Después de la sonada renuncia estadounidense – por decisión presidencial de Donald Trump- a liderar el acuerdo comercial entre naciones de ambas márgenes del Pacífico, poco y nada se habló sobre el destino de esta iniciativa.
Ahora se sabe que los restantes 11 países, tal vez con menor entusiasmo, decidieron proseguir con la agenda, aunque este instrumento concebido para contener la expansión comercial y política de China, ya no tendría esos resultados.
Esta semana se produce la reunión de los 11 socios donde esperan superar las últimas dificultades que restan para finalizar las negociaciones. En pocas semanas más, esperan lograr un acuerdo más amplio en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico que tendrá lugar en Vietnam.
En ese contexto, volvió a hacer de las suyas Donald Trump. La Casa Blanca comenzó a revelar la existencia de una estrategia “Indo-Pacífico” destinada a contener a China en sus avances continuos sobre el área del llamado Mar de la China, y reafirmando en toda la región su rol de potencia principal. La reacción china fue inmediata. Admite que Washington tenga un interés en el sudeste asiático, pero no que su meta sea “contener a China”.
Trump asistirá al Foro en Vietnam, y es probable que haga retroceder otra vez al TPP. China insiste en ampliar su área de influencia en la zona y tiene muchas probabilidades de lograrlo. EE.UU está proponiendo una alianza militar, y los países del área quieren que vaya junto con lo comercial.
En el caso del TPP, el rol principal de incentivar a los demás socios, fue asumido por Japón. Varios de los socios prefieren que no haya cambios en la letra del tratado, para lograr un pronto final de las negociaciones.
Una historia reciente
Lo hizo el primer día hábil tras su juramento presidencial, el pasado enero. Donald Trump cumplió su promesa electoral y retiró –por decreto- a EE.UU del tratado comercial Transpacífico, donde naciones convocadas por Obama habían acordado un ambicioso plan comercial y geopolítico para contener a China. Así fue como Beijing fue quien heredó las ganancias.
Menos de un año antes, en la reunión presidida por Obama en Nueva Zelanda, doce naciones con costas sobre el Pacífico, pusieron en marcha el ambicioso tratado.
Antes, el acuerdo logrado a finales de octubre de 2015, en Atlanta, armó un bloque de naciones que representaban 40% del producto bruto interno global (Estados Unidos, Canadá, México, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Chile, Perú, Malasia, Singapur, Vietnam y Brunei).
Era obvio que, en la contienda entre Estados Unidos y China por el dominio del Pacífico – adonde se ha trasladado ahora la sede del poder político y económico del mundo- la idea era contener y limitar la expansión comercial y marítima de los chinos.
Después de seis años de arduos debates, desinteligencias, disputas y fracasos, los doce miembros del Acuerdo, habían logrado ponerse de acuerdo y firmar el convenio de entendimiento. El papel firmado en Atlanta entre Estados Unidos y otras 11 naciones con costas sobre el Pacífico, iba a convertirse en un tratado internacional que requeriría el consentimiento expreso de cada uno de los Congresos de los países signatarios.
Entonces, al empezar el año, ocurrió la primera gran dificultad. El país artífice del Acuerdo, decidió renunciar a participar y a liderarlo.