de capitales. Por el lado de los precios, la inflación elevada constituyó un limitante en términos de manejo de la política económica. El año pasado la inflación cerró en 6,4% anual, prácticamente alcanzando el techo de la meta (6,5% anual) en un contexto de creciente atraso en el precio relativo del transporte público y energía. En el marco fiscal, en los últimos años se verificó un pronunciado deterioro en las cuentas públicas con motivo de la expansión del gasto y la reducción de impuestos destinados a impulsar la economía: así, el resultado primario como porcentaje del PBI se redujo considerablemente pasando de 3,1% del PBI en 2011 a 0,4% del PBI el año pasado. Por su parte, en el frente externo, en 2007 la cuenta corriente se volvió deficitaria y desde entonces el rojo continuó profundizándose hasta alcanzar 4,2% del PBI en 2014. Dicho deterioro obedeció tanto a la apreciación de su moneda como el crecimiento de la clase media, factores que impulsaron el consumo de bienes importados y el turismo emisivo. Sin embargo, en los últimos meses se sumaron nuevos elementos que complican aún más la coyuntura. De hecho, las expectativas de mercado recortaron las proyecciones de crecimiento para este año: pasaron de una expansión de 0,5% a principios de año a una contracción de 0,4% en la actualidad.
Para la consultora brasileña *Tendencias Consultoria Integrada,* miembro de LAECO, el escenario es aún peor: estima una caída del PBI de 1,2%. En primer lugar, esto obedece a lo ocurrido con el caso Petrobras. Si bien las denuncias por corrupción no son una novedad, se han intensificado en el último tiempo lo cual indujo al reciente cambio en la cúpula de la empresa: a principios de mes Aldemir Bendine asumió como nuevo titular de la compañía tras la renuncia de Graça Foster. Sin embargo, este cambio no ha traído tranquilidad a los mercados puesto que la cercanía de Bendine (ex-presidente del Banco de Brasil) con el gobierno de Rousseff no estaría mandando señales de un verdadero cambio de rumbo de la empresa y en la trasparencia de sus balances. Recordemos que los mismos están retrasados desde noviembre de 2014. Entre los pasos a seguir, el flamante titular de la petrolera anunció un programa de recortes en el plan de inversiones de la firma, lo cual tiene un impacto negativo para la economía de Brasil: el 15% de la inversión total del país corresponde al hundimiento de capital de la petrolera. En parte, el recorte en las proyecciones de crecimiento responde a este *shock*. Por otra parte, un factor no menor para Brasil es la mala temporada de lluvias que está atravesando, sobre todo en los estados del centro y sur del país.
Por caso, en San Pablo, la principal reserva de agua está trabajando al 7% de su capacidad. Actualmente, los principales reservorios de energía hidráulica están en sólo 17% de su capacidad. La falta de agua también complica el suministro de energía: el 75% de la generación de electricidad proviene de fuentes hidroeléctricas, lo que limita tanto el uso residencial como para generar energía. Esta menor oferta de electricidad podría generar racionamientos e implica elevar el costo el suministro generando presión alcista sobre los precios regulados. Por otra parte, la crisis hídrica parecería no afectar significativamente la cosecha de soja: si bien se recortaron las proyecciones para este año, se espera una producción récord de 94,5 millones de toneladas, 8,5 millones más respecto de 2014. Finalmente, y en términos más generales, en 2015 se prevé un sesgo más contractivo de la política económica.
El nuevo ministro de Hacienda Joaquim Levy anunció un programa de medidas entre los que se incluye un ajuste fiscal (el deterioro de las cuentas públicas y la falta de trasparencia podrían traducirse en un nuevo recorte en el *Investment Grade* de Brasil), contener la inflación vía mayores tasas de interés y el incremento de tarifas. En particular, el deterioro del marco político para el gobierno (en las últimas semanas hubo una derrota en las elecciones a la presidencia de la cámara baja y se redujo la aprobación del gobierno) podría dificultar la aprobación de medidas de ajuste en el Congreso. Otro aspecto contractivo es la devaluación del Real: en lo que va del año, la moneda brasileña se depreció 6% frente al dólar, pero a diferencia del año pasado (cuando el potencial aumento de tasas en EE.UU. redujo el influjo de capitales de los países emergentes), en esta oportunidad el motivo principal fue el deterioro de las expectativas de mercado con relación al caso de Petrobras.
Si bien la moneda brasileña podría recuperar parte de su valor, en 2015 se contará con un real más depreciado. Por último, en el frente inflacionario la desvalorización del tipo de cambio genera presiones adicionales.
Para 2015, la estrategia del Ministerio de Hacienda era comenzar a liberar ciertos precios regulados (como transporte público y energía).
Sin embargo, una mayor aceleración de los precios, producto de la depreciación del real, podría complicar esta estrategia.
Ya en enero se comenzaron a liberar precios regulados y la inflación trepó a 7,14% i.a. (los regulados crecieron +2,5% en relación a diciembre vs. +0,4% promedio mensual en 2014), por lo que el Banco Central tuvo que profundizar el sesgo contractivo de la política monetaria, subiendo las tasas de interés de referencia (SELIC).