Las expectativas iniciales de la cumbre del G8 que comienza hoy en Irlanda del Norte están centradas en una reunión bilateral prevista entre los presidentes de Estados Unidos y la Federación Rusa, Barack Obama y Vladimir Putin.
Tras la limitada entrega de armas a los rebeldes, anunciada a lo largo de la última semana, la imposición de una zona de exclusión aérea sobre determinadas zonas de ese país parece la opción más inmediata con que cuenta Estados Unidos para encarar una acción más directa en el conflicto sirio, aunque ello requiere del aval del líder ruso.
El giro estadounidense hacia una posición más intervencionista se apoyó en la comprobación de que el régimen de Bachir al Asad había utilizado armas químicas contra los rebeldes, si bien la Casa Blanca se declaró proclive a buscar una gran coalición internacional.
Las consultas a nivel de G8 empezaron en la noche del viernes con una videoconferencia entre Obama, el primer ministro británico, David Cameron, el presidente francés, Francois Hollande, la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro italiano, Enrico Letta, según consigna la edición para América de El País.
No participó Putin, quien sí ayer se reunió en Londres para hablar del tema con Cameron y, si bien no estuvieron de acuerdo por la alianza de Moscú con Asad, ambos coincidieron en la necesidad de hacer algo que frene la escalada que se ha cobrado ya más de 90.000 muertos y asola a la región.
Rusia se opone a cualquier intervención militar extranjera en Siria, donde tiene su única base militar en el exterior y conserva sobre ese país una influencia que le permite, como demuestra la realidad actual, seguir siendo un actor relevante en Oriente Próximo.
EE.UU. propone el relevo de Asad por un Gobierno que incluya las aspiraciones de los rebeldes y le dé a Siria mayor unidad, lo cual sería factible de ser aceptado por Putin. El argumento de evitar con ello un mayor baño de sangre puede dejar a Rusia en mejor posición de cara al futuro de Siria.
El voto de Rusia es imprescindible para que la eventual zona de exclusión aérea obtenga el refrendo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo que Francia plantea como condición imprescindible para darle su apoyo.
Según lo que Merkel ha declarado en los últimos días, Alemania también propone la más alta instancia ejecutiva de la ONU, como en otras oportunidades habilitara la zona de exclusión aérea impuesta en Libia.
EE.UU. y el Reino Unido prefieren igualmente esa vía, aunque no han descartado por completo una intervención en otro marco. Se encomiendan a una amplia coalición, con participación sobre el terreno de países europeos, árabes y musulmanes, podría ser suficiente para respaldar la acción.
La misión de Obama en Belfast es muy complicada, ya que además del obstáculo del líder ruso para intervenir en Siria, atraviesa ante la opinión pública y algunas instituciones europeas un momento de desprestigio, ante la revelación del programa de espionaje Prisma sobre el tráfico de Internet entre extranjeros fuera del territorio norteamericano.
En tal sentido, Obama intentará convencer a sus colegas que el propósito de EE.UU. no es espiar indiscriminadamente a ciudadanos de otros países, sino obtener datos sobre actividades terroristas que, en muchas ocasiones, no tienen como objetivo EE.UU. sino algunos países de Europa.