<p>Éste es un ejemplo claro de los problemas que castigan a la agricultura mundial. Según varios expertos, durante los lapsos de sobreproducción en decenios recientes, gobiernos y agencias multilaterales desdeñaban la relevancia de ayudar a que los países pobres mejorasen el agro. Los gastos de organismos que habían combatido las hambrunas en los años 70 se estancaron o cayeron.</p>
<p>“La gente creía resuelta la crisis alimentaria mundial. Pero sólo había pasado a segundo plano en las prioridades, mientras se reducían programas vitales”, observa Robert Zeiger, director del IIA. En la entidad, mientras tanto, los científicos identificaban catorce marcas genéticas adversas a los saltamontes, que les chupan savia a plantas jóvenes de arroz y las infectan de virus. Pero no había dinero para insertar esas características a las variedades más usadas.</p>
<p>Este instituto es el mayor repositorio mundial de semillas de arroz, ejemplares genéticamente alterados y datos sobre un cereal que alimenta a casi la mitad del planeta. Hoy sus invernaderos están en malas condiciones y sus oficinas, desiertas. En los 80, la entidad mantenía cinco entomólogos y doscientas personas. A mediados de 2008, quedaba uno solo con diez asistentes.</p>
<p>Similares deterioros padecen instituciones en Asia, África y Latinoamérica, todas dedicadas a la productividad agrícola en países pobres. “Hemos estado reclamando más esfuerzos durante años y advertimos los riesgos venideros. Nadie escuchaba”, señala Tomás Lumpkin, del centro pro mejora del trigo y el maíz (México). Ahora, las consecuencias son inescapables: la oferta alimentaria global se contrae, pero la población sigue aumentado y, en parte del mundo subdesarrollado, la gente puede hoy comprar más granos y oleaginosas.</p>
<p>Con la demanda empezando a desbordar la oferta, los precios van a las nubes o se mantienen inestables, aun en lapsos de baja, y estalla la violencia social en varios países, en desmedro de la estabilidad política. No obstante, los dirigentes de economías centrales no reaccionan como debieran. Recién hace dos meses, George W. Bush pidió al congreso una suma insignificante, US$ 700 millones, para añadir al presupuesto de asistencia alimentaria y desarrollo agrícola en el exterior.</p>
<p>Pero nadie detiene los recortes en materia de investigaciones. Estados Unidos ha eliminado casi 75% de una partida ya modesta (US$ 59.500.000 anuales) para mejorar la calidad de cereales claves en países pobres. También en el resto del mundo rico, los aportes disminuyen. Verbigracia, el centro mexicano ha desarrollado maíz resistente a la sequía para África y trigo de mayor rinde, resistente a plagas, destinado al sudeste asiático. Pero carece de fondos para llevar semillas o plantas a cultivadores pobres y remotos.</p>
<p>Ajustándolos por inflación y paridades cambiarias, los aportes de las economías centrales se redujeron 53% entre 1980 y 2007, o sea de US$ 6.000 a 2.800 millones. EE.UU. solo rebajó partidas de US$ 2.300 a 624 millones (73%) en ese mismo período. Pero los recortes fueron francamente crueles en el Banco Mundial, un costoso aparato –manejado desde Washington- que debiera dar créditos blandos a países pobres para desarrollo agrícola. En cambio mantiene un ejército de funcionarios cuyos sueldos pasan de US$ 140.000 anuales: suficientes para alimentar años a la familia tipo africana. Ese banco redujo sus préstamos agrícolas de US$ 7.700 a 2.000 millones (71,4%) entre 1980 y 2006.</p>
Sin fondos para investigar ni combatir plagas, cundirá el hambre
Muchos daños causados por plagas agrícolas, mientras la escasez eleva precios, pudieron haberse paliado. Verbigracia, el Instituto Internacional del Arroz (Filipinas) puede crear variedades resistentes a diversos azotes, pero no tiene fondos.