<p>La creciente ola de defecciones obligó al gobierno a abrir dos frentes: la resistencia civil y la militar. El cuadro sociopolítico no ayuda. La mayoría de la población es sunní, en tanto las minorías etnorreligiosas se dividen en alawíes (fieles al clan Asad), drusos, shiíes, cristianos (tres aliados de Damasco), y kurdos, neutrales. Cabe señalar que el régimen es más bien laico</p>
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<p>Una organización humanitaria residente en Londres (observatorio de derechos humanos en Siria) viene revelando acciones cada día más crueles. Siguiendo el cruel patrón de los Asad, las masacres cotidianas involucran mujeres y niños, como también se denuncia en Irak, Turquía, Líbano y Jordania.<br />
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Hay casos tan extremos como la aldea Kafr Owad, provincia de Dyabal al-Zawya, a cincuenta kilómetros de la frontera turca. En un operativo vesánico, días atrás, se liquidó a casi todos los pobladores. Según uno que logró huir (Ramí Rahmaní), el ejército masacró 110 personas y sepultó 56 en el lugar. Los ataques incluyeron cañones, morteros y blindados. Poco después, bombardeaban la vecina Budnaya, donde no quedó nadie con vida.<br />
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En cuanto a deserciones, el diario israelí ha-Árets confirmaba aquellos diez mil. En general, se trata de cuadros sunníes medios y bajos, aparte de policías y gendarmes. Pero hay un asunto peligroso: el frente libanés meridional está en manos de Hezbol’lá, guerrilla filoiraní que refleja el acuerdo entre Teherán y Damasco. Con la Liga Árabe totalmente en contra, Siria se ha quedado aislada.<br />
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Siria: 5.000 muertos y 10.000 desertores
La guerra civil siria sumó 300 víctimas en dos días. Mientras tanto, fuentes de inteligencia occidentales, israelíes y turcas estiman en diez mil la cantidad de militares mayormente sunníes que abandonaron las fuerzas regulares de Bashar as-Asad.